La pandemia y la cursada virtual transformaron al mismo tiempo que excluyeron de la educación a miles de estudiantes universitaries.
A raíz de la pandemia de Covid-19, miles de compañeres se vieron obligades a dejar las cursadas. Es que, si ya nos era difícil el acceso a las casas de estudio universitarias, la desigualdad social, la falta de acceso a la virtualidad y las políticas tomadas tanto por los gobiernos como por la mayoría de las autoridades universitarias dificultan aún más ese camino.
El grueso de les estudiantes, y más aún en las universidades del conurbano, son trabajadores o hijes de trabajadores, quienes viven día a día una gran precarización laboral y la incertidumbre de las suspensiones y despidos. El bajo porcentaje a becas de conexión gratuita –que fueron otorgadas a menos del 5% del estudiantado-, la poca oferta horaria de las cursadas, el escaso acceso a una virtualidad de calidad, entre otros factores hacen de las cursadas una situación más complicada para sostener.
El presupuesto destinado a educación siempre fue bajísimo, ya que jamás superó el 1% del PBI. Los recursos hoy destinados para educación son la extensión del presupuesto 2018, devaluado a la fecha en un 70%. Son años de no destinar los fondos necesarios, y si bien hay algunos puntos más altos, la tendencia siempre es muy a la baja de la inflación.
Durante los años del macrismo los presupuestos universitarios se vieron recortados significativamente; sin embargo, el desfinanciamiento de las casas de altos estudios viene ya de mucho antes, con más recortes a lo largo de los años. Las cifras aumentan, pero siempre muy por debajo de la inflación, así encubren la desinversión. Esto hace que la universidad pública esté en peligro. La universidad pública argentina como la conocemos, es una rareza a nivel mundial, fruto de la incansable lucha de les trabajadores, estudiantes y sectores populares por sostener la educación como un derecho básico. Todos los gobiernos de manera más abierta o más oculta, han intentado atacarla.
Conquistar nuestra universidad
La pandemia de Covid-19 acentuó la crisis del sistema capitalista, golpeó fuerte a todos los Estados y trajo con ello un brutal ajuste, además de un cambio rotundo en la cotidianeidad de todes. Sin duda no hay institución que no haya sido afectada, y la universidad no es una excepción. Desarrolla sus actividades de forma defectuosa y dejando fuera a miles, profundizando su carácter elitista, para pocos. Reina la improvisación, la toma de decisiones de manera autoritaria por parte de las autoridades y sus camarillas.
Ante esta situación, hace falta defender el cogobierno universitario, hacia una real democratización donde los estudiantes podamos tener mayor representación estudiantil, porque somos el motor y la razón por la que la universidad existe.
La mayoría de las universidades del país otorgaron becas de cobertura de datos móviles y plataformas sin consumo de datos, pero que como anteriormente se menciona, solo cubrieron las necesidades de conectividad a menos del 5% de les estudiantes de cada institución. Se otorgaron becas de apuntes y monetarias pero insuficientes en monto, sumado a pocas vacantes con respecto a la demanda.
Este año, aunque la crisis sanitaria continúa y la virtualidad forzada también, las becas universitarias son mínimas y sin fecha de cobro hasta el momento. Sumado a esto, las becas Progresar, que dependen de ANSES, niegan el cobro a estudiantes o dejan a les postulantes en una eterna espera de evaluación por la plataforma. Lamentablemente, nuestra universidad hoy en día no es arancelada, pero para nada es gratuito su acceso y permanencia.
Necesitamos una universidad pública, gratuita, laica, científica, en defensa del ambiente, con perspectiva de género y al servicio de la transformación social. Una universidad a la que pueda acceder toda la clase obrera y el pueblo, rompiendo con el elitismo que siempre la caracterizó.
Junto con la mayor representación del claustro estudiantil en el cogobierno universitario, es de primera necesidad poner en marcha un gran Congreso pedagógico, del que participe toda la comunidad educativa, que discuta el rol de la educación, su contenido y perspectiva.
Una virtualidad garantizada con reparto de computadoras e internet libre. De igual manera, una serie de políticas que garanticen la inversión en la educación pública, dejando de financiar las instituciones privadas y eclesiásticas. La anulación de los pagos de la fraudulenta deuda externa, grabando el juego y la renta financiera, para poder de esa manera garantizar el presupuesto. Así mismo, obligar a los políticos a ganar lo mismo que une docente, que sus hijes y familia cursen en la educación pública.
Hoy más que nunca tenemos que pelear por una universidad que sea realmente nuestra, donde se priorice el ingreso, permanencia y egreso de todes, garantizando la regularidad de les compañeres que se inscribieron. Una universidad que ponga toda su infraestructura al servicio de enfrentar la pandemia, que pueda estar al lado de les que luchan, desde ahora y hasta que el mundo sea como lo soñamos.
Iara Saldungaray