Por Abril Ledesma
Hoy, el fútbol femenino argentino recibió un golpe difícil de procesar: UAI Urquiza, uno de los clubes más exitosos y referentes de la disciplina, anunció su descenso voluntario a la Primera B, dejando sin trabajo a sus futbolistas profesionales y encendiendo alarmas sobre la viabilidad de la profesionalización en el país.
La decisión, justificada por el club como una estrategia para “optimizar recursos y fortalecer su estructura institucional”, es un síntoma evidente de una crisis estructural en el fútbol femenino argentino. Una disciplina que, lejos de consolidarse como profesional, parece retroceder en su desarrollo, víctima de un sistema que no prioriza ni invierte en la igualdad deportiva.
‼️ #UAIUrquiza DECIDE BAJARSE DE CATEGORÍA en el #futbolfemenino.
— La Natu del Pueblo ⭐🌟⭐ (@natumader) January 9, 2025
‼️ Lo que les impone #AFA a nivel contractual no lo pueden solventar económicamente y bajan a la PrimeraB.
‼️ El 2° equipo del siglo que más goles gritó, deja sin trabajo a sus futbolistas profesionales. pic.twitter.com/kwytnzQ2fa
De la cima al abismo: el caso de UAI Urquiza
UAI Urquiza no es cualquier club. Desde la profesionalización del fútbol femenino en 2019, su historia ha estado llena de éxitos: seis títulos en la máxima categoría, un tercer puesto en la Copa Libertadores y un semillero que nutrió a la Selección Argentina con jugadoras como Florencia Bonsegundo, Aldana Cometti y Mariana Larroquette.
Sin embargo, detrás de esta aparente estabilidad, el club ya había mostrado fisuras en su compromiso con la profesionalización. En enero de 2019, desvinculó de manera abrupta a Macarena Sánchez, una de las principales impulsoras de la lucha por los derechos laborales de las futbolistas. Ahora, seis años después, decide abandonar la Primera División, dejando en evidencia las enormes dificultades económicas y estructurales que enfrentan los clubes.
Un modelo profesional que no se sostiene
El caso de UAI Urquiza no es aislado, sino un reflejo de un sistema que no ofrece garantías reales para la sostenibilidad del fútbol femenino. Mientras en otras partes del mundo las ligas femeninas crecen en popularidad, inversión y competitividad, en Argentina las instituciones siguen luchando por sobrevivir en un entorno hostil:
- Falta de inversión: Los clubes no reciben los recursos necesarios para sostener planteles profesionales.
- Ausencia de visibilidad: Sin transmisiones regulares ni espacio en los medios, el fútbol femenino sigue siendo invisible para el gran público.
- Condiciones laborales precarias: Muchas jugadoras aún enfrentan contratos mínimos o directamente informales.
En este contexto, la decisión de UAI Urquiza de bajar de categoría plantea una pregunta urgente: ¿cómo esperan las autoridades del fútbol argentino que la profesionalización avance si no hay un plan integral que garantice la sostenibilidad económica y el desarrollo deportivo?
Sin inversión ni políticas claras, no hay futuro para la disciplina
La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y el Estado tienen una responsabilidad ineludible en esta crisis. La profesionalización del fútbol femenino no puede depender únicamente de la buena voluntad de los clubes, muchos de los cuales operan en condiciones económicas extremadamente precarias.
Es necesario:
- Aumentar la inversión: Implementar un fondo específico para el desarrollo del fútbol femenino, que permita a los clubes sostener planteles profesionales y mejorar sus infraestructuras; porque la mayoría de ellos no destinan los fondos necesarios.
- Garantizar visibilidad: Exigir que los torneos femeninos sean transmitidos en plataformas nacionales y promocionados en medios tradicionales.
- Fortalecer los derechos laborales: Asegurar que las jugadoras cuenten con contratos dignos, salarios acordes y condiciones de trabajo justas.
La crisis del fútbol femenino argentino se enmarca en un modelo que no ha logrado generar fuentes propias de ingresos. La escandalosa frase de Juan Sebastián Verón, presidente de Estudiantes de La Plata, en 2022 vuelven a tomar relevancia : “Imagínense lo difícil que sería para el fútbol masculino si no tuviera los ingresos que tiene hoy. El fútbol femenino debe tener su misma fuente de negocios para poder reinvertir, sino es muy difícil porque el club se carga de los costos. Sea el fútbol femenino o los demás deportes.”
Esta frase cobra especial relevancia hoy, en un contexto donde incluso clubes históricos como UAI Urquiza no logran sostener los costos mínimos de su plantel profesional. La realidad es que el fútbol femenino, a diferencia del masculino, no cuenta con ingresos significativos por derechos televisivos, sponsors ni recaudación en partidos, dejando a los clubes sin recursos para sostener la actividad.
La falta de un modelo de negocio para el fútbol femenino no es casualidad, sino el resultado de un desinterés estructural de las instituciones deportivas y de la AFA por potenciar la disciplina. Mientras no se implementen políticas claras que permitan generar ingresos y redistribuirlos equitativamente, el desarrollo seguirá siendo una utopía.
El mensaje de Verón desnuda el desinterés y la urgencia de discutir profesionalizar no solo a las jugadoras, sino también la gestión del fútbol femenino. Sin inversión ni estrategias comerciales específicas, será imposible garantizar su sostenibilidad a largo plazo, y casos como el de UAI Urquiza seguirán siendo la norma y no la excepción.
Cuando los números no cierran, las futbolistas pagan el precio
El descenso de UAI Urquiza no solo afecta a una institución, sino también a las jugadoras, cuerpos técnicos y familias que dependen de este deporte. La decisión deja a decenas de futbolistas sin trabajo, muchas de ellas con contratos que ya eran insuficientes para cubrir sus necesidades básicas.
Es imprescindible denunciar esta precarización como parte de un problema sistémico: la histórica invisibilización de las mujeres en el deporte y la falta de políticas públicas que prioricen la equidad de género en todos los niveles.
El descenso de UAI Urquiza debe encender las alarmas en el fútbol femenino
Lo ocurrido con UAI Urquiza debe ser un punto de inflexión. No podemos permitir que el fútbol femenino en Argentina siga retrocediendo mientras en el resto del mundo avanza a pasos agigantados. Este es el momento de exigir un compromiso real con la profesionalización, con políticas que no solo sostengan la categoría, sino que impulsen su crecimiento.
Porque el fútbol femenino no es un lujo ni una moda: es un derecho. Y como tal, merece inversión, visibilidad y respeto. Sin eso, el futuro de la disciplina estará condenado al olvido.