Durante la madrugada del día martes 12 de marzo se desplegó en el área metropolitana de Buenos Aires y distintas zonas de la Capital Federal un temporal con fuertes lluvias que ya dejó un saldo de un muerto, cientos de barrios inundados y serios problemas de circulación en calles y transporte público.
Con cortes de energía que afectaron a casi 100 mil usuarios y una lluvia que no para, el servicio meteorológico nacional dictó alerta naranja para gran parte de la provincia porque se estima que la lluvia no cesará hasta el viernes. Como consecuencia de esta abismal caída de agua muchos barrios siguen anegados, es imposible circular y el agua tarda mucho en drenar.
Estas problemáticas son una muestra de dos problemas serios. Uno es la falta de inversión y de planificación en obra pública de calidad que responda a las necesidades reales de los ciudadanos. La sobre pavimentación que con el cemento se come espacios verdes necesarios para que al agua filtre hacia la tierra, responde a la priorización de los negocios privados del mercado inmobiliario. Por otro lado la crisis climática se profundiza cada vez más y cae sobre territorios completamente desprevenidos de herramientas para enfrentarla, porque no se la considera como una variante sería, real y urgente. Más bien lo que hacen todos los gobiernos es negarla.
La perspectiva para nuestro país en ese sentido no es muy alentadora. El gobierno de Javier Milei, a unos días de empezar su mandato les dijo a los habitantes de Bahía Blanca que sufrieron un temporal muy fuerte, que se arreglaran con lo que tenían. Esa es la dinámica de un gobierno que anula por decreto toda obra pública, el ajuste a las mayorías. Por eso es muy probable que este tipo de escenarios no solo se repitan sino que se profundicen. Plata hay, pero hay que volcarla a las necesidades sociales. El gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires tienen que destinar presupuesto de manera urgente para atender a todas las familias afectadas y reparar los daños que dejaron las lluvias.