UBA. Ante los ataques de las autoridades, hay que volver al camino de transformación

Universidad Garrahan

Foto. Daniella Fernández


Se termina el año, pero no así la pelea por el financiamiento necesario para las universidades. Tras grandes jornadas de un 2024 caliente con la marcha federal del 23A, el 2 de octubre, clases públicas y las tomas, este año la Universidad protagonizó la enorme movilización junto al Hospital Garrahan y sus trabajadores para ir contra los vetos del gobierno y salimos triunfantes, aunque lamentablemente el proceso de lucha en las aulas no se extendió durante este año debido a las direcciones traidoras y burocráticas. Ahora nos preguntemos: ¿Dónde estamos y hacia dónde ir?

Los últimos dos años los ataques a las distintas casas de estudio se profundizaron y mantuvieron de manera permanente. La orientación de ajuste de Javier Milei y los coimeros puso el foco en la salud y la educación, con recortes presupuestarios y la nulidad de los aumentos salariales. Si bien, frente al gobierno nos vimos obligades a movilizar en unidad en las calles con la burocracia sindical y los rectores, sin negar que luchamos por dos modelos educativos completamente distintos y que en nuestras facultades son los gestores del ajuste. Se pintaron de oposición para defender sus cajas chicas mientras este 2025 arremetieron de nuevo contra conquistas históricas del movimiento estudiantil.

Los ejemplos sobran. En las últimas semanas, en varias facultades de la UBA, hemos asistido a ataques directos a nuestra formación por parte de las autoridades radicales y peronistas. Por un lado, atacan cátedras en Filosofía y Letras y Económicas a través de la manipulación de concursos, junto a la última ofensiva en su estrategia de reformas de planes de estudio inconsultas que viven estudiantes de Sociología en Sociales. Este triple ataque, sumado a la nula implementación de la ley de financiamiento universitario por parte del gobierno de Milei, oscurecen nuestra formación.

Los concursos manipulados vulneran la libertad de cátedra.

En la facultad de Económicas y en la de Filosofía y Letras se dieron dos procesos preocupantemente similares: en ambas, en el marco de un concurso docente, las autoridades universitarias manipularon políticamente el orden de mérito, es decir, el orden de acceso a los concursos imposibilitando a docentes con años de experiencia, a continuar avanzando en sus funciones.

En el caso de la FCE, la situación se da en la materia Estructura Argentina, donde dos docentes con más de 20 años de experiencia no podrán ser incluidos en la propuesta de designación de docentes adjuntos. El jurado del concurso, con la excusa de la prueba subjetiva de oposición y sin tener en cuenta los años invertidos de profesión, les ha dado un orden de mérito injusto. Es un ataque directo a la libertad de cátedra, porque no es casualidad que los docentes excluidos son quienes enseñan una visión económica y de nuestro país diferente y crítica.

En el caso de Filo, la situación se da en la materia Gramática “C” (ex-Borzi) de la carrera de Letras. Las autoridades de la Junta Departamental decidieron su cierre inconsulto, basándose en la necesidad de “reorganización” y el orden de mérito, nuevamente, de un concurso viciado y manipulado. Imponen un pensamiento único en una de las materias troncales, cerrando la cátedra paralela con mayor inscriptos y desarmando al equipo docente que lleva años ejerciendo. Hablamos de una maniobra de la gestión que busca retrotraer a un “orden normal” una conquista estudiantil alcanzada en el 2004, pasando por arriba incluso de los estatutos de la UBA y el reglamento de las juntas. Se trata de la imposición progre del pensamiento monolítico.

En ambos casos, las autoridades actuaron para favorecer visiones académicas, sociales y políticas más afines a las de ellos y el orden del modelo capitalista. Estamos hablando de la concentración del poder-saber en manos de la camarilla de profesores delimitando la amplia formación que recorre los pasillos de la UBA. Lo llamativo y preocupante de la situación es que en estos dos casos las autoridades de las facultades responden a corrientes políticas diferentes, en el caso de Económicas al radicalismo y de Filo al peronismo. Se desenmascara así que, aunque se digan opositores entre sí y ante Milei, son implementadas las mismas prácticas antidemocráticas con el fin de favorecer la continuidad de un modelo universitario administrado por la casta profesoral oprimiendo a los graduados docentes y al claustro estudiantil mayoritario.

Reformas que atrasan.

En los últimos años, hemos sido testigo de reformas de los planes de estudio en las 13 facultades de la UBA, como está sucediendo en estos días en la carrera de Sociología en Sociales. La metodología se suele repetir: con la excusa de “modernizar” las carreras, los jefes de las mismas imponen sin dar espacio al debate reformas que busca moldear el aprendizaje al servicio del mercado, acortando las carreras, eliminando la especificidad y eliminando materias que fomentan ideologías críticas.

Si analizamos el caso de Sociología, vemos cómo se apunta a carreras que formen menos en la crítica. La dirección del departamento en consonancia con el decanato (ambos de espacios políticos del peronismo) impulsan la reducción de un 25% de las horas de investigación y un recorte de las materias optativas (hoy son más de 100 y garantizan la especificidad de nuestra formación). ¿El objetivo? Un perfil de egresado con alcances exclusivamente mercantiles: gestión de RRHH y desarrollo de nomencladores, quedando relegada la investigación y la formación en una ciencia transformadora, dejando atrás la sociología como crítica a la crítica crítica. Todo esto se da a espaldas de la comunidad universitaria, sin propiciar el debate en las propias cursadas y con comisiones abiertas que no son informadas correctamente para fomentar la participación y con un simple carácter consultivo

Dar vuelta la universidad.

Frente a estos ataques sistemáticos a la autonomía universitaria, agravados por el ajuste que impulsa el gobierno de Milei y la nula implementación de la ley de financiamiento, se vuelve imperioso un debate profundo que retome el espíritu transformador de la Reforma de 1918. Aquellos principios fundacionales nos interpelan hoy a defender una universidad crítica y democrática. Como estudiantes, recuperar nuestras herramientas gremiales y representaciones estudiantiles se ubican como desafíos centrales de cara al próximo año, porque frente a los ataques, necesitamos poder defendernos sin el boicot de los brazos estudiantiles de las gestiones progre o radical que intentan justificar los recortes en cada facultad. Para revitalizar el movimiento estudiantil que protagonizó la lucha del 23A, los centros de estudiantes tienen que volver a ser de los estudiantes.

La manipulación de concursos y las reformas curriculares al servicio del mercado demuestran el objetivo de despojar a nuestra formación de su potencial emancipador. Necesitamos, por el contrario, repensar urgentemente nuestra educación para formar profesionales que estén al servicio de las mayorías sociales, capaces de cuestionar el statu quo y de aportar soluciones a las grandes problemáticas de nuestro país. La libertad de cátedra no es un privilegio docente, sino la garantía de una universidad plural, donde conviven diversas visiones y se promueve el pensamiento crítico. Es hora de que la comunidad universitaria se ponga de pie para garantizar que nuestra casa de estudios cumpla su rol histórico: ser faro de la crítica y herramienta para la transformación social, y no una mera expendedora de títulos funcionales a la lógica del mercado. Por esto, desde la Juventud Socialista te invitamos a sumarte con nosotros a repensar nuestra formación y revolucionar la universidad.

Ian Villalá, estudiante de FCE

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