jueves, 2 enero 2025 - 10:35

Trotsky, Gramsci y la revolución permanente. En respuesta a Juan Dal Maso del PTS

El compañero Juan Dal Maso, integrante del PTS y autor de varias elaboraciones sobre Gramsci, contestó mi escrito anterior referido al cruce teórico entre Trotsky y Gramsci, que incluye una crítica política a la visión que el PTS tiene sobre el tema y a varias de las posiciones actuales de este partido con quien compartimos el Frente de Izquierda Unidad.

En su respuesta se expresa una buena dosis de pedantería clasemediera y se auto ubica en un supuesto pedestal del cual cae rápidamente por la inconsistencia de sus aseveraciones. Creído de sí mismo se atribuye que sus posiciones “han sido puestas en debate en contextos de discusión muy exigentes” (1). Nos quiere colocar como gente que “tampoco parece muy preparado para discutir las ideas de Gramsci” (2). Y sobre nuestras posiciones teóricas y políticas pretende dar cátedra, sin por supuesto lograrlo, al decir que “un partido se construye en función de una estrategia, cuestión sobre la que el MST apenas balbucea” (3). Esta serie de falsas afirmaciones son de muy bajo vuelo político y chocan con una realidad que está muy distante de su endeble respuesta a nuestro trabajo. Aunque quiera disimularlo, Dal Maso sabe de la importancia de debatir con nuestras sólidas y claras posiciones estratégicas, por eso ingresa al debate. Más allá que pretenda camuflarlo escribiendo pedanterías desde un supuesto altar que nadie le dio.

Vamos entonces a los debates políticos reales que están en cuestión, que van bastante más allá de las posiciones del honesto dirigente socialista Antonio Gramsci y llegan hasta las equivocadas posiciones teórico-políticas del PTS en la actualidad.

El MST tiene una estrategia socialista y revolucionaria muy definida al igual que la LIS en el plano internacional. Tenemos opiniones sobre Gramsci y sobre todo el movimiento revolucionario del siglo XX y del siglo XXI hasta hoy. Estudiamos a fondo, analizamos seriamente, investigamos como marxistas que somos, intervenimos en la realidad y tenemos otro método para debatir. No se nos ocurre la pedantería de escribir que Dal Maso o la dirección del PTS en general no están preparados para el debate. Reconocemos que han estudiado a Gramsci, solamente afirmamos que al hacerlo no llegaron a ideas y políticas acertadas. Para eso tienen que comprender correctamente lo que se estudia, sacar conclusiones valederas y utilizarlas para una estrategia y política correcta, algo que en nuestra opinión Dal Maso y el PTS no hacen.

Con este marco de opiniones, escribimos y debatimos como una forma de contribuir al debate entre organizaciones anticapitalistas y socialistas, en función de precisar estrategias revolucionarias válidas y marcar las incorrectas. Profundizamos tanto sobre acuerdos y divergencias entre Trotsky y Gramsci, como sobre su relación con la actualidad y las diferentes posturas dentro del Frente de Izquierda.

Incompatible es tergiversar

El texto del PTS intenta en su respuesta, desde el título, dar un golpe de efecto diciendo: “El MST versus Gramsci” en un reduccionismo del debate que no conduce a ningún intercambio serio. Solo con leer honestamente el trabajo que realizamos sobre Gramsci, puede verse que reivindicamos su militancia socialista y antifascista, sus acuerdos con la Revolución Rusa y los bolcheviques, su impulso al proceso del bienio rojo italiano y planteamos que incluso desde la cárcel hizo aportes importantes en diversos temas, por dar un ejemplo sus elaboraciones sobre el desarrollo del Estado en occidente y los niveles de dominación y presión que ejerce sobre la población.

