En medio de la tormenta que atraviesa Milei y todo su gobierno, a diez días de las elecciones, el ministro Luis Caputo, se dirigió de manera virtual al coloquio de IDEA. Desde una pantalla y con el salón medio vacío, el funcionario, que se encuentra en Washington mendigando un salvataje que no llega, intentó calmar los ánimos de una burguesía nerviosa con dos mensajes clave: una negativa poco creíble sobre una devaluación post-electoral y la promesa de lanzar las reformas laboral y tributaria que el gran capital espera con ansias.
La ausencia física de Caputo, así como la de Milei, no son un detalle menor. Pinta de cuerpo entero a un gobierno con la cabeza puesta en las negociaciones con el FMI y la administración Trump, que hasta ahora no han dado frutos concretos más allá de declaraciones de apoyo condicionadas al resultado del 26 de octubre.
Frente a este panorama, el mensaje de Caputo fue un guiño claro a sus socios de clase. Su afirmación de que “esta mayor competitividad no debe venir de una devaluación”, a la que tildó de un método “arcaico”, suena a un verso destinado a ganar tiempo. Es lo que todo el establishment económico y el FMI, vienen exigiendo a gritos para mejorar la rentabilidad de sus negocios. Como siempre sucede con estos gobiernos, el costo del ajuste siempre se termina descargando sobre las espaldas de los trabajadores, con saltos cambiarios que hunde aún más los salarios.
Pero la verdadera esencia de su discurso, lo que constituye la contraparte de ese supuesto “equilibrio” macroeconómico, es el anuncio explícito del próximo ataque. Caputo prometió para la “segunda etapa” del gobierno las reformas de “segunda generación”: la laboral y la tributaria. Con un cinismo absoluto, tachó de “arcaico” y “rígido” al régimen actual, buscando justificar su plan de flexibilización y precarización laboral, lo que ellos llaman eufemísticamente un régimen “más ágil y dinámico”. Es decir, más barato para despedir y más débil para contratar.
En paralelo, la reforma tributaria apunta a consolidar el esquema de beneficios para los grandes capitales, eliminando impuestos y creando “incentivos para el ahorro” que no son otra cosa que un subsidio para que los grupos económicos concentrados financien sus negocios con dinero público. En definitiva, los únicos planeros que afectan a los trabajadores.
Este combo de reformas es la respuesta directa a las exigencias del FMI y los capitales extranjeros, y representa un salto en profundidad del plan de ajuste y entrega.
La gran incógnita es cómo piensa un gobierno minoritario en el Congreso y en caída libre en las encuestas llevar adelante semejante embestida contra las mayorías trabajadoras. La respuesta, sin embargo, la hemos visto a lo largo de la gestión de los libertarios. Aunque los radicales, los gobernadores y principalmente el peronismo, se llenen la boca criticando a Milei, en los hechos han funcionado como el respaldo político que le permitió aplicar partes durísimas de este ajuste. La llamada oposición, compuesta por los partidos tradicionales, ha demostrado una y otra vez que, cuando se trata de contentar al FMI y a los empresarios, son caparse de teñirse de violeta y votar a favor. No hay que tener memoria corta: los mismo que hoy prometen firmeza, ayer habilitaron, de una u otra manera, las leyes más duras del paquete de Milei.
Por eso, la palabra de Caputo en IDEA no es solo una promesa, es una advertencia. El día después de las elecciones, sin importar el resultado, el gobierno pretende ir por todo. Su supervivencia depende de cumplirle al imperialismo y a la burguesía con estas reformas estructurales. Frente a ese ataque anunciado, la única respuesta posible es la se ha visto en las calles: la unidad y la lucha de la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares para derrotar este plan y echar a un gobierno que no representa más que los intereses de unos pocos.
Frente a las promesas de ajuste, y con las elecciones legislativas a poco tiempo de celebrarse, se vuelve importantísimo que la izquierda gane muchos más diputados y diputadas. Solo en Frente de Izquierda Unidad ha sido la única fuerza política que en ningún momento le votó, ni negoció nada con el gobierno de Milei. Por eso, frente a las palabras de Caputo, motorizadas por las presiones del FMI, es muy importante hacer crecer a esta alternativa política que enfrente a este gobierno de corruptos, narcos, ajustadores y entregadores en todos los planos.