La nueva hoja de ruta definida por el Gobierno abre la puerta a mayor especulación financiera y saqueo.
Estrategia de Economía
El Ministerio de Economía, liderado por Luis Caputo, anunció el 9 de junio una “nueva hoja de ruta para licitaciones”: ofrecerá bonos en dólares a residentes y extranjeros, con vencimientos mayores a un año, por hasta 1.000 millones de dólares cada mes.
Además, eliminó el requisito de permanencia mínima de seis meses para inversores no residentes. Estas medidas se inscriben en su estrategia para reducir el endeudamiento público como porcentaje del PBI, apuntando a un “déficit fiscal cero”.
¿Qué implican estas decisiones?
Antes que responder a urgencias sociales, mientras el país enfrenta crisis en salud, vivienda y educación, el Tesoro confirma su prioridad: estabilizar sus cuentas y acceder a capital especulativo. Esta dinámica expresa una versión financiera del ajuste, donde la deuda se prioriza por sobre la satisfacción de necesidades básicas.
Por otro lado, el nuevo esquema canaliza dólares de inversores —tanto locales como extranjeros— directamente al Tesoro, sin pasar por el Mercado Único de Cambios, reforzando las reservas del Banco Central. A cambio, el país asume compromisos crecientes, transfiriendo el riesgo cambiario hacia la población.
Como si fuera poco, el BCRA se compromete a intervenir activamente para garantizar la liquidez de estos bonos, reforzando la centralidad del mercado financiero en el manejo macroeconómico. Pese al recorte de la deuda con privados, del 100 % al 39,5 % del PBI desde diciembre de 2023, se mantiene un alto apalancamiento externo.
La nueva hoja de ruta es una puerta abierta a la especulación financiera. Los instrumentos ofrecidos incluyen bonos atados al dólar, CER, TAMAR y “hard dollar”: niveles habituales para capturar capitales especulativos. Sin importar si son residentes o no residentes, la puerta se abre al capital extranjero sin límites ni control social.
Combo letal
En otras palabras, el Estado prefirió asegurar términos financieros favorables antes que fortalecer políticas redistributivas. Así, se refuerza una lógica de repago de deuda y dependencia financiera.
De modo que se busca seducir a fondos y grandes inversores, sin garantizar que ese financiamiento revierta en mejoras palpables para la mayoría de la población.
Aunque se anuncia la reducción de deuda, la profundización de instrumentos dolarizados y la exposición a capitales volátiles pueden generar más vulnerabilidad interna, siendo un ajuste disfrazado.
El anuncio del nuevo esquema de bonos en dólares representa una estrategia que prioriza la relación con el mundo financiero y el poder de las altas finanzas, dejando de lado las urgencias sociales y reafirmando la subordinación del Estado a los mercados.
Mientras el Gobierno persigue una estrategia cortoplacista de obtención de dólares —hasta incluso buscando aspirar los canutos debajo del colchón—, la situación para las familias trabajadoras es cada vez más dura. El déficit social sigue creciendo, mientras el ministro –con pasado fugador— toma estas medidas y el Presidente se jadea por Europa hablando de criptomonedas.