lunes, 4 noviembre 2024 - 20:50

Una vida de lucha por la libertad en el arte. André Bretón: surrealismo y revolución

Este artículo fue publicado originalmente en el número de septiembre de la revista impresa mensual Alternativa Socialista.

Entre lxs escritorxs que dedicaron su arte a combatir la alienación capitalista existen esencialmente dos tipos: quienes convierten esta lucha en una especie de doctrina -incluso un dogma- y los que conciben su arte como un instrumento que por su propia naturaleza lo opone a la alienación. A esta última clase pertenecía André Bretón. Se cumplen 100 años de la aparición del Manifiesto Surrealista y es una buena ocasión para recordarlo y apreciar su valor como escritor, poeta, ensayista y militante por un “arte revolucionario independiente”.

André Breton nació en 1896 en Tinchebray, Francia. En sus 70 años de vida desarrolló una trayectoria con obras que marcaron una época esencial en la historia del arte y particularmente en la historia artística del siglo XX. Inició sus primeras armas como poeta mientras trabajaba durante la Primera Guerra Mundial en hospitales psiquiátricos. En este periodo se interesó por el psicoanálisis de Freud, a quien conocería en 1921 y con quien compartiría sus teorías sobre la escritura automática.

En 1916 llega al conocimiento de la obra de Paul Valery, el líder de la vanguardia literaria de Francia y Europa a comienzos del siglo XX. Esta obra le imprime a la suya un gran impulso y en el mismo año ingresa al movimiento dadaísta liderado por Tristán Tzara.

Entre 1918 y 1920, Bretón rompe sus vínculos artísticos, literarios y filosóficos con Tzara y abandona el dadaísmo para fundar, junto con una docena o más de artistas notables de Francia, Europa, México y Estados Unidos, el surrealismo, la razón fundamental de su obra y pasión. Sus precursores e inspiradores fueron nada menos que Antonine Artaud y Arthur Rimbaud.

En 1924 escribe el Primer Manifiesto del Surrealismo convirtiéndose en el texto de referencia de los escritores, poetas, pintores y artistas
surrealistas. En 1927 ingresa al Partido Comunista de Francia y por sus ideas relativas a la libertad en el arte, a la escritura automática y su apoyo férreo al psicoanálisis freudiano es expulsado en 1935 junto a otros artistas y escritores surrealistas. Por entonces ya tenía simpatía por el trotskismo. En 1930 escribió el Segundo Manifiesto Surrealista.

En 1938 visita México y se encuentra con el pintor muralista Diego Rivera, con su esposa y pintora Frida Kahlo y con uno de los dos principales líderes de la Revolución de Octubre, León Trotsky. Acuerdan en Coyoacán escribir un nuevo manifiesto político-literario que denominaron “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”.

Su lucha por la libertad absoluta en el arte y sus ideas avanzadas respecto de muchos temas de filosofía, psicología y semiología lo hicieron víctima de persecuciones tremendas no solo del estalinismo sino también del nazi-fascismo. Tras la invasión a Francia por parte de Hitler en 1941 se traslada a Martinica internado en un campo de refugiados, pasa por República Dominicana y finalmente a Estados Unidos, donde permanece 5 años.

En 1946 regresa a Francia tras el fin de la guerra. En los siguientes 20 años llevará adelante la difícil tarea de sostener el surrealismo que tras el “boom” de la economía capitalista de posguerra y las nuevas tendencias del arte consumista -y dominado por el mercado- dejaron a las vanguardias literarias y culturales de comienzos del siglo XX -tan profundas y revolucionarias- limitadas a una especie de profesión de fe y a ser objetos de culto.

Sus obras fundamentales son: Manifiesto del surrealismo (1924), Nadja (1928), Segundo manifiesto del surrealismo (1930), Miseria de la
poesía (1932), El mensaje automático (1933), ¿Qué es el surrealismo? (1934), Posición política del surrealismo (1935), Apuntes sobre poesía (con Paul Eluard) (1936), Antología del humor negro (1940), Los manifiestos del surrealismo (1946), Los vasos comunicantes (1955), Constelaciones (con Joan Miró) (1959), Claro de tierra (antología de poemas 1919-1936) (1966).

