Acaba de llegar Pinocho de Guillermo Del Toro a Netflix y ya se encuentra entre sus tendencias, cosa que no debería de sorprender de una obra tan cargada de emociones, belleza visual y, algo en lo que se diferencia del resto de las adaptaciones que la precedieron, un contexto social tan real, donde la fantasía de los cuentos choca con la realidad y en un sentido con un mundo capitalista.
Esta obra en stop motion que llevó 15 años realizar no es la primera con estas características del director. Ya en 2006 se estrenaba El Laberinto del Fauno, situada en la España franquista y de la guerrilla republicana y que trata de las aventuras de Ofelia, una niña de 13 años que atraviesa pruebas en un mundo de fantasía mientras lidia con un padrastro capitán del ejército y la guerra civil. También podemos recordar The Shape of Water de 2017, film romántico donde Elisa, la protagonista, se enamora de una criatura acuática humanoide que está siendo disputada entre estados unidos y la Unión Soviética en plena guerra fría.
Es en ese sentido que Del Toro estrena esta nueva película que según Stephen King es «pura magia» y tiene razón, pues la película no solo trata de «padres imperfectos e hijos imperfectos» como dice en un momento Sebastián Grillo, sino que se ambienta en la Italia Fascista de Mussolini, en plena Guerra Mundial. Se refleja lo despiadado del fascismo y como suprime la libertad de expresión y todo intento de arte lo reduce a idealizar a sus dictadores, los horrores de las guerras imperialistas y como personajes como Geppetto y Pinocho las aborrecen. También se tratan temas como la muerte y la aceptación de la misma de una forma que, sin dejarte con mal sabor, atraviesan los protagonistas.
Sumado a la vuelta de tuerca que le da la animación en stop motion es que se logra reinventar la historia original de Carlos Collodi. Ideal para verla con lxs más pibes pero también apreciarla como adultos.
Francisco Pardo