Esta semana que pasó, un foro de intercambio sobre recomendaciones para la apuesta en acciones en Wall Street que existe en la red social Reddit, en la cual se organizan miles de inversores financieros minoristas, fue puesto en foco por la prensa financiera y los grandes fondos buitre que actúan en la bolsa de New York. Al apostar contra estos fondos a través de algunas acciones, como la del productor de video juegos GameStop, o las de telefonía móvil BlackBerry, o la de la cadena de cines AMC, estos miles de inversores minoristas que se llaman a sí mismos “los degenerados”, salieron a la luz pública. Pusieron al borde de la quiebra a Melvin Capital, uno de los principales fondos que manejan billones de dólares, muy involucrado con las operaciones en corto de esa acción. Y de paso, obligaron a las autoridades de seguimiento de ese mercado “libre”, el casino más grande del mundo y a las principales empresas de corretaje en la bolsa a limitar las operaciones, derrumbando la ilusión de libre mercado de un soplo. La pérdida para los fondos fue de alrededor de 13.000 millones de dólares mientras que Melvin Capital tuvo que pedir a sus inversores 2.750 millones de dólares para no quebrar. Pero esta operación muestra apenas el ruido de fondo de un verdadero tsunami que podría arrastrar a Wall Street al crack.
¿El punto de quiebre?
El Financial Times y otros medios de las City de occidente reaccionaron horrorizados a este movimiento de los inversores minoristas anónimos tildando la operación de esos usuarios de Reddit de “insurrección” o “revolución” y exigiendo regulaciones para defender la institucionalidad de esos templos del capital financiero.
Pero lo que hay en el fondo no es un movimiento revolucionario de cientos de miles de jóvenes rebeldes o comerciantes ofuscados por lo que les hizo perder la pandemia. Por el contrario, la operación simultánea, si la hubo, muestra una desconexión brutal entre la economía real, y la fiesta financiera que ocurrió en 2020 y que se desarrollaba como si la bolsa de New York fuera la cubierta del Titanic.
Mientras la producción, la inversión y el empleo se derrumbaron en todas las economías del mundo a causa de las cuarentenas, cierres, aislamiento y colapso del comercio internacional y se contrajeron dramáticamente la producción y el consumo; sucedía lo opuesto para los mercados de acciones y bonos de las grandes economías. Así los índices de Wall Street terminaron el año del Covid en máximos históricos, superando luego de una caída pronunciada los niveles de pre pandemia que ya eran absurdamente altos. Esto ocurrió sin tener ninguna base de sustentación en una economía real bloqueada que solo lentamente se está reiniciando, pero con futuro incierto.
La apuesta de última hora de Elon Musk y su nave insignia Tesla, el nuevo Noé interplanetario, apostando por Bitcoin cuando su cotización empezaba a bajar, y los movimientos de otros grandes jugadores muestra que el de los “degenerados” no fue un movimiento esporádico, y que difícilmente se puedan regular esos mercados de piratas, porque va contra su naturaleza.
¿Por qué pasa?
Despejando la imagen periodística romántica que intenta mostrar a miles de jóvenes confabulados y en su mayoría anónimos, en las redes contra el gran capital, que efectivamente existen, de lo que se trata es de los límites de un capitalismo agotado, altamente dependiente de ganancias ficticias en el sistema financiero mientras que la economía real de producción y servicios no logra recuperarse de la pandemia y que ya venía en una profunda crisis mundial desde 2008.
Mientras los estados imperialistas azorados por las consecuencias de rebeliones reales las calles que se están produciendo en todo el mundo inyectan billones de dólares para enfrentar el parate económico y tratar de evitar la quiebra completa del sistema, con innumerables créditos a tasa 0 o miles de millones de dólares entregados como incentivo para tratar de mantener la estructura productiva lo más entera posible; los capitalistas se juegan esos billones en la ficticia fiesta financiera.
Los “degenerados” acaban de mostrar que no solo se puede contra los gobiernos, sino también contra esos símbolos aparentemente sagrados e imbatibles del libre mercado, la sangre y la carne del capitalismo.