Murió en París en 1966.

El camino hacia al surrealismo

Entre los acontecimientos que llevaron a la cumbre a la obra bretoniana, el fundamental fue el paso de la ciencia al arte. En ese transcurso, Bretón forjó una cosmovisión profunda y sobre todo un humanismo basado en la libertad, que por su propia esencia no podía encajar en los moldes de la cultura burguesa. Como contexto es importante saber que Breton comienza prácticamente su carrera en 1916, el mismo año en el que Lenin escribe “El imperialismo fase superior del capitalismo” pronosticando el fin de la era capitalista y el albor de una nueva era para la humanidad. Y esta no es una mera coincidencia, porque en un sentido la poesía de Breton como su visión del arte, de la cultura y la humanidad son opuestas a la de los cánones oficiales del capitalismo y anticipan el socialismo como era de libertad y superación de la alienación no sólo en el campo del trabajo y la economía sino además en el de la cultura y el arte.

El tránsito de su obra de la ciencia al arte comienza con el contacto de Breton con las teorías más avanzadas de la época sobre la mente
conociendo, mientras estudiaba medicina, las de Jean-Martin Charcot, neurólogo genial que investigó el funcionamiento del cerebro, y de Sigmund Freud -el padre del psicoanálisis- que lo llevaron a entender que dentro del cuerpo humano y particularmente del sistema nervioso hay una profundidad que la ciencia y la técnica habitual no llega a investigar y que es el motor fundamental de la conducta personal. Breton hace una defensa del psicoanálisis -criticado por las corrientes oficiales de la psicología- reivindicando su concepto principal: el inconsciente. “Hay que estar agradecido por esto a los descubrimientos de Freud. Confiada en dichos descubrimientos, se
va formando una corriente de opinión, con cuya ayuda cualquier explorador de lo humano podrá hacer avanzar sus investigaciones, facilitado el camino por el hecho de no tener que depender ya exclusivamente de las realidades escuetas”
(Manifiesto surrealista, 1924).

Sin embargo, mientras Freud orientaba sus estudios al campo de la clínica, Breton orientaba su trabajo a la expresión terapéutica de estas teorías y otras, como la de la escritura automática, que no eran esencialmente individuales sino de un quantum colectivo que es el
arte. Se podría decir que mientras Freud aplicaba este concepto a la neurosis individual, Breton aplicaba el mismo a la neurosis social particularmente y sobre todo en el campo del arte y la cultura.

Mientras el inconsciente de una persona sufre el proceso de represión social que moldea el carácter y la personalidad de los individuos y este se adapta a la sociedad, el arte sufre el mismo proceso por parte de esa sociedad. Pero más allá de los avances que supuso la teoría del inconsciente de Freud respecto de la neurosis y otros traumas de la mente, esta se limitaba (y limita aún) a la estructura de la sociedad burguesa y no es crítica hacia ella porque presupone (basada en muy poca evidencia experimental) que siempre ha sido así a lo largo de la historia. A través de su evolución política e ideológica Breton descubre que esto no es así y que al menos en la cultura -en el proceso histórico- la libertad del arte ha sufrido transformaciones que la adaptaron a la sociedad burguesa. Estas transformaciones han sido precisamente dominadas por el racionalismo, concepto filosófico que deviene de la era de Descartes, pero que el capitalismo utilizó por siglos. Breton y Freud coinciden en el irracionalismo, y Breton funda a partir de esta premisa con Tristan Tzara y otros el movimiento antirracionalista, predecesor directo del surrealismo.

La escritura automática es una técnica literaria y terapéutica que permite a las personas escribir sin ninguna mediación de la razón dejando fluir libremente cualquier idea, imagen o asociación de la mente y que volcada en el papel puede transformarse en poesía o prosa. En este precepto está la base de toda la concepción del surrealismo. Breton fue el principal promotor de su época de la libre manifestación.

