viernes, 4 octubre 2024 - 14:55

Aniversario del nacimiento de Mario Benedetti. El lado militante del corazón

“…no me ensucie las palabras

no les quite su sabor

y límpiese bien la boca

si dice revolución”.

Para muchos de nosotros, militantes de izquierda, Mario Benedetti puso poesía a nuestras convicciones. Poesía que sus detractores calificaron de cándida o cuasi escolar, pero que se convirtió en la música de fondo de generaciones que hicieron suya la consigna de “tomar el cielo por asalto”.

Esa música de fondo se hizo canción e imagen en la voz de Joan Manuel Serrat, en el emocionante trabajo discográfico El sur también existe, que confirmaba el potencial musical de la poesía de Benedetti. Algo que ya había insinuado su trabajo a fines de los años 70 con ese otro gran militante y cantor popular, Daniel Viglietti, con quien realizó A dos voces, un recital de poesía y música estrenado por primera vez en México en 1978, y luego en el Estadio de Obras Sanitarias de Buenos Aires (1984), para finalmente presentarse en el cine 18 de julio de Montevideo (1985).

Nacido en 1920 en una localidad del interior al norte de Montevideo, República Oriental del Uruguay, Benedetti fue escritor, poeta, dramaturgo, periodista y, sobre todo, militante de la vida. Su producción literaria, compuesta por más de ochenta libros, varios traducidos a más de veinte idiomas, incluye poemas, prosa, cuentos, novelas y ensayos, así como obras de teatro. Recibió numerosos premios, entre ellos el Premio Internacional Menéndez Pelayo en 2005, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999 y el Premio Iberoamericano José Martí en 2001.

Su vida y obra son de tal magnitud que desbordan cualquier ensayo enciclopédico, evidenciando la dimensión de alguien fiel a su tiempo y a sus compromisos. Meses antes de morir, en mayo de 2009, publicó Testigo de uno mismo, escrito en verso, y antes de su fallecimiento trabajaba en un nuevo libro de poesía titulado Biografía para encontrarme.

Unos años antes, la muerte de su esposa Luz López tras seis décadas de matrimonio —varias de las cuales pasaron separados debido al exilio impuesto por la dictadura militar uruguaya— fue un duro golpe para Benedetti, quien confesó que lo sobrellevó escribiendo.

El escritor

Para muchos, Benedetti fue el autor más prolífico de la literatura uruguaya, con trabajos traducidos a varios idiomas. En sus novelas explora la naturaleza humana y retrata a la clase media, en particular a los burócratas. En muchas ocasiones no elude ni disimula su compromiso político con los movimientos de izquierda.

Su opción estética literaria nunca se contrapuso a su posicionamiento ético. “Si el arte por sí solo no derriba tiranías —escribió una vez— ha sido, sin embargo, a través de la historia, un elemento nada despreciable en cuanto a su capacidad de convertir en imágenes, en color, en certero pensamiento, ciertos principios rectores de los pueblos”.

Ningún género literario le fue ajeno en una carrera impresionante que se observa desde sus orígenes. Poemas de la oficina para la poesía, Montevideanos, en la narrativa, y El país de la cola de paja, en el ensayo de ideas, forman un tríptico que instala los ejes de una literatura construida en el inconformismo, la crítica social, la desacralización del arte y la apuesta por la comunicación con sus lectores.

El devenir de su obra denota la riesgosa elección de una compleja sencillez, de hablar de manera sencilla y profunda a la vez, pensando en quien lo lee y no en preciosismos estilísticos. Fue ante todo un lector incansable, voraz, atento y exhaustivo, que no se resignaba a la relectura.

En sus poemas, cuentos y novelas Benedetti construye sobre la realidad antes que sobre la palabra. Sus obras denotan el interés por establecer un clima en el que el lector se sienta parte de un diálogo con el autor, provocando un aprendizaje recíproco.

Esa escritura amena, centrada en la comunicación, ejerce un poder de seducción sobre sus lectores, borrando distancias geográficas o generacionales. Esto es consecuencia de haber internalizado la noción de que nada de lo humano le es ajeno.

Es uno de los autores más leídos en todos los países: su obra abarca todas las edades y ningún sentimiento o circunstancia es ajeno a su escritura. La diversidad de estilos y formatos en su producción literaria, sobre todo a partir de la prosa, hizo que el trabajo de Benedetti estableciera un gran vínculo con el cine. Esta relación dio lugar a 10 largometrajes y 12 cortometrajes.

