Hoy lunes 19 de abril, en un hilo de tuits sobre producción de vacunas, el empresario Hugo Sigman, dueño del laboratorio privado mAbxience, se pregunta en forma retórica: “¿No podríamos utilizar parte del principio activo que produce mAbxience para formularlo, envasarlo y distribuirlo directamente en Argentina?” Para afirmar que no se puede, a renglón seguido responde media verdad y dos mentiras completas.
Media verdad. Según Sigman, “mAbxience no es la propietaria del principio activo, solo lo fabrica, de modo que no puede disponer del mismo como si le perteneciera”.
Como es sabido, el laboratorio fabrica por orden de AstraZeneca. Pero justamente, para “disponer” del principio activo, desde el FIT Unidad presentamos en el Congreso un proyecto de ley para declarar de utilidad pública, o sea nacionalizar dicho laboratorio, y así poder fabricar en cantidad suficiente para garantizar una vacunación masiva.
Mentira 1. Según Sigman, “formular, fraccionar y envasar cada tipo de vacuna requiere una serie de equipos e insumos específicos que, por la alta demanda global, hoy resultan imposibles de conseguir rápidamente”.
Falso: dosificadoras para fraccionar hay (como en Sidus, Bagó y Richmond) y los envases especiales de vidrio inerte con borosilicato los fabrican tres empresas, Schott (Alemania), Corning (EE.UU.) y Nipro Pharma (Japón), que tienen filiales en nuestro país precisamente porque acá hay tanto arena especial como minas de bórax.
Mentira 2. Según Sigman, habría que “capacitar al personal científico y técnico para esta fabricación en particular, lo cual lleva tiempo.”
Falso: nuestro país ya cuenta con científicos y técnicos muy bien capacitados en fabricación de vacunas, a nivel estatal y privado, que rápidamente pueden especializarse en coronavirus.
En resumen, si en la Argentina se fabrica el principio activo de la vacuna, si se puede fraccionar y hacer los envases, la única limitación son las patentes privadas. Para suspenderlas no basta con firmar una declaración formal, como hizo el gobierno: hay que suspenderlas o liberarlas de hecho, afectando los intereses de las corporaciones farmacéuticas y laboratorios multinacionales. Así tendríamos las vacunas que tanto necesitamos y además daríamos al mundo un buen ejemplo de soberanía sanitaria.