viernes, 26 abril 2024 - 16:47

División en el radicalismo. Un interbloque que se parte, una crisis del régimen que se profundiza

Por estos días, previo al juramento de los diputados que tomaron posesión de sus bancas en el Congreso, la Unión Cívica Radical (UCR) tuvo una guerra entre facciones que terminó con la ruptura de su propio interbloque en Diputados. La interna por quién se quedaba con la conducción del mismo, entre Martín Lousteau y Gerardo Morales (en el Congreso esta ala es representada por Mario Negri) terminó en fractura y el nacimiento de un nuevo espacio dirigido por el ex ministro de Economía de Cristina Fernández, llamado UCR-Evolución.

Todo el año electoral estuvo marcado por el principio de una crisis orgánica que presentó el peronismo tras la derrota estrepitosa en las PASO. Posteriormente, las planas de los medios mostraron cómo los resultados de las elecciones generales sirvieron como paños fríos para la coalición gobernante del Frente de Todos. Sin embargo, el partido que había vuelto a asomar a la rosca política dentro de la oposición y con posibilidades de habitar la discusión presidencial de 2023, en estos días mostró las internas que también lo atraviesan. Como lo refleja La Nación, según el comentario de uno de los referentes que dio declaraciones sin adjuntar su nombre, el hecho se definió de la siguiente manera: “Esto es un desastre. Deslegitima a un radicalismo que empezaba a tomar cuerpo y a ocupar la centralidad de Juntos por el Cambio”.

Los motivos de la ruptura residen en discusiones sobre cargos, específicamente el de la presidencia del interbloque de la UCR en Diputados. Lousteau y su espacio machacaron con la idea de que era necesario renovar la dirección tras 5 años de presidencia por parte de Mario Negri. En nombre de una “renovación”, que podemos traducir como maquillajes de nombres para un partido que carga con la responsabilidad de los muertos del 2001 y el apoyo de un gobierno tan nefasto como el de Macri, el espacio del economista lideró esta batalla que terminó con una división. La respuesta del otro lado, del espacio dirigido por Morales, según también recalca La Nación en voz de otro cacique del radicalismo, fue la siguiente: “Hay una hipocresía absoluta. Ellos perdieron en todos lados. No hay nada más renovador que Manes o Losada. Lousteau tiene muy poca conciencia de pertenencia colectiva”.

Como se advierte en la cita anterior, parte de los fenómenos electorales, como Manes y Losada, quedaron del lado de Morales y Negri. Por el otro lado, el espacio de Lousteau en Diputados quedará representado por Emiliano Yacobitti y Rodrigo de Loredo (este último presidirá el interbloque UCR-Evolución). Además sumó el acompañamiento de casi una docena de diputados, entre ellos otra figura que dejó este proceso electoral, Martín Tetaz.

Un régimen resquebrajado

En tiempos donde la crisis social acecha al país y los sectores concentrados buscan una unidad política de los partidos tradicionales -ahora frentes- para poder imprimir un nuevo plan de austeridad, el régimen muestra resquebrajamientos que vuelven las tareas más complejas.

Si bien es indudable que estos partidos acuerden en avanzar de manera conjunta con el Plan Plurianual, el Presupuesto 2022 y demás leyes, se denotan disputas complejas de saldar. En el peronismo sus diferentes aparatos (los principales: el kirchnerismo, el massismo, los barones del conurbano, los gobernadores y el espacio del presidente) se encuentran enemistados entre sí; los halcones y las palomas dentro del PRO también discuten sobre si la dirección del espacio tiene que ser para el bando de Larreta o el tándem Bullrich-Macri; hasta los liberales van divididos por cuestiones de forma (adaptación más temprana), conformando bloques diferentes entre Milei y Espert y por supuesto los mencionados radicales.

Se acercan los 20 años del estallido de 2001 y, como en aquel episodio, se comienzan a conjugar elementos políticos y sociales de manera incipiente para crisis institucionales como las del pasado. En aquel momento fue el final del bipartidismo que hirió de muerte a la “resucitada” UCR, mutando el régimen a una composición de bi-coaliciones. Sin considerar que la historia se repite de manera lineal, es momento de ponerle fin a esta vieja política que discute cargos y cajas de espalda al pueblo trabajador.

Mientras se dan sus debates de aparatos, propios de la casta política para eternizar sus privilegios, más del 40% de los argentinos se encuentra por debajo de la línea de la pobreza.

Es hora de que se ponga un freno esta política, el 11D, día que se marcha contra un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, tiene que ser el puntapié para que, desde la izquierda referenciada en el FIT-U, surjan nuevas ideas y proyectos políticos que tomen como eje las necesidades de los trabajadores y las mayorías populares.

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