A casi un mes del tour al penal de Ezeiza que realizaron los diputados del oficialismo, Beltrán Benedit, Guillermo Montenegro, Alida Ferreyra Ugalde, María Fernanda Araujo, Lourdes Arrieta y Rocío Bonacci, con el objetivo de visitar genocidas condenados por delitos de lesa humanidad, te contamos un poco del prontuario de cada uno.
Los nombres de los peores criminales de nuestra historia
Los rostros identificados luego de que trascendiera la foto que se realizaron los diputados libertarios con los militares que fueron a visitar, pudieron ser asociados a los nombres de cada uno de ellos y por ende también a muchos de los horribles crímenes que cometieron durante la última dictadura cívico-eclesiástica-militar, de la cual el pueblo concluyó que no quería ver algo así “Nunca Más”.
Comenzando la foto, a la izquierda, se encuentra Juan Carlos Vázquez Sarmiento, alias “el Colo” fue cabo principal de inteligencia de la Fuerza Aérea, siendo parte del RIBA (Regional de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires). Es uno de los encarcelados más recientes, ya que estuvo prófugo de la justicia por 20 años. El año pasado fue detenido y condenado a 15 años por la apropiación de Ezequiel Rochinstein Tauro, hijo de María Graciela Tauro y Jorge Daniel Rochinstein, ambos secuestrados y desaparecidos tras su paso por la ESMA. Luego la Cámara Federal, que si bien ratificó la condena, la redujo con argumentos reprochables 4 años, como por ejemplo que son exagerados los quince años en términos de resocialización.
A su lado, está Mario Marcote, apodado “el cura” era policía de Santa Fe y fue parte del Servicio de Informaciones que operó en la esquina de Dorrego y San Lorenzo. Ese sitio funcionó como uno de los Centros Clandestinos de Detención más grandes de la provincia, allí “el cura”, secuestraba, torturaba, violaba y mataba. Tiene varias condenas por sus crímenes, la última de ellas, lo sentencia a cadena perpetua.
Atrás de él, se percibe el rostro de Alfredo Astiz, quien fue parte de la Armada Argentina y fue relevante en actividades de infiltración e inteligencia. “El ángel de la muerte”, utilizando como seudónimo el nombre de Gustavo Niño tuvo como una de sus misiones “la de infiltrarse en los grupos sospechosos de tener contacto con la subversión: uno de ellos, las ‘Madres de Plaza de Mayo’ y sus colaterales”, según especifica el contraalmirante Miguel Ángel Troitiño. De ese modo, se infiltró y provocó el secuestro de tres Madres de Plaza de Mayo (Azucena Villaflor de De Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco), de las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet y de otros siete activistas que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz. Fue condenado con dos cadenas perpetuas por sus horrorosos crímenes.
Delante de él, se encuentra Miguel Ángel Britos, miembro de la policía como parte de la Superintendencia de Seguridad Federal. Al igual que Vázquez, él también estuvo prófugo unos años. Al enterarse de su búsqueda, se escapó al chaco salteño, hasta que fue encontrado y condenado por cadena perpetua tras cometer crímenes catalogados de lesa humanidad.
A su derecha, se asoma Honorio Martínez Ruíz, quien fue agente de la SIDE vinculado al Centro Clandestino de Detención conocido como “Automotores Orletti” de la zona de Floresta. El apodado “pájaro” tiene cadena perpetua.
También identificamos en la imagen a Raúl Guglielminetti, compañero de Martínez Ruiz en “Automotores Orletti”. Antes de eso, el agente civil de la Seguridad de Inteligencia del Ejército fue parte de la estructura de la Triple A. Con el golpe del 76’ rápidamente se integró al ensamblaje represivo en la provincia de Neuquén, el mismo 24 de marzo, secuestró y torturó al profesor Nano Balbo, quién sobrevivió a la tortura, pero como consecuencia quedó sordo. Los secuestros y torturas los hacían en “la escuelita”, como llamaban al centro de tortura y exterminio. En su traslado a la Ciudad de Buenos Aires comienza a desempeñar sus atrocidades en “Automotores Orletti” y en otros centros clandestinos de la zona. Con la caída de los decretos de obediencia debida y punto final, el “mayor Guastavino”, como se hacia llamar, fue juzgado y condenado por sus múltiples crímenes.
