Finalmente llegó el Día D. Se realizó el ansiado Congreso, enhebrado trabajosamente por las distintas facciones de lo peor del sindicalismo burocrático del país. Lo montaron antes de las elecciones para no correr con el costo político de la segura derrota de un gobierno al que están enfeudados. Se presentan como la “nueva CGT”, pero se trata de un rejunte burocrático con olor a naftalina. Se lanzaron como la unidad de los trabajadores, pero es un acuerdo burocrático para garantizar el ajuste que se viene.
Un acuerdo trabajoso
Hubo dos congresos sucesivos. Uno extraordinario para aprobar cambios en el estatuto de la central obrera, que dispone la creación de otros 10 cargos en el consejo directivo, imprescindibles para repartir poder entre las distintas facciones. Y también para la incorporación tardía y amañada del “cupo femenino”. Luego se hizo el congreso ordinario en Parque Norte para elegir las nuevas autoridades que regirán hasta 2025.
La “nueva CGT” será conducida por un triunvirato conformado por Héctor Daer, de Sanidad y Carlos Acuña, de estaciones de servicio que ya estaban a los cuales se les agregó Pablo Moyano de camioneros en lo que significa la vuelta del moyanismo a la conducción cegetista. El rompecabezas incluye los diversos sectores de la burocracia tradicional y que agrupan a los aparatos de los grandes sindicatos. Pactaron los Gordos e independientes (Daer, Acuña, Cavalieri, Lingieri, Andrés Rodríguez y Gerardo Martínez), el Frente Sindical (moyanismo y Pignanelli del SMATA), la Corriente Federal liderada por Palazzo (con Walter Correa, ambos K y candidatos a diputados en la lista del FdT) y los que conduce Sergio Sassia (Unión Ferroviaria).
La fumata no estuvo exenta de traumas. Por el contrario, las viejas rencillas interburocráticas y los intereses patronales y de las fracciones peronistas que reflejan, obligaron a reacomodar cargos y algunos debieron conformarse con menos. Antonio Caló de la UOM no pudo sumarse como un cuarto integrante de la máxima conducción pese al apoyo de los sectores más kirchneristas y quedó a cargo de la secretaría de interior. Lo mismo Palazzo que quedó relegado a la secretaría administrativa. El SMATA, aliado de Moyano, y puntal de la flexibilización laboral que quieren imponer, fue premiado con la secretaría gremial a cargo de Manrique.
La CTA de los Trabajadores, que estuvo durante un tiempo en la transa para la reunificación, luego se quedó afuera. Al punto que Yasky calificó la nueva unidad como “un guiso recalentado” (sic). Lo que quedó para un futuro incierto fue la inclusión formal de los movimientos sociales oficialistas. Pese a los buenos oficios de los que fundaron la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) y que tienen cargos en el gobierno, se conformarían con un premio consuelo: un observatorio social. De todas maneras, marcharán el miércoles próximo para apoyar al Presidente, junto a la CGT. Salvar la gobernabilidad todavía los une.
Género: barnizando el patriarcado
La novedad sin dudas fue que en el ámbito patriarcal y machirulo de la CGT se empiece a hablar de perspectiva de géneros y se avengan a que después de 18 años de sancionado, incorporen el cupo femenino. Hasta ahora había una sola mujer en la conducción para justificar la existencia de una secretaría de género. Es evidente que la ola verde salpicó al menos este ámbito jurásico y debieron aggiornarse un poco. Sin embargo, más allá de esta reforma estatutaria, la distribución de poder demostró que hubo mucho de pirotecnia y pocos cambios en la realidad. O, mejor dicho, la matriz machista se mantiene casi intacta.
La composición del propio congreso, 417 congresales mujeres y 1524 hombres, marcó tendencia. Y aunque en algún momento se barajó encumbrar en la conducción de la central a la judicial Vanesa Siley, diputada amiga de Máximo Kirchner, tal posibilidad fue rápidamente descartada, antes del Confederal realizado hace dos meses. Y las mujeres que incorporaron para justificar el cupo femenino, están todas no solamente en cargos secundarios sino en “co-secretarías” que deberían alternar con secretarías a cargo de hombres para cumplir con el 30% de cupo. Las mujeres no pueden integrar la “mesa chica”: ni el triunvirato ni las secretarías general, adjunta y de finanzas. Una curiosa manera de aplicar la perspectiva de géneros.
