martes, 5 noviembre 2024 - 05:15

Sobre Putin y el imperialismo ruso. Algunos debates 

La guerra en Ucrania trajo nuevos debates. La necesidad imperiosa de enfrentar la estrategia expansionista de EEUU y la OTAN es un hecho evidente. Aunque a la vez, tener claro esto no alcanza para comprender lo que pasa en Ucrania y el este europeo. Y menos aún, para entender la dinámica de Rusia y por qué no refleja un campo progresivo, sino otro poder imperialista en ascenso, ahora invadiendo Ucrania y atacando su población. Abordamos estos debates de actualidad. 

El intelectual brasilero Emir Sader, escribió para Pagina 12: «La tercera década del nuevo siglo proyecta así una nueva forma de guerra fría…Comparado con la fuerza que tuvo en la primera guerra fría, ya sea en el campo político, económico, tecnológico y hasta militar, Estados Unidos es flagrantemente más débil. En la crisis de Ucrania, incluso la superioridad militar de EEUU resultó ser relativa, ya que la iniciativa y la audacia de Rusia neutralizaron su capacidad de acción…El siglo XXI seguirá siendo un siglo de disputa entre el declive de la hegemonía norteamericana y el ascenso de fuerzas favorables a un mundo multipolar». 

De esta forma, Sader da cuenta de un mundo donde hay un solo campo imperialista, el comandado por EEUU, y enfrente solo existe un campo positivo, comandado por China y Rusia, que quieren un mundo multipolar. De ahí desprende que hay que apoyar a estos últimos. 

Siguiendo la misma lógica, Atilio Borón, que al igual que Sader representa una voz campista que le da a Rusia un rol progresivo, dice en torno a la guerra de Ucrania que es «una tragedia que podría haberse evitado y ante la cual no hay neutralidad posible. Hay un bando agresor: Estados Unidos y la OTAN, y otro agredido, Rusia. En esto no puede haber confusión alguna»

Podríamos seguir citando textos similares de intelectuales campistas que se apoyan en la sana necesidad de enfrentar a EE.UU. y la OTAN para dejar correr un no-sano apoyo a Putin y el régimen expansionista ruso, responsable directo no solo de la invasión y masacres en Ucrania, sino de acciones semejantes en varios países. Y de una permanente represión interna en Rusia, donde encabeza un régimen capitalista reaccionario y bonapartista. 

Rusia, historia y presente 

Como militantes socialistas, defensores de las mejores enseñanzas del leninismo y el trotskismo, nada tenemos que ver con las posiciones alentadas por la prensa proimperialista y sus ideólogos, que buscan aprovechar la invasión de Putin a Ucrania para generar un sentimiento antiruso, emparentándolo indirectamente como sinónimo de anti-izquierda, anticomunista. Somos defensores de la historia revolucionaria de la Rusia Soviética, que expresó en su momento lo más avanzando con la clase obrera en el poder, iniciando un cambio de época en la historia de la humanidad. Precisamente esa gesta revolucionaria llegó para cortar la decadencia del imperio opresor zarista y todas sus visiones granrusas, chouvinistas y de «cárcel de los pueblos», como en su momento denunciara Lenin. Las mismas pretensiones imperiales y opresoras que hoy, en otro contexto y otro tiempo, vuelven a aparecer en toda su dimensión. Opresión que en su momento Stalin también había impulsado como jefe político de la burocracia, que luego se transformó en restauracionista. La historia de Rusia tiene una esencia casi permanente de políticas y acciones imperiales sobre todos los pueblos de la región, comportamiento que no fue así tan solo en el breve período de los años de auge de la revolución rusa conducida por Lenin, Trotsky y los bolcheviques. 

Llegados a un nuevo milenio, lo que hace años sucede al interior de Rusia, y como extensión de esa realidad sucede en su política exterior, nada tiene que ver con esa tradición progresiva y revolucionaria del bolchevismo. Tras la caída del contrarrevolucionario aparato stalinista y el avance del proceso de restauración, Rusia se fue convirtiendo en una nueva potencia capitalista, que, tras un primer momento de retroceso marcado en los ’90 y comienzos de la década del 2000, en los últimos quince años viene dando pasos para recuperar peso regional y reinsertarse en la disputa mundial, ahora como potencia capitalista. Y aprovechando tras la crisis global de 2008, el debilitamiento del imperialismo yanqui y el europeo.