En la asociación libre coincide con el psicoanálisis sobre todo en el concepto de eliminar el divorcio entre los sueños y la vigilia. El arte surge para Breton de los sueños: “con toda justicia, Freud ha centrado su crítica sobre el sueño. Es inadmisible, en efecto, que una parte tan considerable de la actividad psíquica haya retenido tan poco la atención de las gentes hasta ahora, ya que, desde el nacimiento hasta
la muerte, no presentando el pensamiento ninguna solución de continuidad, la suma de los momentos de sueño, medidos como tiempo, y no tomando en cuenta sino el sueño puro, en el dormir, no es inferior a la suma de los momentos de realidad, digamos mejor: de los
momentos de vigilia”
(Manifiesto surrealista, 1924).

Lo asombroso de Breton no es solo su obra en sí sino cómo transita de la ciencia al arte sin crear una falsa oposición e integrando estas en un universo más vasto. En una cosmovisión libre de toda atadura de la sociedad burguesa, del capitalismo.

El grupo surrealista en 1930.

Del dadaísmo al surrealismo

“El dadaísmo fue un movimiento cultural y artístico creado con el fin de contrariar las artes, que surgió en 1916 en el Cabaret Voltaire en Zurich. Fue propuesto por Hugo Ball, escritor de los primeros textos dadaístas; posteriormente, se unió el rumano Tristan Tzara, que
llegaría a ser el emblema del dadaísmo. Una característica fundamental del dadaísmo es la oposición al concepto de razón instaurado por el positivismo. […] El dadaísmo surgió del desencanto que sentían esos artistas al vivir en la Europa del periodo tardío de la Primera Guerra Mundial y, posteriormente, de la actitud de rebelión hacia la abulia y desinterés social característico de los artistas del periodo
de entreguerras”
(W.). Si bien Duchamp fue al comienzo el principal representante del dadaísmo en Francia, pronto se suscribió a este movimiento Breton junto con Louis Aragón. Pero Breton no encajaba bien en la propuesta del dadaísmo porque consideraba que la oposición dadaísta al arte burgués y al racionalismo si bien era completa no era profunda, no era radical, carecía del vital compromiso
hacia las masas populares necesario para que se liberara el arte en el mundo. El dadaísmo no pretendía confrontar el arte conservador sino convivir en armonía con él. Se burlaban del artista burgués promedio, lo estereotipaban pero a este estereotipo lo reemplazaron por otro en apariencia “sin reglas” pero sujeto a la moda, a los círculos “liberales”. Al poco tiempo Breton lanza una fuerte crítica a Tristán Tzara por considerarlo conservador y elitista. En 1921 rompe definitivamente con el dadaísmo y en 1924 con el lanzamiento del Primer Manifiesto Surrealista lanza esta corriente o movimiento en Francia que luego se extenderá por Europa y Estados Unidos.

¿Qué es el surrealismo?

Tomemos las propias definiciones de Breton: “Surrealismo: s.m. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral.

Enciclopedia: Filos. El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación que habían sido desestimadas, en la omnipotencia del sueño, en la actividad desinteresada del pensamiento. Tiende a provocar la ruina definitiva
de todos los otros mecanismos psíquicos, y a suplantarlos en la solución de los principales problemas de la vida”
(Manifiesto surrealista, 1924).

Para Breton la vida y el arte son la misma cosa. Los mecanismos psíquicos del arte están entrecruzados con los de la neurosis y la vía neurótica de resolver la complejidad de la vida, que es la que toma la mayoría del mundo. En cambio, la libertad del arte promueve una solución más profunda a la vida.

Entendiendo que esto no es posible en una sociedad subyugada, la lucha es por librar esas fuerzas ciclópeas contenidas en la mente.

Su mayor fuerte fue la poesía aunque también se ha expresado en la pintura con Salvador Dalí y en otras disciplinas como música y escultura. También en el cine con Luis Buñuel y en cierto modo -aunque tiempo después- con Bergman y Fellini.

El surrealismo es entonces mucho más que una corriente artística y mucho menos una moda, es un modo de vida en el arte. No señalaremos aquí la extensa nómina de artistas surrealistas que requiere de otro artículo.

