La multinacional de Rocca vuelve a usar a sus trabajadores como rehenes mientras se disputa un contrato millonario del gasoducto para exportar GNL. China, EE.UU., Milei y los gobernadores: todos quieren su parte del negocio.
Un deja vú patronal
El grupo Techint volvió a hacer lo que mejor sabe: poner a sus trabajadores como escudo humano cada vez que algún negocio enorme se le complica. Esta vez, Paolo Rocca agitó la amenaza de cerrar SIAT, su planta histórica de Valentín Alsina, si la licitación para los caños del gasoducto que conectará Vaca Muerta con la costa rionegrina queda en manos de una empresa china.
Sí, la misma Techint que se ufanó durante años de sus “estándares internacionales”, que ganó fortunas y que aprovechó la pandemia para recortar personal incluso en plena curva de ganancias, vuelve a victimizarse. Y lo hace en el contexto perfecto: el nuevo festival extractivista promovido por el Gobierno nacional con el RIGI, el régimen hecho a medida de las grandes corporaciones para garantizarles impunidad, beneficios y dólares frescos.
Una pulseada para el negocio, no para los trabajadores.
Dentro de Techint dicen que si la obra queda en manos chinas “SIAT quedará sin necesidad de seguir abierta”. La película ya la vimos: cuando la patronal necesita disciplinar o negociar mejor, inventa escenarios catastróficos. Pero mientras tanto, las ganancias siguen sin problema.
El antecedente inmediato es claro: el tramo marítimo del gasoducto ya lo ganó un fabricante chino que envió 2.200 ductos. Techint quedó afuera, y ahora llora sobre el cemento derramado. Pero lo cierto es que en la disputa por proveer tubos, aquí no hay “nacional vs. extranjero”: hay corporaciones peleando por quién se queda con un negocio millonario.
Porque mientras Rocca habla de “competencia desleal”, su empresa importa la chapa desde Brasil y centraliza compras desde Uruguay. El “compre argentino” dura lo que demora la billetera en abrirse.
RIGI, extractivismo y el negocio del GNL
Todo este ruido se da mientras el proyecto de San Matías Pipeline avanza bajo el paraguas del RIGI. Este régimen otorga beneficios inéditos a las multinacionales extractivas: menos impuestos, estabilidad fiscal por décadas, libertad para fugar dólares y cero responsabilidad socioambiental. Es el sueño húmedo del imperialismo energético, sea estadounidense, europeo o chino.
Y en ese tablero geopolítico aparece Techint aliada a Estados Unidos, denunciando a China, y un gobierno que dice que “ganará la mejor oferta”. ¿Mejor para quién? ¿Para la comunidad? ¿Para los trabajadores? ¿Para el ambiente? No: para los accionistas.
Mientras la obra promete exportaciones millonarias de GNL —a costa de profundizar el modelo fósil que destruye territorios, glaciares y el agua—, los únicos que aparecen en riesgo real no son los ingresos empresarios, sino los puestos de trabajo locales.
La resistencia y ataque en el sector
SIAT ya vivió recortes, suspensiones y amenazas de cierre en años anteriores. Incluso en plena pandemia, cuando Techint tuvo ganancias récord, avanzó con despidos. Es una patronal que opera con el mismo libreto hace décadas: disciplinar, ajustar y victimizarse para defender sus intereses.
Ahora vuelven a la carga con la misma receta. Pero la responsabilidad es compartida: un gobierno nacional que promueve el extractivismo a cualquier costo, gobernadores que aplauden proyectos que hipotecan el ambiente y la economía regional, y corporaciones que usan a los trabajadores como variable de ajuste.
Ni Rocca ni Xi Jinping
Más claro echale agua: no hay que elegir entre un capitalista local o uno extranjero; entre el acero de Rocca o los caños chinos; entre el negocio yanqui o el negocio asiático. Todos vienen a lo mismo: explotar recursos, precarizar trabajo y multiplicar ganancias privadas.
Frente a una nueva amenaza de cierre, llamamos a redoblar la solidaridad con los trabajadores de SIAT, con sus familias y con las pymes afectadas. Si Techint avanza con esta extorsión, será fundamental organizar asambleas, impulsar un plan de lucha y exigir que no se pierda ni un solo puesto de trabajo.
Ni ajuste patronal, ni extractivismo disfrazado de “progreso”, ni RIGI al servicio del saqueo. La única salida real es poner las necesidades de las y los trabajadores y del ambiente por encima del negocio de las multinacionales.

