jueves, 19 diciembre 2024 - 04:04

A 27 años de su fallecimiento. Recordando a Tato

En su famoso y aclamado “Monólogo 2.000” de setiembre de 1990, el humorista político Tato Bores hacía un racconto histórico, aprovechando sus 30 años en la televisión, destacando momentos claves de los gobiernos transcurridos, particularmente en el aspecto económico.

En un momento de ese monólogo, decía: “…30 años bancándose 16 presidentes y 37 ministros de Economía que se la pasaron diciendo ‘esta es la crisis más grande que está sufriendo el país’, ‘hay que reducir el gasto público’, hay que laburar más’, ‘hay que invertir en el ispa’…”. Parece mentira, pero pasaron 33 años y ese Monólogo 2.000 sigue sonando tan actual.

Un artista suele transformarse en popular cuando lo que comunica es algo que una franja de la población quisiera decir, en especial cuando los sucesivos gobiernos mienten, maniobran y trampean a favor de los de su clase y en detrimento del resto, o sea, los laburantes.

Y en eso, Tato Bores, nacido el 27 de abril de 1927 como Mauricio Borenstein, era un maestro. O mejor dicho, lo era su equipo, ya que su habilidad memorística y de elocución se ponía al servicio de los libretos que escribían otros.

La calidad del programa televisivo que protagonizaba, tenía mucho de trabajo en equipo. Escritores y libretistas de la talla de Carlos Warnes (alias César Bruto), Aldo Cammarota y Juan Carlos Mesa, además de Oscar Blotta, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Basurto, Geno Díaz, Santiago Varela y José María Jaunarena, fueron algunos de ellos. Y en los últimos tiempos, sus hijos: el periodista Alejandro y el galardonado Sebastián, fueron el recambio.

Nacido en una familia de trabajadores, Mauricio Borenstein dejó la secundaria y trabajó detrás de los bastidores de teatros. Así se inició en el mundo de la radio y más tarde, en la masividad de la televisión. Su capacidad para narrar acerca de los hechos de actualidad, metiendo elementos humorísticos, fue apreciada por el comediante Pepe Iglesias que lo llevó a su programa para hacer el personaje de Igor, un joven judío que contaba sus hazañas.

Y no es que le fuese gratuito el poner en ridículo a figuras de la política o del establishment, de hecho sufrió varias censuras, durante el gobierno de Isabel Perón y en la dictadura genocida. Y tuvo varios entredichos con contemporáneos como con el rancio Bernardo Neustad, alrededor del episodio del ataque a la AMIA.

Sus monólogos siguen siendo dignos de ser vistos por la mordacidad y actualidad, y nos hacen añorar profesionales del humor con esa rigurosidad laboral. El propio ajuste y la precariedad laboral ponen en los medios a gente payasesca y de corto alcance para que llene espacios, más que a artistas con preparación y trabajo constante.

Tato Bores falleció un 11 de enero de 1996. Hace unos pocos años, en la calle Corrientes, un dibujante callejero hacía unos trazos con tizas de colores en el asfalto para que los transeúntes adivinasen al personaje. Cuando lo que se visualizó fueron unos pelitos parados, unos lentes, un frac de cola y un puro en la boca lineal, no hizo falta más nada para reconocer, en esas pocas, líneas al gran Tato.

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