Trotsky y Breton: El manifiesto por un arte revolucionario independiente

Breton arribó a México en 1938 cuando las condiciones en Europa hacían insostenible cualquier cultura revolucionaria. El auge y el ascenso del nazi-fascismo en Alemania y en todo el continente, la bancarrota de la Republica española y la guerra civil y la consolidación del estalinismo vaciando de contenido la histórica Revolución Rusa de 1917 mediante la instauración del totalitarismo burocrático en la ex URSS, habían convertido en un terreno árido el fértil territorio para las corrientes de vanguardia en el arte, las que hacia comienzos del
siglo XX hicieron brotar un germen contracultural, antisistema y revolucionario en los ámbitos culturales y artísticos, en los círculos intelectuales, derramando esta cultura hacia el pueblo y la clase obrera europea. Por esos tiempos Breton consideraba que México era el país más libre para el arte, el de mayor desarrollo de la vanguardia cultural. No es para menos porque entre decenas de artistas e intelectuales que habían heredado la cultura de la revolución mexicana de 1910 de Emiliano Zapata y Pancho Villa se hallaban los prodigiosos Diego Rivera y Frida Kahlo, que llamaban la atención de todo el mundo con sus obras disruptivas. México era por entonces un faro de la cultura mundial y sobre todo de la libertad, aunque no había triunfado el socialismo era un lugar que respetaba a los revolucionarios y por eso el Presidente Cárdenas acogió como exiliado nada menos que a Trotsky quien residía en Coyoacán, una localidad cercana a la capital. Trotsky había entablado un vínculo político y artístico con Diego y Frida, hacía proyectos con ellos y soñaba con que en un mundo socialista el arte sería completamente libre. Pero además enfrentaba el siniestro movimiento organizado por Stalin del “arte socialista” que es justamente lo opuesto a la libertad en el arte. “[…] El viaje de Breton a México y la visita a León Trotsky son la
culminación de un largo proceso político marcado por numerosos conflictos con el Partido Comunista y con la Internacional Comunista.

Desde comienzos de los años 30, Breton y sus amigos surrealistas se opusieron en varias ocasiones a la política del Partido Comunista
Francés y a la de la Internacional Comunista.
[…] En la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (A.E.A.R.), Breton rechaza las tesis sobre la literatura proletaria impuesta por los “teóricos” soviéticos de la Asociación Rusa de los escritores proletarios (R.A.A.P.). […]Se levanta contra los plumíferos que se hacen pasar por escritores y artistas proletarios, cuya producción no es más que “fealdad y miseria” (Trotsky, Breton y el manifiesto de México (1ra. parte)- CEIP León Trotsky).

La realización del Manifiesto por un arte revolucionario independiente se llevó a cabo cuando Trotsky, Rivera y Breton acordaron las bases principistas del mismo y sus objetivos. Uno de ellos era enfrentar entre los escritores e intelectuales la penetración de esta corriente cultural estalinista. Pero sobre todo establecer herramientas, y así como el Programa de transición lo era para la acción política y militante, el “Manifiesto…” lo era para la batalla cultural. El tiempo y el devenir histórico hizo perder fuerza a este genial escrito, no obstante sus preceptos son válidos en toda esta etapa de decadencia moral y cultural del mundo burgués.

La imaginación al poder

Los poetas e intelectuales franceses lanzaron esta consigna durante el Mayo Francés en 1968. Ya desaparecido Breton, ellos tomaron de este la esencia de la revolución surrealista en el arte. Y lo trasladaron a la lucha concreta y real de las masas obreras y
estudiantiles.

“No ha de ser el miedo a la locura el que nos obligue a poner a media asta la bandera de la imaginación”, reza el Manifiesto Surrealista de Breton. Sin duda esta declaración liminar es el corazón del arte bretoniano. Nada puede limitar la creatividad y la creación del artista y esta creatividad es inherente a la especie humana. Sucede que las garras de la bestia capitalista la tienen encerrada en una jaula de hierro planetaria. La tarea es destruir esa bestia -el capitalismo-, única posibilidad de liberar a la humanidad de esa jaula.

Por Orlando Restivo


Bibliografía

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