Con la segunda ola haciendo estragos en distintas ciudades y distritos y ocupando el primer lugar en muertes por millón de habitantes, las críticas al gobierno por su mal manejo de la pandemia arrecian desde todos los ángulos. Al ser la vacunación la única forma de poder frenarla, Alberto y los suyos salieron desesperadamente a conseguir vacunas en el mundo primero. También a anunciar la producción nacional por parte del laboratorio Richmond de la Sputnik V como si se tratara de un logro casi revolucionario. Nuestra opinión al respecto es opuesta a los planteos del gobierno.
La segunda ola pega fuerte en nuestro país, los contagiados ya son 4 millones y más de 80 mil las muertes. La gravedad sanitaria, medida por la cantidad de muertes diarias por millón de habitantes, ubican a la Argentina en un triste primer lugar con más del 16, superior inclusive a la de países que todos aceptábamos como los más golpeados por la pandemia como Brasil e India. Para completar el cuadro de situación digamos también que estas muertes corresponden a gente unos 20 años más joven que los afectados por la primera ola que afectaba, principalmente a mayores de 70 años.
Con todos estos datos a la vista es entendible que las críticas al gobierno de Alberto Fernández arrecien desde todos los sectores. Sobre todo, desde la derecha de Juntos por el Cambio que con un claro objetivo electoral critican que a esta situación se llegó a pesar de cuarentenas y restricciones, y sobre todo hacen de la falta de acuerdo con Pfizer su caballito de batalla para golpearlo. Desde el MST y la izquierda también somos absolutamente críticos del manejo de la pandemia por parte del gobierno, aunque por razones opuestas a las del PRO, que desarrollaremos más adelante.
Desde la Casa Rosada salieron a defenderse a como dé lugar. Sabiendo que no hay otra forma de frenar el avance de los contagios que no sea a través de la vacunación, salieron a asegurar la llegada de millones de dosis desde Rusia, a través del fondo Covax de la OMS y se esperanzan en que de una vez por todas AstraZeneca mande las cantidades de dosis prometidas. Aunque sabedores de que esto solo no alcanza para cambiar una situación actual en donde menos del 7% de la población ha recibido el esquema completo de dos dosis, y prima la desconfianza y el malhumor, apuntan todas las fichas a lo que denominan la producción nacional de la Sputnik V en el laboratorio Richmond.
Posibilismo albertista y ganancias privadas
La lógica de anunciar como un logro del progresismo, casi revolucionario, la producción de vacunas por parte del laboratorio Richmond del empresario Figueras, se inscribe en la misma que le hace decir al presidente que sueña con “un capitalismo donde todos ganen”. Esto es en un contrasentido: no hay capitalismo donde ganemos todos, sino unos pocos y está muy lejos de ser una cruzada revolucionaria que Richmond de Figueras o mAbxience de Sigman produzcan vacunas aquí bajo las reglas del capitalismo imperialista mundial.
Dejemos de lado las chicanas de Juntos por el Cambio sobre si Figueras está casado con una ex senadora K y que esto pone un manto de dudas sobre corrupción en este acuerdo (podríamos citar decenas de empresarios ligados al PRO que hicieron su agosto bajo el gobierno de Macri). Vayamos al fondo de la cuestión.
Fue el propio Figueras dueño del laboratorio Richmond quien se encargó de hacer algunas precisiones con respecto a la producción de la vacuna Sputnik en el país, y de las vacunas más en general en una entrevista otorgada al diario Perfil. Entre otras cosas, allí reconoció muy suelto de cuerpo algo que venimos denunciando desde el MST y la izquierda desde hace meses y son las súper ganancias de las multinacionales farmacéuticas, en medio de la crisis mundial por la pandemia. Figueras dijo que las vacunas hoy cuestan en promedio 10 dólares, sostuvo “una vacuna no puede costar más de uno o dos dólares la dosis a futuro, cuando esto se normalice”, es decir que reconoció que a través de las patentes los laboratorios pueden multiplicar el precio por 5 o 10 veces, más claro, agua. También remarcó por qué quiere producirlas él aquí, y es porque cuando bajen su precio el costo de traslado será mayor a la ganancia de las farmacéuticas, por eso él se propone como un eslabón más en la cadena de producción capitalista.
Y por supuesto que también cuida su propia ganancia, no solo a través de la venta de dosis (sostuvo que producirá 500 mil dosis semanales) sino que el solo anuncio de la producción elevó el precio de sus acciones de bolsa en un 32%, un negocio redondo. Como vemos, al igual que en el caso de Sigman, nada tiene esto de progresismo ni revolucionario. Alberto como buen gerente del capitalismo pone todos los recursos del Estado a disposición de la ganancia de estos dos laboratorios bajo el slogan de campaña de la producción nacional de vacunas.
Críticas y propuestas desde la izquierda
Primero dejemos sentado que, a pesar de todas las objeciones y calificativos de utópicos que nos propinaron cuando propusimos hace meses que se invirtiera todo lo necesario y se expropiaran los laboratorios en capacidad de producción de vacunas en el país para poder producirlas en la escala necesaria para prevenir el avance de esta ola que hoy ya nos tapa, teníamos razón. A menos de 4-5 meses de haber hecho estas propuestas primero con el de Sigman y luego con Richmond y otros, el gobierno se rearmó en su doble discurso y confirma que las vacunas se pueden y de hecho se van a producir en la Argentina a razón de unos 2 millones de dosis mensuales en uno solo de los laboratorios. Cuántas muertes y enfermos graves se podrían haber evitado si en vez de cuidar el negocio capitalista el presidente hubiese realmente optado por la salud de la gente como tantas veces dijo.
Nosotros insistimos una vez más en que en el tema vacunas es imposible avanzar y resolver la pandemia bajo los estrechos márgenes del capital. Por eso proponemos en primer lugar la anulación de las patentes que protegen las superganancias de las farmacéuticas, también la inversión para desarrollar toda la tecnología necesaria para conseguir que más laboratorios puedan producir los caldos de vacunas, los principios activos terminados y el fraccionado y envasado en la cantidad necesaria para lograr que la totalidad de los 45 millones de argentinos sea vacunada en cuestión de meses. Y en lo inmediato proponemos la expropiación tanto de mAbxience como de Richmond por ser considerados de utilidad pública. Esa y no la de Alberto es la única verdadera producción pública y nacional de vacunas.
Es a su vez la única que puede garantizar la continuidad de la producción y las modificaciones que deban sufrir las vacunas, conforme avance la pandemia con sus nuevas olas, cepas mutantes y aparición de nuevas generaciones de individuos susceptibles. Dejar esto en manos del capitalismo, cuyo único objetivo es la ganancia -como lo dejó muy claro el propio Figueras- es lo realmente utópico.