En ese contexto marcamos nuestros desacuerdos con varias de sus posiciones, tanto en los trascendentes debates sobre Stalin contra Trotsky y la revolución permanente. Así como también marcamos nuestras discrepancias con varias de sus conclusiones de los Cuadernos de la cárcel, tanto en cuestiones políticas como de hipótesis sobre lo que acontecería en el mundo y cómo había que prepararse para intervenir en los procesos que se abrirían tras su muerte. Reafirmamos esas importantes discrepancias con un sano método marxista, para contribuir en la actualidad a una estrategia revolucionaria. Dal Maso y el PTS no comprenden esos errores, se adaptan a concepciones equivocadas y para peor, y no por culpa de Gramsci que elaboró todo en otro contexto, profundizan errores en la actualidad. En resumidas cuentas, leyeron mucho a Gramsci, pero comprendieron poco qué es válido o no de ese legado teórico y político.

Gramsci: revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía

Que el socialista sardo se ubicó muy equivocadamente en todos los debates en torno a la revolución permanente, no es una invención nuestra. Solo basta con leer en profundidad todos sus escritos sobre el tema desde mediados de la década del veinte en adelante, para notar que primero le dio apoyo a la mayoría afín a Stalin contra la oposición de izquierda. Y luego prosiguió explicando una y otra vez por qué la revolución permanente no era correcta ni posible. Negar esto es negar una verdad histórica.

Frente a esto el PTS y Dal Maso minimizan y justifican esa grave equivocación de Gramsci. En su respuesta pretenden hacerlo recordándonos, como si no lo supiéramos, que Gramsci hasta 1925 reivindicaba a Trotsky y a otros bolcheviques como sus maestros. Pero esto no elimina su grave error político posterior, ni convierte ese error en algo menos importante.

Gramsci, en sus largos años de elaboraciones descreía de la revolución permanente y su posibilidad de realización. Por eso es un análisis forzado y por ende equivocado el que realizan Dal Maso y el PTS, de pretender demostrar que el concepto de hegemonía en Gramsci se emparentaba con la revolución permanente. Esto no es así. Decía Gramsci: “El concepto de hegemonía es aquel en el cual se anudan las exigencias de carácter nacional, y se comprende bien que ciertas tendencias no hablen de ese concepto o se limiten a rozarlo. Una clase de carácter internacional, en cuanto guía estratos sociales estrictamente nacionales (los intelectuales) e incluso, muchas veces, menos aún que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), tiene que «nacionalizarse» en cierto sentido, y este sentido no es, por lo demás, muy estrecho, porque antes de que se formen las condiciones de una economía según un plan mundial es necesario atravesar múltiples fases en las cuales las combinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser varias…Los conceptos no-nacionales (es decir, no referibles a cada país singular) son erróneos, como se ve por su absurdo final: esos conceptos han llevado a la inercia y a la pasividad…Las debilidades teóricas de esta forma moderna del viejo mecanicismo quedan enmascaradas por la teoría general de la revolución permanente, que no es sino una previsión genérica presentada como dogma, y que se destruye por sí misma, por el hecho de que no se manifiesta fáctica y efectivamente” (4).

Pero nuestro crítico insiste en explicar que no comprendemos este problema y dice que en nuestro trabajo anterior “no está presentada la argumentación correspondiente en el artículo que estamos comentando, una contraposición entre hegemonía y revolución permanente” (5). Como se ve con toda claridad en diferentes escritos de Gramsci, al menos una diferencia notoria, se produce en el momento que su elaboración sobre hegemonía no estaba al servicio del desarrollo del proceso de revolución permanente, sino sobre la base de negarla y rechazarla como posibilidad. En ese contexto no surge como esencia un criterio de unidad entre esos dos conceptos.

Gramsci, lógicamente condicionado por su propia situación y por el ascenso del fascismo, puso un centro de su elaboración en las cuestiones que tenían que ver con un desarrollo político para responder a una situación objetiva dificultosa, donde él no veía la posibilidad de disputa por el poder sino su famosa “guerra de posiciones”, de acumulación para un tiempo futuro, y en ese contexto y para esas tareas ubicó sus formulaciones de hegemonía y nuevo bloque histórico. Incluso en sus escritos de la cárcel fue y vino en la relación entre preparación y avance, dejando muchas veces de lado esta última posibilidad (tan estratégica) quedándose con planteos que jerarquizaban la guerra de posiciones en forma fragmentada y por ende equivocada, ya que veía un proceso más lento, de acumulación. En un sentido sus ambigüedades incluían este tema.

