El martes de la semana próxima tendrá como novedad la llegada del Fondo Monetario Internacional. La comitiva encabezada por Julie Kozack y Luis Cubeddu aterrizará con intenciones de supervisar la estructura monetaria del gobierno, tras semanas de tener amenazas de una nueva corrida bancaria de gran impacto, producto de una devaluación que por el momento no se dio.
Martín Guzmán, quien seguro auspicie de anfitrión, será el responsable de dar a conocer la hoja de ruta sobre el destino de corto y mediano plazo de la economía local. Los intereses del Fondo, sobre el plan fiscal y monetario a presentar, al igual que las intenciones del propio Frente de Todos, materializadas en las declaraciones de José Mayans, están marcados por el aseguramiento de un recorte del “gasto” fiscal. Algo que, como se sabe, implicara mayor ajuste en áreas como salud, educación o asistencia social.
Como informaron los voceros del FMI, “no hay fechas para la finalización de las negociaciones”, pero de todos modos Alberto Fernández ya le tendió la alfombra roja para esperarlos. Antes de que arribe la institución que preside Kristalina Georgieva, el gobierno cumplió con el pago de U$S 300 millones en concepto de intereses de deuda. De parte del oficialismo se espera tratar de lograr un aplazo de los futuros vencimientos del capital de la deuda, además de solicitar, según rumores dentro del propio círculo del presidente, una parte de lo que resta del préstamo Stand By adquirido por el gobierno de Mauricio Macri.
Una solicitud de este estilo implicaría mayor intervención de la institución en las decisiones políticas y económicas del país. Una reforma laboral, otra provisional y una de carácter impositivo, serán ítems a cumplir de parte de Fernández para con el Fondo en caso de que se cierre la negociación.
Mientras continúan los desalojos de familias que nada tienen, el gobierno toma partido por los intereses del Fondo. Lejos de priorizar la construcción de viviendas populares, continúa con el pago de los intereses de una deuda que se utilizó en parte para fugar divisas y dar ganancias jugosas a unos pocos por medio de la bicicleta financiera; y otro tanto, según mismos funcionarios del FMI, para financiar la última campaña electoral de Cambiemos.