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Recientemente, el presidente argentino, Javier Milei, ordenó la retirada de la delegación argentina de la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, la conferencia internacional sobre el cambio climático. En esta medida se revela no solo el desprecio del gobierno a una tarea básica y elemental de la burguesía: la diplomacia, sino su negativa a reconocer la crisis ecológica que asola al planeta. La narrativa de Milei, que califica al cambio climático como una invención socialista, deja al descubierto su postura negacionista y alineada con los sectores más ultraderechistas de la política internacional, inspirados en figuras como Donald Trump.
La ciencia no es socialista: la crisis climática es real
La crisis climática es un hecho científicamente demostrado. Desde los incendios en California y Australia hasta las recientes inundaciones en Valencia y Mallorca, el clima está experimentando un desbalance extremo que ya afecta a comunidades y ecosistemas en todo el mundo. Este fenómeno no es obra de ideologías, sino de la lógica capitalista de hiperproducción que explota sin límites los recursos del planeta en función de la ganancia. Este “capitalismo fósil” convierte la naturaleza en mercancía, socava los ecosistemas y genera, cada vez con mayor frecuencia, eventos climáticos extremos que ponen en riesgo vidas y medios de subsistencia.
Afirmar que la crisis climática es un “invento socialista” no solo es irresponsable, sino que desestima décadas de consenso científico. Investigaciones de instituciones climáticas internacionales evidencian que la actividad humana, y en particular la explotación de los combustibles fósiles, es la principal causante de este desbalance. La máquina capitalista que “todo lo devora” es incompatible con la sostenibilidad, y cualquier intento de desacreditar esta realidad solo perpetúa la destrucción.
Trump y Milei, duo negacionista
Milei se suma a la corriente de líderes de ultraderecha que siguen el modelo de Donald Trump. Durante su primer mandato, Trump sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París y promovió políticas que incentivaban la extracción de recursos en áreas protegidas; ahora, vuelve a amenazar con hacer lo mismo. El desmantelamiento de políticas ambientales en favor de intereses corporativos ya es un hecho, y entre sus planes figura permitir más perforaciones y minería. Trump también pondría fin a la pausa en el otorgamiento de permisos para nuevas terminales de exportación de gas natural y revocaría una exención que permite a California y a otros estados tener normas de contaminación más estrictas.
Siguiendo este ejemplo, Milei da la espalda a las responsabilidades ambientales de Argentina y se alinea con los intereses de la ultraderecha global. En su afán por desregular y cumplir a rajatabla con los tiempos y condiciones del FMI, el gobierno de Milei replica el enfoque de Trump, rechazando los límites de explotación en nombre de una “libertad” económica que privilegia el lucro corporativo por sobre el medioambiente y la población.
La contradicción de Milei: Bakú, el modelo de lo que emula
Resulta irónico que Milei se retire de la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, un país cuyo régimen autoritario y ultracapitalista tiene notables similitudes con el modelo que el propio Milei emula. Con una economía sostenida en gran medida por la explotación de recursos energéticos y un gobierno represivo que limita las libertades democráticas y reprime la disidencia, Azerbaiyán encarna muchos de los principios que Milei promueve: una “libertad” orientada a la desregulación extrema y la maximización del beneficio privado, incluso a costa del bienestar colectivo.
Desde la privatización de tierras agrícolas y pequeñas empresas hasta la venta de grandes empresas estatales en 2000, Azerbaiyán ha seguido un camino de desregulación y entrega de sus recursos estratégicos a manos privadas. Su economía, basada en las reservas de petróleo del mar Caspio y explotada en colaboración con multinacionales occidentales, sostiene el poder de una élite y depende de alianzas estratégicas que refuerzan su influencia en la región. El oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, completado en 2005, es un símbolo de esta política extractivista que prioriza las ganancias empresariales sobre el bienestar del país y sus ciudadanos.
En su rechazo a la cumbre climática, Milei parece ignorar que Azerbaiyán representa precisamente ese modelo de ultraderecha económica y autoritarismo político que él mismo alaba y busca imponer en Argentina, consolidando una economía dependiente de los intereses extranjeros y orientada exclusivamente al lucro privado.
La ironía de las COP: Cumbres en regímenes autoritarios
Paradójicamente, la COP29 se lleva a cabo en Bakú, Azerbaiyán, un país donde los derechos humanos son vulnerados y los activistas ambientales son silenciados. Las últimas cumbres se han realizado en países como Dubái y Egipto, donde los gobiernos reprimen y, en algunos casos, encarcelan y asesinan a quienes se manifiestan contra sus políticas. Esta elección de sedes expone una contradicción en el propio sistema internacional: las conferencias climáticas se realizan en países que reciben financiamiento para proyectos “verdes” mientras fortalecen regímenes autoritarios y continúan en el camino de la explotación de combustibles fósiles. Esto permite a los líderes de esos países lavar su imagen mientras reprimen a sus ciudadanos y silencian cualquier voz disidente.
Además, es frecuente ver cómo las grandes corporaciones petroleras patrocinan estas cumbres, transformando la acción climática en una fachada de marketing verde. Bajo el patrocinio de los mismos intereses que agravan la crisis, estas cumbres pierden su legitimidad y son una herramienta más de Greenwashing y el capitalismo extractivo.
La voz de Greta Thunberg y el rechazo a la explotación capitalista
Frente a esta situación, figuras como Greta Thunberg se alzan en defensa del clima y en contra de la hipocresía. Thunberg, al igual que muchos activistas, se pronuncia firmemente contra el autoritarismo, el lavado verde y la explotación capitalista. Con su habitual contundencia, Thunberg ha denunciado cómo el sistema actual convierte al planeta en una herramienta de explotación, donde el poder corporativo y el autoritarismo alimentan el colapso ecológico.
Las palabras de Thunberg reflejan el sentimiento de una generación que exige justicia climática y social en lugar de la narrativa de “crecimiento” y “progreso” que beneficia a unos pocos a expensas de las generaciones futuras. La lucha no solo es contra el cambio climático, sino también contra los sistemas que lo perpetúan.