No vamos a referirnos aquí a las utilizaciones e interpretaciones que todo tipo de corrientes posibilistas han hecho de esas elaboraciones, aprovechando la ambivalencia de varias de las mismas. El problema central de este debate, al que sí queremos responder, es a las interpretaciones equivocadas y unilateralmente generalizadas de la Fracción Trotskista y el PTS, quienes toman las elaboraciones político-teóricas de Gramsci desarrolladas en una situación de retroceso bastante antes de la Segunda Guerra Mundial, para hacer un análisis equivocado de la posguerra y de la revolución permanente en la actualidad.

Como ya hemos dicho, tras la muerte de Gramsci y el asesinato posterior de Trotsky, el mundo se encaminó a una Segunda Guerra Mundial, a la derrota del fascismo y un sinfín de procesos de lucha de clases, de avances y retrocesos, de revoluciones, traiciones y negociaciones desde arriba de todo el capitalismo imperialista, en ausencia de direcciones revolucionarias con peso en franjas de masas. 

Dal Maso de alguna forma tiene que tomar en cuenta nuestra crítica al equivocado sinónimo que hacen Albamonte y Romano del PTS a la relación entre el concepto de “revolución pasiva” y lo sucedido en la posguerra. Solo que lo hace, al igual que ellos, con una visión parcial y esquemática de la posguerra y nos dice: “revolución pasiva: no implica necesariamente falta de actividad de las masas sino ausencia de una orientación independiente y dirección propia, que permite la restauración desde arriba. En este sentido, el concepto resulta útil para leer las expropiaciones del capital llevadas a cabo por la URSS por vía militar en el Este de Europa, como se hace en el artículo de Emilio Albamonte y Manolo Romano mencionado en la nota del compañero del MST, además de que sirve, por contraste, para precisar el de revolución permanente” (6).

Su explicación, además de atribuir una interpretación de la revolución pasiva un poco a su antojo, no parte de la realidad de lo sucedido. Nuestro artículo anterior por supuesto reconoce que en la posguerra hubo acciones desde arriba y cambios que se realizaron por esa vía. Pero un análisis global de esas décadas comienza por reconocer que, en primer lugar, hubo una acción revolucionaria de las masas que fueron parte esencial de la victoria frente al fascismo, previo a esas acciones desde arriba. Que en los años siguientes estuvo la enorme revolución China que marcó un cambio gigante en el mapa político mundial. Que luego vinieron la Revolución Cubana, el Mayo Frances, la revolución sandinista, la derrota imperialista en Vietnam, entre otros grandes hitos donde la intervención de las masas fue el factor protagónico de la situación del mundo.

Enchalecar toda esa realidad dentro del concepto de “revolución pasiva” al servicio de destacar acciones desde arriba y ausencia de revoluciones, no es responsabilidad de Gramsci, sino de la visión equivocada del PTS que generaliza una parte de la realidad de la posguerra, por lo cual cae en posiciones unilaterales. Porque así como es incorrecto tener una visión objetivista de lo acontecido negando la importancia estratégica del factor subjetivo que estaba ausente, también es incorrecto negar la acción potente del movimiento de masas, ya que reconocer ese accionar en toda su dimensión es la única forma de intervenir a fondo y ayudar al desarrollo del factor subjetivo.