Uno de los puntos más altos de esta sinergia fue cuando Sergio Renán dio su primer paso como director adaptando La tregua, la segunda novela de Benedetti, publicada en 1960. La versión cinematográfica de La tregua se convirtió en el primer film argentino nominado al Oscar en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera, aunque tuvo la mala fortuna de competir con Amarcord, de Federico Fellini, que finalmente se llevó el premio.

Más cercano en el tiempo, el director argentino Eliseo Subiela realizó El lado oscuro del corazón. El guion de la película, escrito por el propio Subiela, incluía poemas de Oliverio Girondo, Juan Gelman y Mario Benedetti. El film además contó con la participación del propio Benedetti, quien interpretó a un fugaz pero muy reconocible e ingenioso personaje: un marinero que recita unos versos en alemán a una mujer en una cantina portuaria. La película se convirtió en una de las más vistas del cine argentino en la última década del siglo XX.

El militante

Benedetti puede abordarse desde muchos puntos de vista, ya que es un escritor lleno de matices y desplazamientos literarios que diversifican sus perfiles: poeta, ensayista, novelista y cuentista. Sin embargo, hay un aspecto en el que su obra y la recepción de la misma se explican definitivamente: su militancia política.

Comprometido con las causas de su pueblo y fiel a su época, Benedetti fue durante toda su vida un militante político, con o sin partido. Quizás debido a esto su trabajo fue desvalorizado durante algún tiempo por algunos grupos. Así, a fines de los setenta, con su obra El escritor latinoamericano y la revolución posible, entró de lleno en lo que muchos llamaron despectivamente “literatura panfletaria”.

En 1958, participó activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos, su primera acción pública como militante.

Posteriormente, 1960 es una fecha significativa en su trayectoria personal y política. Después de pasar cinco meses en Estados Unidos —que según él “se le atragantó” por múltiples motivos como el racismo y la desigualdad—, se adhiere abiertamente al grupo de intelectuales afines a la Revolución Cubana. Desde esa postura escribe su primer texto explícitamente comprometido, El país de la cola de paja (1960).

A partir de ahí, su participación política aumentó y vivió tiempos de intensa actividad intelectual y militante: lideró el Movimiento de los independientes del 26 de marzo, que luego se integró al Frente Amplio, alternativa a los dos clásicos partidos burgueses uruguayos: el Blanco y el Colorado. Tras el golpe de Estado en Uruguay el 27 de junio de 1973, renunció a su cargo en la universidad y debió abandonar el país, comenzando un largo exilio de casi 12 años. Primero en Buenos Aires, luego en Perú donde fue detenido, deportado y amnistiado, para después instalarse en Cuba en 1976. Al año siguiente, se trasladó a Madrid, España. Fueron 10 largos años alejado de su patria y de su esposa, quien permaneció en Uruguay cuidando a las madres de ambos. A este proceso lo bautizó como “desexilio”: una experiencia con huellas tan profundas en lo vital como en lo literario.

En la calle, codo a codo…

“…te quiero en mi paraíso

es decir que en mi país

la gente viva feliz

aunque no tenga permiso”.

Se ha dicho que Benedetti era el poeta del amor. Es cierto que quienes habitan el idioma español eligen, desde hace más de cuatro décadas, los versos de Benedetti como el marco literario de sus amores y desamores. Pero no es el poeta del amor a secas, ni mucho menos del amor cortés. Es el poeta del amor igualitario, cómplice, con riesgo y vehemencia.

En sus versos no hay nunca mujeres que callen o estén como ausentes; sino, por el contrario, mujeres dispuestas a luchar hasta las últimas consecuencias. No son las mujeres que exaltaron Rubén Darío o Bécquer; no son princesas, ni adornos, ni sumisas. Son mujeres dispuestas a tomar en sus manos exactamente la mitad de todas las responsabilidades de este mundo. Benedetti es el poeta de esas historias, el poeta del amor militante, el amor entre camaradas.

A los más jóvenes que leen esta efeméride quizás le acerque a alguien desconocido, algo arcaico, y ese es quizás el único motivo de estas ociosas líneas: anda, búscalo, léelo, recítalo, cántalo, critícalo… y en cada acto, cada marcha, vendrán a tu memoria como un letargo o un conjuro esos versos que fueron poema y bandera de más de una generación de militantes:Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.

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