Al servicio del ajuste y la gobernabilidad
La fragmentación de la burocracia que viene desde hace tiempo obedece a diversos factores: disputas por el aparato, intereses patronales a los cuales son funcionales y la propia crisis del peronismo. Sin dudas desde el establishment, el propio gobierno y en función del ajuste que se viene, los acuerdos con el FMI y la necesidad de reformas reaccionarias con la laboral en primera línea, necesitan la unidad de la burocracia a los fines de intentar algún tipo de entente de colaboración de clases, un acuerdo social para amordazar los reclamos. La unidad patronal – burocrática – gubernamental que se anudó alrededor del acuerdo de flexibilización de Toyota, es un botón de muestra de un intento a mayor escala. Que incluye la eliminación de las indemnizaciones y la liquidación de los convenios que contengan conquistas laborales.
Pero también hay un factor defensivo en este reagrupamiento. El temor que le tienen a los trabajadores en lucha, entre los cuales el desprestigio y la ruptura son crecientes, muchas veces expresadas en desafiliaciones o, por la positiva, en un dinámico proceso de recambio sindical antiburocrático que despunta desde abajo. Controlan los aparatos sindicales, pero no las luchas y los nuevos procesos de organización, autoconvocatorias y recuperación de internas y sindicatos, que han signado los últimos dos años. La burocracia viene de una inmovilidad cómplice y las luchas han salido desbordando a los aparatos. Por eso quieren impedir las listas opositoras, aún a costa de patotas, como sucedió en Sanidad con la Bordó o ahora en el Ferrocarril Roca con la Multicolor. Se unen en defensa del gobierno, el ajuste y sus privilegios, pero también por un gran temor al ascenso obrero que ya comenzó y se va a profundizar.
Más que nunca, la necesidad de una nueva dirección
Los de arriba apuestan a que se consolide esta unidad cegetista y preste servicios a favor de la paz social, los acuerdos con el Fondo y el ajuste que se viene. Seguramente aspiran a articular con los que se quedaron afuera. Las cúpulas de las CTAs, tienen roces por intereses de aparato con la CGT reunificada, pero también están integrados al frente gobernante y son serviles a los mismos objetivos espurios.
Durante estos dos años, antes y durante la pandemia, esta dirigencia con su modelo de privilegios blindado por el gobierno que prorrogó los mandatos, no convocó ni una sola medida de fuerza. Trabajaron para abortar toda posibilidad de paro nacional y dividieron los conflictos.
Pero no pudieron evitar que se sucedan luchas. Y que se prepare una olla a presión rechazando no solo la miseria y el ajuste sino reclamando por nuevos dirigentes para la lucha. Trabajadorxs de la salud, choferes, jóvenes precarizados, hicieron punta en un torrente que amenaza extenderse luego de la segura derrota del 14 y de la decisión del gobierno apoyado por la oposición burguesa de avanzar en descargar la crisis sobre trabajadores y sectores populares.
Al calor de cada pelea surgen nuevos dirigentes combativos. Y la necesidad de coordinarlos y fomentar el desarrollo de todos los espacios ganados a la burocracia aparece como una necesidad imperiosa. La CGT y la CTA no sirven para la lucha. Hay que dar pasos hacia una nueva central democrática, que esté al servicio de desarrollar los conflictos, articularlos y organizar medidas nacionales para derrotar el mayor ajuste que se viene.
En ese camino, fortalecer el Plenario del Sindicalismo Combativo, como un incipiente pero firme polo de reagrupamiento de los sectores clasistas, de izquierda y antiburocráticos, es fundamental. Ampliarlo, dotarlo de un funcionamiento que integre la diversidad, ponerlo al servicio de las luchas y listas unitarias antiburocráticas, y de la pelea por un modelo sindical democrático, son objetivos necesarios que impulsamos desde nuestra corriente sindical. La estrategia de lograr una nueva dirección combativa para el movimiento obrero, va a encontrar un terreno más propicio al calor de la perspectiva de las grandes confrontaciones sociales y políticas a la que marchamos. Fortalecer esa unidad del clasismo, la contracara de la unidad burocrática consumada en Parque Norte, así como el FIT Unidad, son tareas prioritarias que encaramos con la mayor energía desde el MST, ANCLA y todas nuestras agrupaciones sindicales.