Quienes desde una posición antiimperialista contra EEUU, a la vez ocultan el rol regresivo y reaccionario de Rusia en el escenario mundial, tapan conscientemente que el régimen ruso bajo Putin viene cometiendo atrocidades en diversos países. A la vez que avanza en su influencia militar, económica y política en toda su zona de influencia, y a un ritmo menor, pero de avance, en diversos continentes del mundo. 

Que tenemos que enfrentar los planes de EEUU como principal potencia imperialista no está en debate, lógicamente hay que hacerlo siempre como tarea central. El debate es otro. Y es que nada dicen los defensores de Putin que, en el último año, las acciones del gobierno ruso y su poder militar fueron claves para reprimir las revueltas populares y masivas en Bielorrusia y en Kazajistán, que tuvieron enormes y progresivas rebeliones populares contra planes de ajuste, y sus gobiernos tuvieron el apoyo de Putin para frenar las revueltas. Nada dicen tampoco de su anterior incursión en Siria, en apoyo a una dictadura sangrienta de décadas, jugando el ejército ruso un rol clave para frenar la primavera árabe en tan importante país del Oriente Medio. O sus incursiones contra el pueblo checheno o la propia Ucrania años atrás. O sus actuales amistades y acuerdos con Israel, los Talibanes, con derechistas europeos y, últimamente, hasta con Bolsonaro

Ahora, actuando en opuesto a lo mejor de la tradición rusa y leninista que fue vanguardia en otorgarle al pueblo ucraniano su derecho a la autodeterminación, el poderoso ejército ruso bajo Putin invade, destruye, mata civiles y pretende conducir a su antojo el destino de un país semicolonial. Sin embargo, para los campistas, Rusia es la víctima. Al decir de Borón, «no puede haber confusión alguna». Pero no se trata de confusiones sino de engaños conscientes. Porque nunca puede ser positivo para enfrentar a una potencia imperialista como EE.UU. y a la OTAN, apoyar y justificar a otras potencias con planes y acciones imperialistas en curso. 

Alepo, Siria bombardeada por los rusos.

Rusia, también imperialista 

Esta es una definición que niegan los intelectuales reformistas y campistas que ven al mundo como si hubiera solo dos campos: uno imperialista y malo y un bloque multipolar bueno y positivo. Ya hemos explicado el rol regresivo que Rusia jugó todos estos años en todos los países donde intervino política y militarmente, en función de fortalecer sus objetivos como potencia y atacar derechos sociales y democráticos de pueblos enteros, dentro y fuera de sus fronteras. 

Pero también en la izquierda anticapitalista y socialista hay debates y matices o diferencias al respecto. En todo el mundo la izquierda debate sobre qué es Rusia y qué rol juega. Por ejemplo en nuestro país, al interior del Frente de Izquierda Unidad, hay compañeros que no consideran que Rusia sea una potencia imperialista. Por ejemplo los compañeros del PTS denuncian a Rusia en su ataque a Ucrania, pero a la vez no la consideran imperialista. Y sin esta definición, más temprano o más tarde, se conduce a errores políticos de importancia, porque nunca se tiene la misma política para una potencia imperialista que para un país que no es. 

De hecho, el PTS y su organización internacional arrancó sus opiniones en este conflicto con esta consigna en su declaración; «Abajo la escalada guerrerista de EE.UU. y la OTAN en el Este de Europa. Ni intervención imperialista ni injerencia militar rusa en Ucrania». Allí le da un rol imperialista solo a EE.UU. y a Rusia tan solo el de tener «injerencia militar». Pero días después de esa declaración fue Rusia quien invadió y bombardeó a un país semicolonial. Con el correr de los días ante la realidad evidente, fue modificando más correctamente su posición, partiendo de denunciar la invasión rusa y junto con eso denunciar también a la OTAN y sus planes, aunque sigue sin definir como imperialista a Rusia. Esos vaivenes, se deben precisamente a que no tienen una definición clara de qué es realmente Rusia en el contexto actual. Algo esencial para no ceder a las presiones de posiciones campistas. 

