lunes, 6 mayo 2024 - 09:03

Movimientos de personas autoconvocadas. ¿De qué se trata?

Compartimos estas notas que nos hiciera llegar Marcelo Gil desde Mar del Plata, con sus opiniones en torno a estos temas de actualidad

Estos movimientos están en los inicios de las mayores revueltas, sus reclamos comienzan por medidas de aumentos o recortes que forman parte de planes de ajuste que llevan tiempo aplicándose. Los grupos levantados generalmente están formados por jóvenes, minorías o un sector sensible de la estructura socio-sanitaria que históricamente han sido despreciados. Casi se podría decir, sin intenciones de un giro poético, que sus fuerzas derivan de sus debilidades: sin organización, carentes de centralidades para la toma de decisiones, imprevisibles en su desarrollo, con consignas y demandas apenas sobre el presente, sin líderes o impulsores, moviéndose entre los espacios vacíos que las grandes identidades políticas creían propias de los más sedentarios burgueses.

Hasta el momento tenemos un movimiento fundado en el encuentro frágil y por una experiencia de contexto. Es un colectivo definido por las relaciones establecidas en el aquí y ahora de una reacción desobediente a alguna medida/precarización de las muchas ya acumuladas.

Algo que nos sorprende favorablemente es que la reacción, caracterizada mediáticamente como transgresión y vandalismo, da cuenta de un límite a la pérdida de autonomía. Las políticas neoliberales avanzan como si actuaran sobre poblaciones inermes hasta que tocan la resistencia a entregar todo sin reaccionar. Es cierto también que quien reacciona lo hace sin un proyecto a alcanzar, sus objetivos se construyen en el hacer mismo de la revuelta. Es verdaderamente una potencia muy intensa pero que puede consumirse en el acto.

Sin embargo, antes de entrar en las críticas a estos movimientos reconozcamos sus virtudes. La mayor de ellas, es que son formas de resistencia y subversión nacidas en el mismo ambiente de sentido de las fuerzas de opresión y control. Esta conexión profunda les permite ser real y pragmáticamente opositores y confrontativos. Otra virtud podría ser la mencionada arriba: volver en fuerza lo que denota debilidad.

Tanto la reacción a la pérdida de la autonomía como esta última transformación mencionada, las aprendí en el campo de la discapacidad. La primera, cuando les profesionales poco comprometidos llamaban transgresión y cerraban su análisis sin recuperar la autonomía latente. La segunda, porque la experiencia de discapacidad es una experiencia específica de la precariedad y fragilidad a la que todas las personas estamos entregadas. Es decir, a través de la discapacidad te das cuenta que todos los cuerpos son vulnerables, limitados e interdependientes; pero unas políticas capacitistas y discafóbicas reparten privilegios para que haya olvido y rechazo de la discapacidad como posibilidad de cada une.

Mucho más no se puede avanzar sobre estos movimientos que van siendo mientras crecen. Tal vez permanecer en el compromiso de aprender desde la contingencia, el acontecimiento, la coyuntura y lo inesperado puede ser la nueva forma de rebeldía, revolución e insurrección que en el pasado tomó otros cuerpos.

Pero también puede ser un poco esclarecedor escuchar cómo definen a estos movimientos desde la derecha. Recientemente, el ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe, describió lo que está actualmente sucediendo caracterizándolo como “revolución molecular disipada”.

Esta definición es reformulación del concepto del psicoanalista francés Felíx Guattari en La revolución molecular de 1977. Esta rara combinación de un pensador y militante de izquierda, en boca de la derecha más rancia es difícil de atravesar, pero posiblemente nos deje algunas ideas para discutir. Uribe repitió lo que escuchó del entomólogo y publicista chileno Alexis López Tapia, un teórico y autodeclarado miembro neonazi.  El chileno señaló que la protesta social en Colombia cumple con las características de la revolución molecular disipada.

¿Y a qué se refiere con eso? A “llevar a cabo un nuevo modelo de acción revolucionaria horizontal, que normaliza de manera gradual y cotidiana disposiciones y conductas en orden de alterar el estado de normalidad social del sistema dominante, con el objetivo de ser derogado y sustituido«. Según este teórico de ultra derecha, su activación es como microguerrillas urbanas, que atacan en cientos de frentes distintos, haciendo imposible su contención.

Hasta aquí tiene cierto interés su descripción, pero pronto empieza a construir una criminalización inherente a estos movimientos y define a la protesta social como la “resistencia”, que lleva a la desobediencia civil. “Este último concepto lo conecta con la insumisión, donde asegura que ya se destapan las cartas de los colectivos sociales y de derechos humanos (que para él no son otra cosa que las bases ideológicas del comunismo y el anarquismo) llevando a la población “ignorante” a la insubordinación y el rechazo de toda forma de orden preestablecido”.[i]

En este punto concentran su respuesta militarizada de represión. Podríamos sospechar que en la sociedad toda circulan estas ideas, con su mezcla tendenciosa y perversa agitada por los medios. Pero en las masas movilizadas la experiencia de una revolución molecular es tal vez más cercana a la idea de Guattari y su desafío es enfrentar y revertir no solo los ataques represivos, sino la tergiversación de lo que las moviliza.

Discutir, pensar y crear desde esta materia prima en constante cambio debe ser nuestra preparación y enfoque. Como aparece en el libro mencionado, a través de una frase de Gilles Deleuze: “No hay tiempo para la espera o para el temor, hay que buscar nuevas armas”.


[i] https://www.semana.com/nacion/articulo/a-que-se-refiere-uribe-con-revolucion-molecular-disipada/202152

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