Nuevos debates con el mismo desacertado esquema

Viniendo a la actualidad y siguiendo el mismo método equivocado para analizar, ahora Dal Maso nos dice que: “señalamos las elaboraciones de Trotsky que pueden considerarse como elementos que amplían y/o especifican aspectos fundamentales de la teoría de la revolución permanente. Al mismo tiempo, sugerimos, aunque no abordamos por haberlo hecho en otro lugar, sus afinidades con la teoría de la hegemonía de Gramsci, de la que tomamos la cuestión de la “forma actual” de la revolución permanente (cuestión que se aplica también a la propia teoría de la hegemonía), de la que derivamos finalmente la definición de sus “formas elementales”. Considero que las tres cuestiones deben ser tomadas en cuenta como parte de una “formulación ampliada” de la teoría de la revolución permanente, porque permiten no diferir su actualidad hasta el momento en que estallen revoluciones o afirmarla de manera prescriptiva, políticamente irreprochable desde una óptica clasista, pero abstractamente inadecuada desde el punto de vista descriptivo (por la ausencia de revoluciones que ya señalamos). La combinación entre formulación típica, posteriores especificaciones/ampliaciones, forma actual y formas elementales, podría acercarnos a una mirada más flexible que nos permita hacer operativa la teoría en la actualidad, aunque hasta el momento estemos lejos de su dinámica típica o virtuosa” (7).

Nos tomamos el trabajo de poner todo el final de su artículo, para que se pueda ver con claridad lo que él y su partido opinan: que no está planteada la revolución permanente en la actualidad porque no hay revoluciones. Por eso escribe que hay que hacerle una formulación ampliada, porque así “podría acercarnos a una mirada más flexible…aunque hasta el momento estemos lejos de su dinámica” (8).

Nuestro crítico comete un error político, teórico y de método muy profundo. Iguala la necesaria aplicación de la teoría de la revolución permanente a si en un momento determinado hay condiciones o no para que haya revoluciones. De hecho escribe y opina unilateralmente sobre la posguerra y niega la posibilidad de revoluciones en la actualidad. De ahí su necesidad de buscar como ampliar la forma actual de la revolución permanente, porque así es inaplicable.

Dal Maso olvida lo que él mismo recuerda en uno de sus textos; que Trotsky escribió las tesis de la Revolución Permanente en 1930. ¿Y qué condiciones objetivas y revoluciones triunfantes había en ese año y en los siguientes? Los mejores años de la revolución ya habían pasado, se venía en los años previos de la derrota de la revolución alemana, italiana, china. Había ascenso del fascismo en varios países y un avanzando proceso de burocratización en el primer Estado socialista de la historia. En esos mismos años donde todo el ímpetu revolucionario de inicios de la década del veinte pasaba por su peor momento, allí Trotsky avanzó en darle forma a sus elaboraciones sobre la revolución permanente, que había comenzado a realizar inicios del siglo XX.

Como se ve, Trotsky no se manejaba por coyunturas ni por una etapa algo mejor o peor en las condiciones para la revolución: su teoría se ordenaba por la estrategia de la revolución permanente y la creencia que podían sobrevenir nuevas situaciones, cambios bruscos y condiciones favorables. Y para eso nos dejó su teoría, que tiene plena vigencia y va mucho más allá de situaciones diversas.  

A esta teoría, como a otras, se le pueden hacer actualizaciones necesarias. Como marxistas no trabajamos con biblias inmodificables. Solo que actualizar es sobre la base de incorporar aspectos de la realidad del mundo en el siglo XXI, del proceso revolucionario, es decir incorporar lo que ayude a mejor comprender las tareas, ver las demandas sociales que mejor movilizan y golpean al poder capitalista, ver la situación actual de la clase obrera como fuerza social hegemónica y su relación con otros actores sociales dinámicos. Todo al servicio de preparar mejor a una fuerza revolucionaria para intervenir en giros bruscos de la situación que siempre pueden suceder, es decir, para prepararnos mejor para la revolución. Pero una actualización o ampliación de la teoría de la revolución permanente no es en nada útil, si hay que hacerla como dice Dal Maso, porque ha quedado “abstractamente inadecuada desde el punto de vista descriptivo por la ausencia de revoluciones que ya señalamos” (9). En esa definición se ve la dosis esquemática y de marcado escepticismo del autor y del análisis de su partido. Busca una ampliación de la teoría para una revolución que no considera posible.

