El diputado liberal, que construyó su carrera denunciando la corrupción y el clientelismo, aparece ahora señalado por la Justicia por haber viajado 35 veces en aviones de Fred Machado y por una transferencia de 200 mil dólares vinculada al narco.
Negocios en el aire
El caso de José Luis Espert desnuda una de las contradicciones más profundas de la política argentina reciente. Mientras el diputado se presentaba en 2019 como la voz de la “pureza” contra la casta y los privilegios, la Justicia confirmó que realizó 35 vuelos en aviones ligados a Fred Machado, un empresario vinculado al narcotráfico.
Lejos de ser un vínculo circunstancial, Espert compartió varios de esos viajes directamente con Machado. La foto de ambos en Bahía Blanca, en plena campaña presidencial, lo deja sin margen para seguir sosteniendo el relato de la distancia o el desconocimiento.
A esta trama se suma una transferencia de 200.000 dólares detectada por el Bank of America, atribuida a una socia del empresario. Aunque Espert intentó justificarla como parte de supuestas consultorías privadas, la coincidencia temporal con su campaña y la relación con Machado refuerzan las sospechas de aportes encubiertos e ilegales.
La escena resulta elocuente: un dirigente que denunciaba el despilfarro estatal y prometía terminar con los privilegios de la política, viajando en aviones privados costeados por un empresario cuestionado, y recibiendo fondos cuya procedencia no logra aclarar.
El “anticasta” aparece, paradójicamente, haciendo uso de los mismos beneficios opacos que tanto cuestiona en otros. La investigación de la Justicia no sólo compromete la legalidad de su financiamiento, sino que erosiona la credibilidad de su discurso público.
En primera instancia, el candidato debería perder la presidencia de la Comisión de Presupuesto del Congreso, como así también su lugar en el recinto. Además, ante tanta evidencia, no hay otro lugar para el ahora diputado que la cárcel.
