Desde hace muchos años la gran burguesía y el imperialismo ven con preocupación que Argentina, desde su punto de vista y necesidad de recomponer ganancias, no es un país normal. Lo sucedido estos dos meses y sobre todo las últimas semanas le dan la razón. Aquí todo puede pasar a velocidad, generando cambios en poco tiempo. Aquí no hay estabilidad burguesa sino tensiones permanentes. No hay plan coherente en el horizonte y sobra incertidumbre. No hay un régimen sólido y sí navegan inquietos en un intento desordenado por poner orden, obteniendo como resultado más desorden aún. Aquí lo normal en la calle es la fuerza de la protesta, aunque Bullrich quiera a millones por la vereda.
Ríos de tinta se han escrito desde ayer sobre la fuerte derrota del gobierno al caerse por completo la Ley Ómnibus, que ya de por sí de “ómnibus” le quedaba bastante poco, a fuerza de tanto obligado recorte de artículos. Los grandes medios oficialistas, en la noche de la derrota, hicieron desfilar a dirigentes de la oposición de derecha para explicar el porqué del fracaso y a aconsejarle al presidente, en vivo y por TV, que dialogue más e insulte menos a gobernadores y diputados, que aprenda a negociar. No lo lograron. Milei sigue de amenaza en amenaza.
Los medios oficialistas ensayan explicaciones que toman parte de la realidad a su conveniencia, muestran una parcialidad y tratan de enfocar el análisis solo en el desquicio del presidente y de sus alfiles, allí colocan los motivos de por qué se derrumbó la ley. En el fondo tratan de no explicar lo esencial de lo que acontece en nuestro país, intentan ocultar frente a la opinión pública la causa central de por qué el gobierno recibió tremendo golpe político que cuestiona todo su plan en tan solo dos meses de mandato: la fuerza de la calle.
Un análisis serio de lo que sucede en nuestro país marcaría dos momentos diferentes y un punto de inflexión desde que asumió Milei: el paro nacional y las enormes movilizaciones del 24 de enero, esas históricas movilizaciones con más de un millón de personas en la calle y otros millones acompañando con apoyo social. Si bien el descontento social y las acciones como cacerolazos y marchas ya venían desde antes, el 24/1 se produjo un quiebre, un cambio de tendencia y un fortalecimiento de todo el proceso de lucha. Todo lo que sucedió en la superestructura política, parlamentaria y judicial después de ese día, es un subproducto de la fuerza de la calle.
El DNU, ¿camino a una posible caída?
Es por todo esto y no por casualidad, que las últimas dos semanas el gobierno ingresó en un tobogán de problemas, crisis, retrocesos y finalmente derrota en el Congreso. Esa presión social de la calle comenzó a actuar sobre la justicia, que le tuvo que proporcionar diferentes fallos a favor a reclamos de sectores gremiales, hasta terminar declarando inconstitucional todo el capítulo cuatro del DNU sobre reforma laboral, frenándole un punto central del plan del gobierno y la gran burguesía parasitaria.
También emitieron un fallo sobre el artículo referido a la tierra y otro contra la posibilidad de que los clubes sean sociedades anónimas. Mientras tanto en el Senado, la vicepresidenta Villarruel viene haciendo malabares antidemocráticos para resistir la convocatoria a una sesión, que muy probablemente votaría contra todo el DNU, abriendo la puerta para que luego vaya a diputados con un fin similar. Este DNU, más ahora en el contexto post caída de la Ley Ómnibus, será cada vez más cuestionado, su vigencia y validez caminan por la cornisa.
La muy corta vida de la Ley Ómnibus
Fue esa misma y creciente presión social de la calle la que comenzó a generar grietas en diferentes bloques de diputados, al obligar al gobierno a quitar primero algunos artículos y luego un capítulo entero. Hasta representantes de una oposición dialoguista y cómplice necesitaron deslindarse de puntos esenciales al plan de Milei. Con miles en la calle y con nuevas encuestas donde el presidente baja en sus niveles de apoyo considerablemente, la voluntad acuerdista de diferentes diputados tuvo sus picos de crisis. No sucedió por amor al pueblo, sino por temor a lo que viene, a que la indignación se les venga encima.
La potente derrota del gobierno en diputados, la caída de una mega ley entera comenzó a gestarse mucho antes del lunes 6 de febrero. Se la pasó durante días retirando artículos antes de la sesión final y esta marcó un nuevo punto de inflexión, una crisis política de consecuencias todavía en curso, pero seguramente muy profundas. El presidente que quiso sentar nuevas bases retrógradas para el país, el que decía no negociar nada, el que confiaba en las fuerzas del cielo, se dio de frente contra una pared y todavía da vueltas grogui por las redes sociales. Mientras tanto amenaza con convocar a un plebiscito, que sabe muy bien no tiene garantías de ganar.
Milei no tiene ahora ninguna ley que respalde sus sueños de monarca, ni su plan de apertura económica a favor de los grandes capitalistas ni su plan represivo para un régimen más autoritario. Dos meses de gobierno y no tiene nada de lo que quería. Mientras su capital político se va deteriorando al calor de una crisis económica, que encima va a seguir empeorando y golpeando la vida diaria de millones de familias trabajadoras y de sectores medios.