La relación de este debate con un Frente de Izquierda solo electoral

Dejamos para el final un problema central de todo debate teórico-político: la utilidad que una posición tiene o no para desarrollar en la actualidad una política correcta. En su respuesta a nuestro escrito anterior, Dal Maso dice: “la asociación entre nuestro desacuerdo con la posición del MST sobre constituir un partido único con libertad de tendencias y la guerra de posición gramsciana, soslaya nuestro principal argumento contra una opción de este tipo, que es que un partido se construye en función de una estrategia” (10).

En términos futbolísticos podríamos decir que Dal Maso y el PTS tiran la pelota al córner para tratar de evitarse el problema de responder a un debate muy concreto. Pero el problema político existe igual. De nuestra parte no soslayamos nada, menos la estrategia, la cual determina todas nuestras propuestas políticas.

En esta situación mundial y nacional que nos toca enfrentar, de crisis capitalista, ascenso de nuevos fenómenos de ultraderecha y fuerte polarización social y política; ¿Qué propuesta tiene el PTS para ofrecerle a miles y miles de trabajadores y jóvenes que piden ser protagonistas sin ser de su partido? ¿Qué propuesta tiene para que nuestro Frente de Izquierda intervenga mejor en la realidad y dé un salto organizando a miles de nuevos militantes? ¿Que nos propone al resto de las organizaciones que somos anticapitalistas y socialistas?

Sencillamente no tiene absolutamente ninguna propuesta para estos temas, que si se los abordara con planteos positivos serían una enorme palanca para fortalecer una estrategia socialista y revolucionaria. Y no las tiene porque no ve la posibilidad de ese salto, y entonces no ve la necesidad de tener esas políticas audaces, por eso no se propone modificar el estadio actual de un FIT-U con formato electoral. No propone nada que vaya más allá de eso.

Lamentamos que sobre todo esto el PTS no tenga útil nada para decir.  No propone nada en el artículo de Dal Maso, tampoco en ningún trabajo sobre la actualidad del Frente de Izquierda, ni expresó ninguna propuesta en el reciente Evento León Trotsky. Y sobre todo no tiene ninguna propuesta que haya surgido de su reciente Comité Nacional de diciembre, sobre el cual en su nota en La izquierda diario, en relación a todo esto solo invitan a fortalecer al PTS, con sus diputados y sus formas de comunicación (11). Se puede leer de inicio a fin lo que han debatido en su Comité Nacional y no se encuentra ni una sola propuesta a nuestro frente ni a los miles y miles de independientes que no tienen pensado ser del PTS, pero que juegan un rol destacado en cada lucha.

En su reunión y en la difusión posterior de sus resoluciones, se evidencia una vez más que su estrategia política es una mezcla de autoproclamación, sectarismo y electoralismo. Combinado con una visión de la realidad, que aunque al compañero Dal Maso le moleste que lo digamos, tiene notorios elementos de cierto escepticismo con la revolución. Sería una injusticia culpar a Gramsci de todo esto, más allá de que para llevar adelante este análisis y política equivocada, el PTS nombre a Gramsci una y otra vez.

La estrategia del MST y nuestra propuesta al Frente de Izquierda

De nuestra parte no tenemos una visión lineal, unilateral, ni facilista del mundo que vivimos. Atravesamos una situación mundial compleja, con dificultades y obstáculos y a la vez con fuertes procesos de la lucha de clases, que son una oportunidad de intervenir para la izquierda anticapitalista y socialista y para dar saltos en nuestra ubicación y perspectivas.

Creemos e impulsamos la estrategia de la revolución socialista, que es una tarea vigente e imprescindible en la época que vivimos, más allá de coyunturas o situaciones más o menos favorables. Para eso construimos en el MST un partido revolucionario y la LIS a nivel internacional, donde estamos avanzando en un proceso de reagrupamiento con otras organizaciones y compañeros de diferentes experiencias, países y continentes.

