lunes, 29 abril 2024 - 11:46

Adiós a Héctor Palacios. La despedida de su hijo Gustavo

Héctor Araldo PALACIOS (12 de septiembre de 1939 – 19 de agosto de 2022)

Es muy difícil hablar y escribir sobre mi padre para despedirlo, y más ahora en que la tristeza por su partida me está atravesando.

Mi papá fue antes que nada un trotsko convencido y comprometido con sus ideas.

Formó parte de la tradición morenista casi desde que vino a estudiar a La Plata y desde ahí entendió su vida como una vida militante. Desde ese lugar hizo todo lo que pudo para intervenir políticamente, tanto desde su capacidad intelectual como de la profesional.

Recién vi una foto de sus libros y escritos, y me resultó conmovedor ver todo lo que había producido, llenando una biblioteca con una variedad e intensidad de temas que no deja de sorprenderme.

Mi viejo entendía la investigación, el estudio y la escritura como actos de aprendizaje. Porque quería aprender él y para que otros que quisieran abrazar la militancia pudieran aprender, con la avidez que lo hacía él al estudiar.

Muchos lectores “sueltos” de sus libros siempre me han dicho que mi papá escribía de una forma que les permitía entender muy fácil temas que son muy complejos.

Él creía que el conocimiento desde una perspectiva marxista y trotskista tenía que ser útil para entender y pensar, y para eso tenía que ser accesible. Accesible en el lenguaje, para que todo el mundo pudiera leerlo y para sentir que después de leerlo ya tenía una comprensión mayor de por qué era necesario cambiar el mundo en el que vivimos.

Mi papá ha tenido siempre un gran amor y una gran compañía en mi madre, Chiche. La quería y la admiraba. Más de sesenta años estuvieron juntos compartiendo todo, hasta que su enfermedad se lo llevó. No dejó de pensar, extrañarla y preocuparse por ella ni un instante mientras estuvo en la clínica. Era su amor.

Mi viejo tuvo tres rounds muy duros contra el cáncer. El primero hace dieciséis años y el último fue ocurriendo durante la pandemia. El desenlace llegó ayer, pero ocurrió con mucha paz para él. Pidió irse dignamente y entre todos los que estuvimos con él, procuramos que así fuera.

Hoy es un día de inmenso e intenso dolor para mí, pero con la calma que deja también saber que él hizo todo lo posible por crear un legado que podemos leer y compartir. Yo como hijo lo voy a extrañar en las charlas que teníamos. A veces monologadas y que se ponían polémicamente picantes, casi siempre. En esas charlas siempre había algo de didáctico. Pero también de amoroso e incesante “proselitismo”, siempre en el mejor sentido de la palabra. Porque así es como él vivió, pensando siempre dónde se puede ganar una persona o una idea para la revolución.

Mi viejo se fue este viernes 19 de agosto a la tarde, entre las dos y las tres, que era su hora sagrada para ir a dormir la siesta. Así que si cualquiera me pregunta, le diré que está durmiendo la siesta.

PD: Papá: me despertaste el anhelo por el socialismo y por un mundo mejor. Eso es algo que no se borra del pecho ni de la memoria. Y se lleva también en la mochila. Como ser vos de River y yo de Gimnasia, ponele. Te quiero mucho papá.

Gustavo Palacios

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