Ayer murió Manuel Carlos Antín, era el último cineasta de la maravillosa Generación del ´60 que estaba entre nosotros, pero fue mucho más que eso.
Manuel tenía dos relaciones más que importantes del mundo de la dramaturgia y el cine; Rodolfo Kuhn y Julio Cortázar fueron sus vínculos más importantes.
Kuhn fue guionista de sus primeros cortometrajes: “Contracampo” (1958) y “Luz, Cámara, Acción” (1959) y Cortázar fue la musa inspiradora de tres de sus cuatro primeras películas: “La cifra impar” (1962) basado en el cuento de Cortázar “Cartas de Mamá” y “Circe” (1964) e “Intimidad de los parques” (1965), también de Cortázar.
En el medio realiza una obra maestra, “Los venerables todos” (1962), novela propia de Manuel que se estrenó en el Festival de Cannes y que luego no tuvo estreno comercial y se encontró perdida durante décadas, hasta que el 2015, el Festival de Mar del Plata y de manera fortuita se encontró y se restauró para ser exhibida.
La generación del 60
Esas cuatro películas marcaron fuertemente un cambio en nuestro cine, construyendo en conjunto con muchos otros directores en una de las corrientes más importantes de nuestra historia: “La Generación del ´60”, que con José Martínez Suárez, el ya nombrado Rodolfo Kuhn, David José Kohon, René Mugica, Simón Feldman, Lautaro Murúa, Leonardo Favio, Hugo Santiago, Fernando Birri, entre otros, modificaron la mirada de nuestro cine que se alejaba de los estudios para salir a la calle, mostrar una Buenos Aires diferente en cada director, con un realismo mágico o con un documental realista, nos contaban historias más allá de las grandes damas y se focalizaban en el pueblo, en una sociedad en un mundo convulsionado.
La Generación del ´60 fue más que una corriente cinematográfica, fue vanguardia desde la profundidad de los diálogos (en el cine de Antín) a la crítica ácida (en el cine de Martínez Suárez), lo que generó un disputa que duró más de 50 años.
Su militancia no fue solo a través de rodajes
Manuel fue partícipe de la construcción de nuestra Ley de Cine de 1968, corriendo a la vieja guardia cinematográfica de los Estudios y sentándose a discutirle a Onganía junto con otros jóvenes de la época.
También en los ´60, filma “Castigo al traidor” (1966) basado en un cuento de otra musa inspiradora del Cine Argentino como fue Augusto Roa Bastos, luego filma una serie de documentales para televisión llamado “Los Argentinos” sobre personalidades como Benito Quinquela Martín, Ernesto Sábado, Bernardo Houssay, Amadeo Carrizo y Leopoldo Torre Nilsson, entre otros. Cierra la década filmando “Don Segundo Sombra” (1969) adaptación de la novela de Ricardo Güiraldes para comenzar una serie de películas históricas en los ´70 con “Juan Manuel de Rosas” (1972) y “Allá lejos y hace tiempo” (1978), sobre Guillermo Hudson.
Su última película también es una adaptación, esta vez de la novela homónima de Beatriz Guido, “La invitación” (1982).
Luego llegó la democracia y Manuel se sumó al gobierno de Alfonsín a cargo del INC (Instituto Nacional de Cinematografía) para eliminar la censura impuesta por el Ente de Calificación Cinematográfica que había censurado o mutilado, a través de sus dos implacables censores Ramiro de la Fuente y Miguel Paulino Tato, más de 727 películas entre 1930 y 1984. El Ente fue disuelto a través de la Ley 23.052 y a través del Decreto Reglamentario 828/1984 se constituye la CAEC (Comisión Asesora de Exhibiciones Cinematográficas) para desterrar definitivamente la censura en nuestro país.
La presencia de Manuel al frente del INC en plena democracia, le permitió al Cine Argentino volver a los festivales del mundo y favoreció en el desarrollo de las coproducciones con Europa, principalmente con España.
La humildad y el compartir como enseñanza
En 1991, su vida dió un giro de 180º, ya que fundó su propia escuela de cine: la Universidad del Cine, cuna de muchísimos cineastas de nuestro país, bastión del Nuevo Cine Argentino: Pablo Trapero, Santiago Mitre, Paula Hernández, Mariano Llinás, entre muchísimos otros.
Obtuvo numerosos premios personales y premios para sus películas pero creo que el más importante fue poder encontrarse cinematográficamente hablando después de 50 años con José Martínez Suárez, con quien compartían la misma pasión de su Racing querido pero desde tribunas distintas en el Cilindro de Avellaneda y por el cine, en un brillante documental que emociona hasta las lágrimas llamado “La Generación del ´60, la amistad que no se conocía” de María Adela González.
Este documental nos enseña que podemos pensar distinto pero si estamos del mismo lado, podemos encontrarnos, discutir las diferencias y entendernos.
Manuel, por sobre todas las cosas, tenía una humildad y una generosidad que le permitió a muchos cineastas poder llegar a la tan ansiada producción de sus películas, ofreciéndole consejos, datos útliles, equipos, película virgen, laboratorio, espacios y salas de edición para cumplir con sus sueños, logrando así que muchas películas pudieran ver la luz y que muchos directores, productores, montajistas, sonidistas, directores de fotografía, directores de arte, actores y actrices pudieran soñar.
Esa humildad y esa generosidad son parte de un ser altruista que puso por delante la formación cinematográfica de todos sus alumnos que sus intereses mezquinos empresariales, porque la Universidad del Cine no es una escuela pública y gratuita y así y todo, se abrió para que sus alumnos puedan tener la oportunidad de filmar, en fílmico y largometrajes.
Cuanto tenemos que aprender de Manuel, como director, como escritor, como cineasta pero fundamentalmente como persona.
En estos tiempos de tanto negacionismo cultural, de tanto agravio, de tanto maltrato al mundo del cine; la historia de lucha por la Ley de Cine de 1968 y la voluntad de construir nuevos cineastas que nos deja Manuel, debemos tomarla como bandera.
¡Qué viva la Generación del ´60!
¡Qué viva la Universidad del Cine!
¡Qué viva el Cine Argentino!
Nicolas Vetromile, montajista, no-docente del ENERC y miembro de la comisión interna de ATE INCAA