Y a diferencia de los compañeros del PTS que solo convocan a fortalecer su partido, nosotros construimos el nuestro todos los días, en cada lucha, fábrica, barrio, escuela y facultad. Y a la vez sí tenemos propuestas para nuestro Frente de Izquierda, para otras organizaciones aliadas y para miles y miles de independientes, intelectuales y referentes sociales de las luchas. Proponemos que el FIT-U deje de ser solamente un frente electoral y se transforme en un partido común con libertad de tendencias internas. Donde cada cual pueda seguir organizado y a la vez compartiendo una herramienta política que nos una a todas y a todos Y también posibilite la organización y el protagonismo dentro del frente de quienes, compartiendo un programa de fondo, quieran ser parte de esta construcción política. Que tenga su dirección o coordinación nacional, sus reuniones regulares, su intervención común en cada lucha, también su pelea común en las elecciones. Y que tenga un debate común permanente que permita precisar acuerdos, matices y diferencias que lógicamente siempre existen. Una organización que no viva con el conservadurismo y la zona de confort que son producto de lógicas electorales, sino que en base a debates permanentes e intervención en todos los ámbitos surjan mayorías o minorías transitorias, como parte de un funcionamiento democrático.

Hacer esta propuesta implica intentar que desde un frente de la izquierda anticapitalista y socialista nos juguemos a organizar políticamente a decenas de miles. Es una propuesta que va de la mano con la estrategia socialista de creer en la revolución y de saber que si organizamos a miles, en algún giro favorable de la situación podremos incidir con mucha fuerza. Y tenemos esta estrategia y esta propuesta, porque creemos que esos giros de la situación pueden llegar. Lamentablemente los compañeros del PTS ni se plantean este problema crucial. Por eso su estrategia y política no ayuda a desarrollar el proceso de la revolución, porque está ordenada políticamente por tareas que van por detrás de lo que hace falta.

De nuestra parte esperamos que de un sano debate común y a fondo, algún día se reflexione sobre todo esto y se animen a ver más allá de su propio e inapropiado esquema. Terminando de paso con esa autoproclamación teórica donde se ubican como la única supuesta corriente revolucionaria, mientras todo el resto sería centrista o peor. Esto puede verse en diferentes materiales, en particular en uno de sus libros, cuando dicen: “Esto nos autoriza a decir, parafraseando a Lenin, que ninguno de los trotskistas de la posguerra a esta parte entendió a Trotsky, porque sin comprender profundamente su estrategia en esos momentos de quiebre histórico es imposible dimensionar en toda su amplitud el significado de su legado como alternativa revolucionaria” (12). Semejante dosis de pedantería de creerse los únicos en comprender a Trotsky, no proviene de ningún hecho demostrable en la realidad y tiñe todo su armazón teórico y político. Es la misma pedantería que al inicio de este trabajo le criticamos a Dal Maso. Es un método tristemente arraigado que está en las antípodas de la necesaria elaboración colectiva, seria, abierta y en búsqueda de acuerdos entre revolucionarios, algo tan imprescindible en el mundo de hoy.

Quienes creemos en la revolución socialista no creemos en infalibles, no creemos ser los únicos revolucionarios, somos críticos, autocríticos y abiertos a nuevas elaboraciones y a confluir en el mundo y en nuestro país en base a acuerdos políticos y programáticos de fondo. Nuestra reivindicación y a la vez nuestra crítica a posiciones de Gramsci, es parte de un debate más general de estrategias. Y es parte de esa búsqueda, aprendizaje y debate revolucionario tan necesario, si queremos avanzar en unidad para una alternativa revolucionaria con peso en franjas de masas. 


(1) El MST versus Gramsci. Gris es la teoría, Juan Dal Maso, LID 17/11/24

(2) Ídem

(3) Ídem

(4) Antonio Gramsci, C. I.; M., 114-115, Cuadernos 31.33

(5) El MST versus Gramsci. Gris es la teoría (Juan Dal Maso)

(6) Ídem

(7) Revolución permanente: forma actual, formas elementales y formulación ampliada, Juan Dal Maso ,06/10/24.

(8) Ídem

(9) Ídem

(10) El MST versus Gramsci, gris es la teoría, Juan Dal Maso

(11) Política. Construyendo la gran fuerza política de la resistencia de la clase trabajadora y la juventud. LID, 12/12/24

(12) Estrategia socialista y arte militar (Emilio Albamonte y Matias Maiello)

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