Siguiendo el recorrido hacia la derecha, se encuentra Marcelo Cinto Courtaux, él fue jefe de la sección I del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo. Logró eludir a la justicia durante varios años, recién fue encontrado en el 2017. El año pasado había pedido la prisión domiciliaria, la cual fue rechazada. Su hijo fue asesor de Victoria Villarruel en el Congreso.
También se lo puede observar a Julio Cesar Arguello, ex cabo de la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense de La Plata. Fue condenado por secuestros y torturas en el juicio por los crímenes de lesa humanidad en el denominado “Circuito Camps”.
A su lado, a Manuel Cordero Piacentini, quién fue parte del Ejército uruguayo y participó en la feroz persecución, tortura y secuestro a miembros de las organizaciones de izquierda uruguaya. Fue enviado a Argentina donde participó en operativos represivos en el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) de Uruguay, antes del golpe, y posterior a él cumplió sus funciones en Argentina buscando uruguayos que se hubieran exiliado escapando de la represión en su país. Con este fin, era parte de los torturadores de “Automotores Orletti”. No pudo escapar de la Justicia y esta cumpliendo una condena de 25 años.
A la derecha, se encuentra Carlos Guillermo Suarez Mason, hijo del “pajarito” Suarez Mason y marino, que fue condenado a cadena perpetua por treinta y cuatro crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA.
En la misma imagen, esta Gerardo Arráez, alias “Nito”, quien siendo policía bonaerense integró el circuito de Atlético, Banco y Olimpo. Fue condenado por el secuestro y tortura de 285 personas.
Casi terminando la foto, está Adolfo Donda, ex marino que se apropio de su sobrina Victoria Donda, nacida en la ESMA. Condenado a principio de año, por apropiación y ocultamiento de la identidad.
El podio de las basuras humanas, lo termina Antonio Pernias, capitán de navío que integró los sectores Operaciones e Inteligencia en el Grupo de Tareas de la ESMA entre 1976 y 1980. Se encargó del secuestro y la tortura, como así también estuvo a cargo de los cautivos obligados a realizar trabajo esclavo en el sector Pecera en el ´77. Fue condenado a cadena perpetua en dos ocasiones.
Que se vayan del Congreso. El genocidio es un límite
Difícil considerar calificativos para quienes cometieron crímenes atroces en los momentos más oscuros de la historia reciente de nuestro país. Y no hay ninguna excusa que valga para que este grupo de diputados libertarios, supuestos “representantes del pueblo”, pacten encuentros con estos genocidas.
El castigo a los diputados que envalentonados por el gobierno ultraderechista de Milei realizaron la visita, no puede ser solo un repudio general, que después queda en la nada. Se tienen que ir del Congreso, ser destituidos, porque defender a genocidas es un límite político y nunca más es nunca más. Y además se precisa una profunda investigación para determinar las otras responsabilidades políticas que ampararon esta excursión. Bullrich y Martín Menem están directamente vinculados por acción u omisión, en el caso de la ministra de Seguridad y responsable del Servicio Penitenciario Federal, facilitó que se realice este encuentro de forma irregular. Tampoco podemos evitar pensar en los ideólogos pilares de la defensa a los genocidas, como Victoria Villarruel, que expresa su “leitmotiv” (como lo menciona Lilia Lemoine) en la bandera del terrorismo de Estado y el negacionismo de la dictadura. Y seguramente varios funcionarios más.
Por otro lado, es peligrosísima la agenda de trabajo libertaria que tiene como eje un proyecto de otorgarle la domiciliaria a estos tipos nefastos, debatido y diagramado con los propios genocidas en Ezeiza. No son unos pobres abuelitos, son elementos que encarnaron una de las más salvajes represiones en nuestra región. Las reservas democráticas de la sociedad tienen que actuar contundentemente para decir una vez más, como en tantas otras ocasiones: ¡Nunca más! Y no es una frase suelta, ni ningún slogan ¡no olvidamos y no perdonamos! Estas atrocidades y seguiremos luchando por el ¡juicio y castigo! A todos los genocidas.
Invitamos a todas las organizaciones de derechos humanos, sociales, sindicales, políticas y de otros sectores, a encarar en común una campaña con declaraciones, pronunciamientos y eventos unitarios, para que nunca más tengamos que ver a diputados reunidos sonrientes con genocidas y para que nadie pretenda avanzar con un proyecto de domiciliaria. Tienen que seguir todos en la cárcel.