viernes, 22 noviembre 2024 - 10:30

1º de mayo y discapacidad. ¿El trabajo dignifica?

¿Es cierto que la dignidad es como un premio? Algo así como si al adaptarse a las formas de trabajo se tendría el carnet de dignidad al día ¿De dónde viene esta condicionalidad para la dignidad?

Primero, sospecho que la frase está prometiendo algo que ya se tiene. Y si promete darte algo que ya es tuyo, entonces te lo está quitando. Segundo, dignos somos todos. Pero de alguna manera siempre hay formas sistemáticas para justificar diferencias de dignidad. Incluso se usa el trabajo para esto.

¿Cómo se hizo para que el cuerpo sea apenas una herramienta para alcanzar un poco de dignidad?

¿Cuánto y cómo hay que vivir para que nos consideren dignos?

Obviamente toda esta manipulación la lleva adelante el capitalismo y su forma de producción. Pero en nuestras consideraciones corrientes actúa muy activamente el capacitismo. El capacitismo es ese sistema que le hace la valoración de cuerpos y capacidades al capitalismo.

Por eso, aunque nos parezca que casi no cruzamos la discapacidad en lo cotidiano, la realidad es que está en la base de esas valoraciones de dignidad. En la base quiere decir en el lugar de no dignidad.

Vivimos midiendo dignidades según capacidades y aceptamos que políticamente se refleje esa brecha. Los capaces son dignos de buenas vidas, los dis-capaces que esperen. Tu tarea es fijarte de qué grupo estás más cerca. Y así vas a entender por qué te pasa lo que te pasa. O… si crees que estás sufriendo una desigualdad la explicación sería que te estás pareciendo peligrosamente a los del grupo de discas.

Es una lógica de distancias. Una perversa lógica binaria.

Aceptar esta definición de dignidad por la negativa “Soy digno si no soy discapacitado” es aceptar dejar a otros -y llegado el caso a uno mismo- a la posibilidad de que los priven de su dignidad.Aceptarla te puede hacer sentir bien si estás en una situación acomodada, como si fuera justo y natural.

Aunque la frasecita “El trabajo dignifica” sea universalmente conocida y pareciera que es nuestra propia manera de razonar, podemos interpelarla y podemos interpelarnos, analizar si no será una imposición de otros y de todo un sistema. Sistema al impulsado y que da energía andar fabricando estas diferencias capacitistas para que nos matemos dándole demostraciones de capacidad hasta la explotación, y también se elimine la posibilidad de que se nos ocurra romper con su lógica explotadora.

¿Cómo opera esta lógica en las instituciones para personas con discapacidad? Veamos: se acerca el 1° de mayo y aparecen reclamos por la Ley 26816 de Empleo protegido para personas con discapacidad. La misma establece que “se deberá promover la superación de las aptitudes, las competencias y actitudes de las personas con discapacidad, de acuerdo a los requerimientos de los mercados laborales locales“. Claramente enfoca el esfuerzo para el acceso al empleo en la persona con discapacidad, a través de instituciones, condicionando la participación social a criterios capacitistas de una re-habilitación a alcanzar para ser considerados “aptos” y productivos.

Poco (nada de manera explícita) se dice de las condiciones de empleabilidad, es decir, del esfuerzo por eliminar barreras en los puestos de trabajo regulares, adaptar y diseñar apoyos, y crear interacciones empleo-persona con discapacidad en igualdad de condiciones.

Me pregunto: ¿esta ley 26.816 está en armonía con los principios de la Convención de los derechos de las personas con discapacidad?, ¿es una ley que posiciona a las instituciones de empleo “protegido” como facilitadoras de espacios accesibles en los empleos comunes y corrientes, o las instituye reemplazando y sustituyendo a la persona con discapacidad?, ¿quién tiene la dignidad en esta cuestión? ¿El trabajador con discapacidad o las instituciones? Esa pequeña diferencia es revolucionaria. En todas las épocas cuando nos volvemos a apropiar de la dignidad los trabajadores sin condiciones ni postergaciones ocurren revoluciones, es decir dejamos de ser movidos para mover el mundo nosotros.

Marcelo Gil

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