Para explicar que no es imperialista, los compañeros publican en La Izquierda Diario un texto de hace tres años de Stansfield Smith, quien da una serie de datos económicos y financieros para sustentar que Rusia no es imperialista. 

Sin embargo, todo el texto y los datos, muchos de ellos reales aunque en algunos casos desactualizados, son parcialidades combinadas con conclusiones esquemáticas, ajenas al desarrollo desigual y combinado de una potencia imperialista en ascenso, y ajena a la intervención concreta de Rusia en la realidad regional y mundial. Lenin lógicamente hizo definiciones sobre qué era el imperialismo cuando había un cambio de época, cuando el sistema en su conjunto se transformó en un capitalismo imperialista. De ahí que, manteniendo esos parámetros, no se los puede tomar como un esquema fuera de la realidad, más de cien años después. 

Por ejemplo, con datos en frio y esquemas, se pretende decir que Rusia no es imperialista porque está muy por detrás de EE.UU., China o Alemania en materia de inversiones, en el peso de las grandes empresas rusas entre las más grandes del mundo y en el retraso en exportaciones de capitales. Sin embargo, eso no demuestra que no sea imperialista, en todo caso demuestra que no es el imperialismo más importante ni menos aún el hegemónico. Explica que hay desigualdades incluso entre distintos imperialismos en sus diferentes grados de desarrollo. Los datos muestran que hay algunos que aún en su debilidad son más dominantes y otros vienen desde una ubicación inferior, buscando ganarse un lugar, en un mundo convulsionado y de crisis sistémica del modelo capitalista-imperialista. La realidad demuestra también que Rusia es un imperialismo en desarrollo, con elementos desiguales y un tipo distinto de imperialismo, porque actúa bajo un modelo de Capitalismo de Estado, distinto al imperialismo de occidente. 

Grozni, Chechenia bombardeada por los rusos.

Realidad, dinámica y desarrollo desigual 

Así como es verdad que el marxismo dio una serie de condiciones económicas-financieras-militares para definir al imperialismo, las mismas no pueden tomarse como esquemas ni como sumas y restas de cada rubro, sino viendo la realidad y la dinámica. Una potencia imperialista tiene desigualdades en su desarrollo, puede estar más retrasada en exportación de capitales, pero estar muy avanzada en su accionar y poderío militar, e influencia de zonas muy importantes del mundo. Puede no tener las principales corporaciones y trust, pero teniendo algunas importantes ostentar planes expansionistas apoyados en riquezas naturales de envergadura, que la colocan en una posición de superioridad, incluso sobre otros países imperialistas. 

Estamos en un nuevo milenio y en una nueva situación internacional, y en lugar de esquemas hay que utilizar la ley del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, que es mucho más útil para comprender cómo una potencia que aún es más débil en rubros económicos y financieros, tiene hoy a EE.UU., Alemania, Francia e Inglaterra, sin decidirse a intervenir en forma directa con sus tropas en el campo de batalla, por la incertidumbre que abriría dar ese paso. 

A la vez, no se puede definir a Rusia por fuera de la realidad. Si no es un imperio expandiendo sus planes y su fuerza, ¿por qué el mundo reconoce que tiene en vilo a todo un continente con países imperialistas adentro? ¿O acaso alguien cree que los pueblos de toda su región no lo perciben como una fuerza imperialista, si permanentemente los azota, amenaza, anexiona, interviene o directamente invade? 

¿Puede afirmarse a la vez, que Rusia tiene capacidad de cortar gran parte del suministro de gas y energía a Europa y a Alemania en particular, pero decir que no tiene ningún peso importante en la economía mundial? 

Rusia puede invadir y enviar tropas, armas y mercenarios a los últimos cinco o seis conflictos de envergadura en Europa y Medio Oriente, ¿y no es ese accionar una característica central de una potencia imperialista? 

