domingo, 28 abril 2024 - 16:39

Reflexiones desde Holanda. No soy del barco

Solo mi color de piel y ojos bajaron del barco junto a una historia de persecución y genocidio. Con los pueblos originarios, comparto mi lugar de nacimiento, de pertenencia. Son nuestros ancestros territoriales.

Ahora que vivo tanto tiempo en Holanda, sé y siento que no es Rusia, ni Suecia (de dónde venían mis abuelos paternos y maternos) pero es el territorio argentino en donde nací el que me formó a quien soy. Es ese territorio que añoro, que busco y necesito, ningún otro.

Mis abuelos, en Argentina, son mis ancestros. Se adaptaron al lugar e inconscientemente contribuyeron a la ocupación y conquista de un territorio donde ya vivían otras gentes, los pueblos originarios. Mis padres ya tomaron conciencia de esto y revindicaban a aquellos pueblos oprimidos e excluidos de derechos en la nueva Nación Argentina y la Patria Grande. Mi padre, uno de los 30.000 ya sabía ya lo sabía. Y yo lo sé también, porque no tengo nada, pero totalmente nada con Rusia o Suecia, solo un color de piel y de ojos. Por el resto, soy toda Argentina.

Yo soy de Argentina, soy argentina, mis ancestros son con quienes comparto territorio de nacimiento, de pertenencia y ellos, son los pueblos originarios argentinos.

Entonces, comparto mucho más con los pueblos originarios que con los europeos de los que heredé, además de mi color de piel y ojos, una historia de conquista, de persecución, racismo, y destrucción.  De la cual no me enorgullezco para nada.

Honrémoslos, nuestros ancestros territoriales, con orgullo, ya que compartimos con ellos nuestro territorio de nacimiento.

Con ellos, los pueblos originarios argentinos, comparto el amor a esa tierra, a esos ríos, a esas montañas, a esa gente, al rio de la Plata, a La Pampa, a la Patagonia, a ese cielo y a ese mar… comparto con los pueblos originarios mis raíces de amor y de pertenencia.

Son ellos mis ancestros territoriales, mucho más que los rusos o suecos, de estos últimos no herede ningún amor ni pertenencia, todo lo contrario.

Levanto la bandera indígena, como símbolo de resistencia, levanto el pañuelo blanco de las madres como símbolo de amor y lucha por nuestros hijos y futuro, levanto el pañuelo verde como símbolo de lucha por la mujer, la diversidad y género. Levanto la bandera de Memoria, Verdad y Justicia por todos los pueblos y gentes. Es decir, por los pueblos originarios y su gente.

Ya es hora, al día de hoy, de reconocer los diferentes pueblos originarios en el territorio argentino, reparar y restituir algo de lo que, nuestros ancestros conquistadores y ocupadores les robaron e impusieron. Y no solamente en leyes escritas en papel. No alcanza con leyes que no se cumplen y se violan en el día cotidiano por gobernadores locales, negociaciones, el racismo en la sociedad ‘orgullosa de sus orígenes europeos’ y sobre todo por una Nación negacionista a estos hechos.

Es hora de reconocer el vínculo ancestral de estos pueblos con el territorio y todo lo que se les ha quitado por fuerza.  Las políticas excluyentes, discriminatorias y genocidas contra los pueblos deberían ser cerradas resolutamente. Es hora de reflexionar, de sentir, pensar y actuar.

Es hora que el negacionismo a la persistencia de esas políticas nefastas, institucionales y sociales, se reconozca y den lugar a una política resoluta, reparatoria, justa, con memoria y verdad por los pueblos originarios.

No es un orgullo para nada tener el color de piel de los conquistadores, los ojos de genocidas. Mismo si mis abuelos vinieron huyendo de Europa, y sin saberlo ni pensarlo, ocuparon, sin saberlo al llegar, el territorio de gente que ya estaba, de los pueblos originarios. Es hora de hacer justicia. Reconocimiento, Reparación, Memoria, Verdad y justicia para los pueblos originarios. Tal cual los 30.000 exigían, tal cual la lucha de mis padres decía.

Alejandra Sluztky

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