Su imagen recorre el mundo de las ideas. Con su típico turbante y sonrisa o inmersa en un mar de libros, papeles, la intensa filósofa, escritora y docente francesa marcó el pensamiento del siglo veinte. Y en particular, nos legó a las mujeres en lucha y a los movimientos feministas su obra medular.
Nacida en París en 1908, su familia de origen burgués y fuerte tradición católica enmarcó los primeros años. Una infancia tradicional sin altibajos. Con el despertar de la adolescencia y experimentando las contradicciones que el estilo de vida impuesto por el entorno le depara, la gran lectora cursa sus estudios preparatorios en una institución conservadora, religiosa.
Una circunstancia adversa en la economía en casa de los Beauvoir hace que tenga que trabajar. Del piso en plena zona residencial pasan a vivir en un pequeño apartamento. Esta situación engendra en la estudiante una serie de pensamientos que irán rompiendo con toda la cultura e ideología en la que se había criado. En sus cuadernos registra anotaciones reflexionando acerca del destino que les toca a las mujeres de su clase: matrimonio, en general acordados por las dotes, hijos y una vida de esclavitud, como había observado en su propia madre.
Una transición mediada por la hipocresía y doble moral que comprobaba del entorno, en especial de su propio padre a quien admiraba al principio, y las lecturas filosóficas y ficcionales de época que la interpelan. Ávida estudiosa, comprende que lo suyo nada tiene que ver con ese destino, ni la religión ni la vida limitada de las mujeres. Un episodio clave termina por dar forma a su nueva condición intelectual e ideológica: la muerte de su mejor compañera y amiga, Zaza, a quien los padres habían forzado a comprometerse y casarse por conveniencia. Su amiga enferma y se deteriora día a día, y finalmente muere a los veinte años. Simone responsabiliza a la familia de la joven y al mandato irremediable que la sociedad imponía.
Destacada estudiante, logra una vacante en la Universidad de la Sorbona. El mundo se abría por completo y ella sabía lo que quería: ser escritora y, por sobre todas las cosas, ser dueña de su tiempo y su vida sin tener que atarse a ninguna otra actividad, particularmente la de ser esposa y madre. Es allí donde conocerá a su compañero de por vida, colega y amante, Jean Paul Sartre.
El mundo conocerá a esta pareja por haber sido una de las primeras relaciones sexo-afectivas planteadas como abiertas, libres, de absoluta autonomía. Y así la transitaron, no sin conflictos. Más colegas de las ideas que pareja en el sentido tradicional, en sus memorias y algunas entrevistas relatan de qué manera se consultaban sus producciones, debatían y discutían durante horas e incluso compartían sus experiencias con otras relaciones.
Fue en uno de sus debates, mientras Simone daba clases, que el autor de El Ser y la Nada la desafió para que escribiera algo de lo que ella supiera mucho. “Que más se puede saber sino de uno mismo: escriba sobre usted”, le dijo. Fue éste el puntapié para que surgiera la pregunta clave: ¿qué es una mujer? A partir de ella sobrevinieron los cientos de páginas distribuidas en dos partes, con capítulos que analizan desde lo biológico, lo histórico, lo mitológico, las distintas etapas por la que sociedad prepara y configura a la mujer, las justificaciones, las que escapan al mandato y son catalogadas negativamente y un corolario que abrió las compuertas en la vida personal y colectiva de millones de mujeres. Ella indaga en la verdadera meta de estos seres a los que se descubre como otra persona, de segundo orden: la conquista de su independencia y liberación.
El segundo sexo, un texto que es puntal del feminismo, lo fue escribiendo durante 1949 y de este extraordinario ensayo, traducido en decenas de idiomas a lo largo de estas décadas, surge una idea fuerza: las mujeres somos “fabricadas” como tales, no nacemos con esas características, sino que se nos “hace” de esta manera. Son todos los dispositivos por parte de las instituciones los que machacan acerca del formateo, empezando por la familia, la escuela y la sociedad en general.
El libro causó mucho revuelo. Rechazo por un lado, burlas, pero una gran aceptación por parte de millones de mujeres provenientes de todas las clases sociales que le escribían para agradecerle tal nivel de develamiento sobre el estado de las cosas respecto de la condición femenina. Así como la propia Judith Butler bosqueja su teoría de género a partir de esta lectura, una obrera de fábrica le explica a Simone en una carta la fascinación que su texto le había provocado y cómo había hecho circular el mismo entre sus allegadas.
En una Francia devastada por la guerra, el impulso oficial orbitaba alrededor de que se debía repoblar la nación, de modo que eso de que las mujeres debían independizarse y alejarse de la maternidad les era molesto. Los comunistas también lo catalogaron negativamente, algunos sectores de la Iglesia lo calificaron de pornográfico y, los conservadores, de antipatriótico.
Recordar que su trabajo estaba atravesado, además por los debates políticos, la guerra, el nazismo, el comunismo. Su producción siguió en libros como sus Memorias de una joven formal, La fuerza de la edad, La fuerza de las cosas, Los mandarines, La mujer rota.
Junto a su último compañero, el cineasta Claudio Lanzmann, en la década de los ’60 se posicionó firmemente contra el colonialismo francés en Argelia, contra la intervención imperialista en Vietnam y ambos participaron del Mayo francés de 1968.
En 1971 Beauvoir le da letra al Manifiesto de las 343, en donde todas las firmantes declaran haberse practicado abortos, bajo la pena de ser encarceladas, ya que en esa época era un delito. Personalidades como Catherine Deneuve, Margarite Duras y Jeanne Moreau fueron parte de este colectivo. El inicio de dicho manifiesto, escrito por Beauvoir, dice:
“Un millón de mujeres aborta cada año en Francia. Lo hacen en condiciones peligrosas debido a la clandestinidad a la que son condenadas cuando esta operación, practicada bajo control médico, es una de las más simples. Se sume en el silencio a estos millones de mujeres. Yo declaro que soy una de ellas. Declaro haber abortado. Al igual que reclamamos el libre acceso a los medios anticonceptivos, reclamamos el aborto libre”.
Ese año salió a la luz su única novela, Las inseparables, en donde aparece de forma ficcional la relación que la autora tuvo con su mejor amiga, Zazá. Una perla para no dejar pasar.
Ayer, 9 de enero, se cumplieron 112 años de su natalicio.
En la Argentina, fortalecidas por la victoria de haber conquistado la ley de aborto, y en todo el mundo, la obra de Simone de Beauvoir sigue rodando, abriendo caminos, gestando resistencias.
Diana Thom