El martes que pasó Alberto Fernández abrió la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en Buenos Aires. El discurso de apertura, fue la última actividad que el mandatario argentino hizo en calidad de presidente pro tempore de la Celac, ya que ahora será reemplazado en el cargo por su par de San Vicente y las Granadinas, Ralph Everard Gonsalves. Al final del día se firmó una declaración en acuerdo de los países que participaron de la jornada. Más allá de las críticas correctas a sectores de ultraderecha, ningún presidente atinó en ningún momento a denunciar el gobierno antidemocrático y represivo de Dina Boluarte en Perú, responsable de 60 personas asesinadas.
Como era de esperar el discurso de Alberto, con tono electoralista, buscó polarizar con la extrema derecha del continente. Ya el lunes había hecho referencia a la herencia que Bolsonaro había dejado durante su gobierno. Ayer, otra vez, repudió esa experiencia política, haciéndola responsable del intento de golpe que existió en Brasil. También sumó al repaso de las acciones golpistas lo que fue el gobierno defacto de Jeanine Añez en Bolivia. Y también agregó, como parte del accionar de estas fuerzas, la denuncia al intento de atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. Para concluir, sintetizó estas denuncias en la siguiente idea: “la democracia está en riesgo” por “sectores de ultraderecha que se han puesto de pie y amenazan a nuestros pueblos”.
Sin dudas que la existencia de estos fenómenos políticos son innegables, la polarización social y política, como fenómeno mundial, es algo tangible en nuestra región. Lo que omitió Alberto Fernández, es que el nacimiento de las mismas tiene mucho que ver con los resultados de los gobiernos que el mismo considera como “progresistas”. La defensa de lo que él llama democracia, que no es más que una democracia capitalista, retaceada de derechos para los pueblos, es la garantía de los negocios capitalistas sin modificar nada de la estructura heredada del neoliberalismo en los ’90. Un modelo que ataca permanentemente las condiciones de vidas de las mayorías.
Fernández también recalcó que el fin de su mandato en la Celac se da con: “la tranquilidad de haberle dicho al norte que mientras en el norte vuelan misiles, en el sur se profundiza el hambre”. Nuevamente, como en los fragmentos citados anteriormente, el discurso estuvo cargado de verdades parciales. Lejos de recordar que él gobierna, como los 33 presidentes que lo acompañaron, hizo la vista gorda de sus propias políticas que llevaron a Latinoamérica a ser calificada como la región más desigual del mundo. Omite, sin vergüenza alguna, el cumplimiento de un plan de gobierno dictaminado por el FMI, tras haber convalidado una deuda ilegítima de una fuerza de derecha. Elemento que en muchos países vecinos se repite y las fuerzas “progresistas” lejos están, siendo gobierno, de desconocerlas como una medida soberana en defensa de los recursos saqueados.
Luego del discurso inaugural, ya en la discusión que se dio en la elaboración del documento que los mandatarios terminaron consensuando, Fernández, según lo que relata Melisa Molina en Página 12, dijo: “el mundo está necesitando hoy energía y alimentos y América Latina y el Caribe puede ser proveedora de ambas cosas”. Y sumó: “debemos unir esfuerzos para lograr esa integración energética”. No hace falta entender mucho para darse cuenta que es un llamado para continuar con la reprimarización de la economía que sufre la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños. Más queda explícito este deseo del presidente argentino, si tomamos en cuenta su actividad del lunes donde, junto con Lula, mostró como avance la explotación de Vaca Muerta. Una política que, por lejos, es repudiada por los sectores de derecha que ayer se denunciaron.
Además, es una orientación al servicio de las demandas imperiales que también denunciaron con doble vara en esta cumbre de la Celac. Mientras rechazaban los bloqueos de Cuba y Venezuela, promueven la explotación de recursos naturales, como el litio, para contentar las exigencias y expectativas que Estados Unidos y fueron dichas con la literalidad más cruda por parte de la Jefa del Comando Sur de ese país, Laura Richardson.
La defensa de la democracia y sus instituciones, como lo remarcó Alberto, parece contemplar un cónclave de la derecha en la región. Ya que, en su preocupación por la avanzada conservadora, no denunciaron absolutamente ni por asomo el accionar del gobierno de Dina Boluarte en Perú. Un gobierno ilegítimo, antidemocrático, amparado en las fuerzas represivas que ya asesinaron a más de 60 personas y se apoya en la nefasta institución del Congreso fujimorista. De esto, ni una palabra.
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Contraria a esta posición donde prima el doble discurso por parte de los “progresismos”, mientras se realizaba la Cumbre de la Celac, con una posición clasista, el FIT-Unidad movilizó en defensa en defensa del pueblo peruano. Lejos del silencio cómplice que mostraron los presidentes reunidos, Cele Fierro, en representación del MST y la LIS, remarcó que: “Es momento de multiplicar la solidaridad internacional con la heroica resistencia del pueblo de Perú y repudiar la represión, por eso esta acción es necesaria. La única salida es defender la coordinación de los sectores en lucha para arrebatar con la movilización una Asamblea Constituyente, libre y soberana en el camino de que gobiernen de una vez por todas quienes nunca gobernaron, las y los trabajadores”.