Ahora tiene la ardua tarea de comenzar de nuevo en el Congreso, no sabe con qué ley, ni con que aliados, y seguro no podrá avanzar en lo inmediato, porque el tiempo del período de sesiones extraordinarias se va acabando. Van bajando sus posibilidades de éxitos parlamentarios a la par que van subiendo las tendencias a mayor malestar social. Y cuanto más avance este proceso, menos apoyo.
Un protocolo ilegal, cada vez más cuestionado
Si algo le faltaba al gobierno fue que, en medio de las jornadas de movilización frente al Congreso, las fuerzas de seguridad actuaron por directivas de Bullrich de manera brutal contra manifestantes, periodistas, jubilados, mujeres y contra todo quien pasará por allí. Así quisieron lograr que nadie protestara mientras adentro del Congreso reinaba la rosca y las idas y vueltas. No lo lograron, no hubo represión alguna que evitara que todos los días las asambleas, la cultura, sectores clasistas y sociales, la izquierda con el MST como gran protagonista y toda una importante multisectorial estuviera allí a lo largo del día. Mientras, los canales mostraban una represión indignante, que se le volvió en contra.
Aparece entonces el juez Casanello, no por casualidad, y se declara competente ante una presentación de Cele Fierro y el MST contra el protocolo de Bullrich para que sea declarado inconstitucional. Ya ese paso fue positivo, pero ante la respuesta del ministerio de seguridad, manifestando y haciendo valer nuestro derecho democrático a la protesta y a expresarnos libremente. Porque vamos a seguir hasta el final la pelea judicial a sabiendas que la pelea de fondo se gana en la calle, como ha sido siempre. Sin bajar la guardia porque Bullrich, buscará la manera de seguir adelante.
Seguir en la calle contra todo el plan Milei
Como puede verse, ese trípode conformado por la Ley ómnibus, el DNU y el protocolo anti-protesta social, ese reaccionario andamiaje político, económico y represivo, vive su peor momento de crisis y la misma tiende a profundizarse. En hora buena. Esa “anormalidad” que, como decíamos al inicio de esta nota, sufre la gran burguesía, volvió a expresarse con toda su fuerza. Menos de dos meses de mandato de un presidente que arrancó con fuerte apoyo electoral y pasaron tantas cosas en su contra que parecen dos años. Y si bien el país está polarizado, porque sabemos que mantiene una base social que lo apoya y también el poder económico central lo sostiene, esa polarización es desigual; porque en la calle solo se expresa el polo que lo enfrenta, que resiste su plan y que ha sido el gran protagonista de esta primera etapa.
Ese polo hay que fortalecer ahora más que nunca. Desde la primera movilización del 20 de diciembre se fue gestando una unidad multisectorial entre la izquierda, el sindicalismo clasista, movimientos sociales, Unidos por la Cultura, asambleas barriales, organizaciones socioambientales y de DDHH. Este espacio político y de lucha viene jugando un rol muy progresivo, más allá de fuertes debates a su interior que seguirán existiendo. Cada uno de esos sectores tiene que seguir desarrollándose, las asambleas barriales deben ir hacia una gran interbarrial, la cultura con su organización federal, la unidad de sectores combativos por salario y contra los despidos, las organizaciones piqueteras por alimentos para los comedores. Y hay que gestar una coordinación más fuerte con la multisectorial, convocando a un gran encuentro de todos los sectores en lucha.
A la vez tenemos que hacernos sentir más fuerte en la calle. A la CGT y las CTAs les exigimos que dejen la quietud y convoquen a nuevos paros y movilizaciones contra todo el plan de ajuste, el DNU y el protocolo. Por salarios dignos, alimentos y más presupuestos para necesidades sociales. Y desde la izquierda tenemos que convocar ampliamente a una gran movilización por todos estos reclamos. Una gran acción política y nacional que se haga sentir. No podemos quedarnos esperando a que la CGT se decida a convocar. Organicemos una enorme movilización contra todo el plan Milei en el camino del paro nacional activo que hace falta.
La alternativa es junto a la izquierda
La crisis profunda que vive nuestro país, el debilitamiento de este gobierno, las perspectivas de más luchas más confrontación social y polarización, e incluso la posibilidad de saltos cualitativos de toda la situación colocan la necesidad de fortalecer una nueva y gran alternativa política. Que no puede ser de la mano del peronismo que ha llevado al país de fracaso en fracaso hasta abrirle la puerta al ultraderechista de Milei. Hace falta algo nuevo, junto a la izquierda y condensando la fuerza de las y los miles que estamos en la calle. Desde el MST en el Frente de Izquierda Unidad convocamos a construir esa alternativa, con la estrategia de un gobierno de las y los trabajadores y por un país que necesita cambiar de raíz, pero en sentido opuesto al que quiere Milei: hacia un modelo económico, político y social anticapitalista y socialista.