Tan evidente es la realidad, que aun negándose a definir a Rusia como imperialista, el compañero Matias Maiello del PTS tiene que terminar escribiendo en su último artículo que: «hoy es un país capitalista, que si bien no es imperialista en el sentido preciso del término (en tanto y en cuanto no cuenta con proyección internacional significativa de sus monopolios y exportación de capitales; exporta esencialmente gas, petróleo y commodities; etc.) actúa como una suerte de «imperialismo militar» en su zona de influencia». 

El autor no puede obviar el rol y la capacidad militar como un tema central de la caracterización de una potencia imperialista, y recordemos que Rusia es uno de los países con más cabezas nucleares y ocupa el segundo lugar en exportación de armas, detrás de EE.UU.. Sin olvidar algo ejemplificador sobre la posición actual de Rusia: es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho a veto. Solo cinco países tienen esa condición de vetar cualquier resolución, y los otros cuatro son imperialistas; EEUU, Reino Unido; Francia y China. Raro que Rusia no lo sea. 

Jarkiv, Ucrania bombardeada por rusos.

Pero junto con eso, el texto de Stansfield Smith citado por La Izquierda Diario, no toma en cuenta la dinámica de Rusia y todo lo que avanzó los últimos años en el plano del comercio, las exportaciones, la influencia e intervenciones políticas en varios continentes, mientras el imperialismo europeo fue retrocediendo. 

Por ejemplo, su capacidad energética es parte de su plan de avance imperialista, y no un dato desconectado y parcial. Como bien dice un estudio reciente «Rusia es una gran potencia energética, pues posee una quinta parte de las reservas de gas natural del mundo y la octava parte del petróleo, y es líder en el mercado europeo, ya que casi el 40% del gas que importan los países de Europa es ruso. Las enormes reservas de gas y petróleo, y las conexiones de los oleo- y gasoductos que atraviesan varias fronteras de los países de Eurasia, son la base esencial del poder de Rusia. Los fundamentos de la geopolítica rusa de energía consisten en usar los recursos energéticos como instrumento de política exterior para aumentar su influencia política, sus ganancias económicas y su capacidad de coacción sobre los países vecinos y sus clientes»

A la vez Rusia viene avanzando los últimos años en sus intervenciones, negocios e influencia política en Latinoamérica y en África, en esta última, donde potencias europeas vienen en retroceso constante. Aquí Rusia se vale de un circuito de seguridad privada, el Grupo Wagner, comandadas por un millonario ligado a Putin, que actúa a las órdenes del Estado ruso. Y en Latinoamérica, aunque bastante por detrás de EEUU y de China, hace años Rusia viene dando pasos en acuerdo comerciales diversos, con centros en planes energéticos y venta de armas. 

Podríamos continuar con más datos, pero no es nuestra intención demostrar que Rusia supera a las principales potencias imperialistas en materia económica o comercial, porque no es así, en su desigual desarrollo tiene retrasos evidentes. Pero sí es bueno ver que viene avanzando en estos rubros de gran importancia, mientras en el plano de acciones militares y en política geoestratégica, se ubica por encima de otros imperialismos como el europeo, que refleja una marcada debilidad. Es decir que su rol político y militar central, acompañados por puntos fuertes y debilidades, es un rol imperialista en todo el este europeo y Oriente Medio, y a la búsqueda de intentar extender ese accionar a otras regiones del mundo, como socio de China. 

En resumidas cuentas, en la izquierda tenemos la obligación de interpretar a fondo el mundo que vivimos, caracterizar correctamente a todos los actores en pugna, comprender la dinámica de las disputas interimperialistas y no tomar partido por ninguna potencia imperialista más allá de su grado de desarrollo, sino alentar políticas y acciones independientes, anticapitalistas y socialistas. Que en el caso específico del conflicto actual, se ordenan por el rechazo a la guerra, fuera Putin y las tropas rusas de Ucrania; solidaridad con la clase obrera y el pueblo ucraniano; fuera la OTAN del Este europeo. 

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