La segunda ola adquiere características de tsunami en todo el territorio nacional. Las restricciones decretadas por el gobierno nacional son insuficientes y tardías. El crecimiento exponencial de casos en gente más joven abre la posibilidad cierta de un colapso del sistema sanitario al cual no llegamos en la primera ola. La definición del presidente de que el sistema sanitario estaba “relajado” está en las antípodas de la realidad. Hay una sobresaturación de todos los trabajadores de la salud, quienes con salarios de hambre deben enfrentar a diario guardias repletas, terapias intensivas llenas y camas hasta en los pasillos. Hay que avanzar de inmediato a una unificación de todo el sistema de salud bajo control estatal y disponer de todos los fondos necesarios para garantizar su sostén y funcionamiento.
Con más de 2.7 millones de infectados y casi 60 mil muertes la segunda ola en el país adquiere características de tsunami. Los más de 300 mil casos en los últimos 15 días dan clara muestra de lo que afirmamos. La segunda definición, es que este tsunami afecta a todo el país, no solo al AMBA como parecía preocuparle al presidente desde la semana pasada. Santa Fe, Córdoba y Mendoza, los centros de mayor concentración poblacional después del AMBA, sufren igualmente del aumento exponencial de contagios, superando incluso los picos de los peores meses del 2020, con una ocupación de camas de internación que supera el 90% -95% en las terapias intensivas. Otra característica de esta segunda ola es la disminución de las edades de contagio, que pasó de 67 años aproximadamente a menos de 50 actualmente y su repercusión en cuanto a internaciones, tiempo de ocupación de camas críticas y mortalidad. El tercer punto es que, como sostuvimos desde principios de año, finalmente afrontaremos la explosión de casos con una muy baja tasa de vacunación efectiva. Tener claro estos tres conceptos, nacionalización de la pandemia, edad de contagios y escasa vacunación es fundamental para comprender por qué sostenemos que se puede ir esta vez sí a un colapso del sistema y agotamiento del personal de salud.
Nacionalización de la pandemia
El hilo se corta siempre por lo más débil, dice el popular dicho y se verifica en lo sanitario. Mientras el presidente se reunía con los ministros del AMBA por el efectivamente preocupante aumento de los casos en el lugar más densamente poblado del país, ya había evidencias claras que la pandemia azotaba a los principales centros urbanos del interior. El gobierno pone en el centro la pelea política con Larreta por las clases presenciales en CABA, mientras los contagios se disparan en Mendoza, Santa Fe y Córdoba, llevando a situaciones de prácticamente colapso en muchas localidades donde la ocupación de camas llega al 95% y 100%, sin posibilidades de aumentar el número de las mismas y difícil derivación de pacientes.
Una vez más el gobierno le yerra en el diagnóstico, se centra en discusiones con la derecha impresentable de Cambiemos, que pasó de ser anticuarentena y antivacunas a adalides patéticos en defensa de la educación de los niños, mientras se le incendia el resto del país. Esto no es un dato menor y ya pasó en el 2020, donde las que primero colapsaron fueron las provincias más alejadas del centro como Jujuy y Santa Cruz. Esto siempre es así, ya que en CABA y luego el AMBA se concentran la mayor cantidad de camas de internación y Terapia Intensiva de todo el país y hay muchísimo más recurso humano que en el resto por cantidad de habitantes. Por lo que la toma de decisiones sobre medidas de restricción, fortalecimiento del sistema y provisión de recursos, tendría que ser unificada y nacionalizada, de ninguna manera dejada librada a la decisión de cada gobernador, como hizo Alberto. Ahora las posibilidades de un crack de la salud en las provincias son más ciertas aún, porque esta ola va a pegar fuerte en el interior y peor que en 2020.
Mientras más jóvenes, mayor posibilidad de colapso
La edad media de contagios y muertes bajó unos 20 años entre los dos picos. Mientras en el 2020 la edad rondaba los 67 años para contagiados y 74 años para mortalidad, hoy, aún sin datos consolidados, todos los que trabajamos en salud vemos que promedia los 45-50 años. Y esto tiene implicancias directas en la posibilidad de ir hacia un colapso, que el gobierno debiera prever y actuar de inmediato. Decimos esto porque si bien es parcialmente cierto que en los más jóvenes la enfermedad suele ser más leve y la proporción de casos graves y críticos es menor, la alta tasa de contagios y su número absoluto hace que finalmente haya muchísimos más pacientes que se internan y van a Terapia, lo que se verifica día a día con el 95% de ocupación de camas actual. Pero el otro punto muy importante es que la sobrevida y el tiempo de permanencia en terapia intensiva de cada paciente joven es mayor que en los ancianos. Es decir, hay que prever que cada paciente menor de 50 años permanecerá luchando por su vida más tiempo en Terapia, y también por eso las camas no se desocuparán y se saturarán.
