domingo, 8 junio 2025 - 04:07

Estados Unidos. El fin del “bromance” Musk-Trump

El breve paso de Elon Musk por la Administración Trump sintetiza tanto el carácter reaccionario del proyecto trampista como sus contradicciones y límites. El magnate tecnológico, que se sumó a la campaña de Trump en 2024 y luego a su gobierno, terminó eyectado en medio de un cruce público con el presidente.

Tras años de ambigüedad política, Elon Musk dio un giro decisivo al alinear sus empresas y su imagen pública con la campaña de Trump. Desde su red social X (ex Twitter), defendió la candidatura del republicano con un discurso «anti-woke», nacionalista y tecnocrática y se ubicó como expresión más abiertamente de extrema derecha que el propio Trump.

En algunas de sus primeras acciones políticas, Musk puso a prueba los límites de lo admisible, con su notorio saludo nazi, por ejemplo. Su participación en un acto electoral de la ultra derechista Alternativa por Alemania también sondeó esos límites. El objetivo de estas provocaciones era medir el alcance del giro a derecha del espectro político burgués para calcular la magnitud del ajuste que sería posible aplicar contra las masas trabajadoras.

Se empieza a evidenciar que Musk sobreestimó esas posibilidades cuando sostuvo que iba a recortar un tercio del presupuesto federal. También parece haber apostado a lograr políticas específicas a su favor: desregulación ambiental y laboral para Tesla, contratos multimillonarios para SpaceX, ventajas regulatorias para X y sus otras empresas tecnológicas, como Neuralink y xAI. A cambio, ofrecía al trumpismo su capital político y mediático, sus recursos tecnológicos y una plataforma desde la cual amplificar la agenda reaccionaria, además de los millones de dólares que aportó a la campaña.

Tras la victoria electoral, se integró como asesor informal, sin cargo formal, pero con acceso directo y amplios poderes para encabezar el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), creado a su medida. De hecho, el acrónimo deletrea el nombre de la moneda digital que Musk apoyó en 2020, en otra estafa de sus estafas millonarias.

La comisión asesora presidencial tenía el objetivo de reestructurar el gobierno federal, eliminar regulaciones y reducir gastos para aumentar la eficiencia gubernamental. Desde su posición, Musk propuso la ambiciosa meta de recortar al menos $2 billones del gasto federal, un tercio del total, consolidando agencias y eliminando programas considerados innecesarios.

Cerró la agencia estatal USAID que manejaba el grueso de la ayuda internacional que otorgaba el país, por ejemplo de comida y medicamentos a las regiones más pobres del mundo. El ahorro estimado es de $30 mil millones. Canceló los contratos relacionados con diversidad, equidad e inclusión, recortando otros $15 mil millones. Recortó otros $10 mil millones despidiendo a decenas de miles de trabajadores estatales.

Las medidas crueles de DOGE intensificaron el sufrimiento de los más vulnerables mientras no representaron ningún recorte significativo del presupuesto, lo cual comenzó a ser visto como un fracaso de Musk.

Mientras tanto, Musk expresó críticas a la política arancelaria del presidente, reflejando las contradicciones y choques de intereses entre los sectores burgueses que sostienen al gobierno. En lugar de medidas que beneficien a las empresas de Musk, Trump estaba implementando varias que lo perjudicaban.

El choque inevitable llegó cuando Trump presentó su ley de Presupuesto, su “Ley Grande y Hermosa” que, a contramano de la supuesta política de austeridad, aumenta significativamente el gasto y el déficit.

Musk criticó el proyecto de ley públicamente, calificándolo de «abominación repugnante» debido a sus gastos superfluos. Trump reaccionó con furia, lo acusó de traición y lo desplazó de la dirección de DOGE. Musk sostuvo que Trump no hubiera ganado la elección sin su apoyo. Trump amenazó con cancelar los contratos estatales con Tesla y Musk amenazó con cancelar los contratos de SpaceX con el Estado. Además de infantil, el cruce de magnates deja al descubierto los verdaderos negociados en pos de cuales se definen políticas que hunden a millones en la pobreza.

En fin, el experimento Musk-Trump terminó en un rotundo fracaso. Así como los comienzos de este “bromance” revelaron el carácter reaccionario y oligarca del proyecto de Trump, el desenlace muestra sus contradicciones y límites.

La principal potencia imperialista del mundo lleva décadas retrocediendo ante competidores regionales y China a nivel global. La burguesía yanqui ha aceptado que no le sirve más el orden anterior pero no encuentra una orientación clara. Le han dado a Trump margen para probar su propuesta pero a cada paso chocan intereses cruzados entre ellos. Y en lo más profundo, los cálculos de cuánto pueden incrementar la explotación de las masas trabajadoras no parecen coincidir del todo con la confianza con la cual Trump arrancó su segundo mandato.

Por Vince Gaynor

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