Para evitar esto no hay otra forma que bajar drásticamente la circulación a nivel nacional, cerrar todas las actividades no esenciales, fábricas, comercios y escuelas. Controlar el transporte público, multiplicar los testeos para poder identificar los focos más activos de contagios, entre otras medidas que proponemos desde la izquierda, no ceñirse únicamente al cierre en horas de la noche y prohibición de juntadas clandestina como hace AF.
Vacunación lenta y colapso
Como ya dijimos, la escasa y lenta inmunización con que afrontamos la segunda ola también impacta sobre el sistema. En nuestro país, según datos oficiales, han llegado unas 8 millones de dosis, de las 20 millones que el gobierno había prometido para fines de marzo; pero lo más dramático es que bastante menos que 1 millón ha recibido las dos dosis que según los estudios de vacunas son las que confieren una apropiada inmunización. Es decir que de 44 millones solo uno está cubierto, la gran mayoría de estos son personal de salud y mayores de 70 años. Así no es de extrañar entonces que la segunda ola se propague como reguero de pólvora y en menores de 70 años, claro.
También aquí la culpa la tiene el gobierno ya que desde hace más de 7 meses sabía que las vacunas iban a escasear en el mundo, que serían acaparadas por los países más poderosos y que no podría cumplir con sus promesas de vacunación rápida y masiva. Sabía también que en el país se podían producir en forma integral a través de mAbxience, Richmond y otros laboratorios. Así se lo dijimos y exigimos desde la izquierda, pidiendo también la expropiación y nacionalización de estos laboratorios y la anulación de las patentes que impedían la producción nacional. En lugar de hacerlo, cedió a las reglas del juego capitalista, negándonos que se pudieran producir en el país. Recién ayer tuvo que reconocer, queriendo atribuirse un logro, que la vacuna Sputnik V.I.D.A. se produciría por completo en el país por Richmond, en un reconocimiento tácito que desde el MST teníamos razón desde hace meses.
El que se relajó por casi un año fue Alberto Fernández y su gobierno, no el personal de salud. Las muertes que afrontaremos todos en esta segunda ola por no estar vacunados masivamente los menores de 70, tienen un claro responsable: el gobierno. Decimos esto con todo el fundamento científico, si se hubieran producido cientos de millones de dosis como declaró Sigman que podía hacerse hace 7 meses, hoy el 100% de la población podría estar efectivamente vacunada con 2 dosis, lo que ya está demostrado también científicamente que, si bien puede no evitar el contagio, sí disminuye drásticamente la gravedad y no habría ni internados ni muertos que lamentar.
Pobres y saturados, no relajados
Los trabajadores del equipo de salud enfrentamos esta segunda ola con salarios de hambre en muchos casos y casi siempre por debajo de la línea de pobreza. Precarizados, con salarios de $ 20.000 – $ 30.000 en el sector de enfermería y médicos contratados, obligados al poliempleo con jornadas de hasta 16 horas que induce un agotamiento extremo. Con vacaciones pospuestas y hasta suspendidas, sin licencias para grupos de riesgo en todos los lugares y con el estrés que significa trabajar a diario con camas llenas, en los pasillos y falta de recursos de todo tipo. Con déficit de trabajadores del equipo de salud. Así entra el equipo de salud a esta segunda ola. Por eso en todo el país crece y se extiende la lucha de la salud, con Neuquén, Río Negro, CABA, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, La Rioja, y Mendoza, donde el gobierno tuvo que salir a dar un 35% de aumento a los contratados porque se quedaba sin personal para afrontar la explosión de casos.
Para poder soportar el embate de este tsunami debemos avanzar de manera urgente a una unificación del sistema de salud bajo control del Estado y del personal de salud. Esta es la forma de poder contar con todos los recursos de infraestructura instalada y evitar el curro de Prepagos, Clínicas, Sanatorios y Obras Sociales Sindicales que retacean las atenciones mientras cobran fortunas mensualmente y atienden los casos que les convienen económicamente. También permitiría disponer de todo el recurso humano, para lo cual hay que avanzar en el pase a planta de todo el personal contratado y precarizado. Aumentar los salarios del sector de manera que nadie cobre por debajo de los $ 58.000 que hoy es la línea de pobreza, pero reclamando un salario acorde a la canasta real. No alcanzan los bonos miserables de $ 6.500 o $ 10.000 que proponen el gobierno nacional o algunas provincias, si se quiere responder a la pandemia en serio.