sábado, 4 mayo 2024 - 20:21

Salud en terapia intensiva. Reflexiones para salir de la crisis

A continuación compartimos el aporte del médico gastroenterólogo Lucio González, trabajador del Hospital del Niño de San Justo y pre candidato a concejal en La Matanza, por el MST en la Lista «Unidad de Luchadores y la Izquierda» del Frente de Izquierda Unidad.

¿Crisis sanitaria o desmantelamiento crónico? ¿Qué nos dejó el COVID, y por qué seguimos sin reaccionar? Algunas reflexiones:

En los últimos años los argentinos nos encontramos viviendo tiempos difíciles, en los que asistimos al deterioro socioeconómico y pérdida de valores éticos en un entorno de “meritocracia”. El deterioro económico y social ha afectado las condiciones de vida de la niñez y adolescencia, de las y los trabajadores de salud, y de todos los argentinos. En el primer caso, factores relacionados con el aumento de la demanda, disminución del recurso humano en el equipo de salud, ocasionados por la falta de nuevos nombramientos, cargos vacantes que no se cubren, contratos temporales y formas modernas de esclavitud laboral en la forma de precarias condiciones de empleo. Todas ellas aceptadas por la necesidad de trabajar y propuestas desde un empleador que aprovechando esta imperiosa necesidad retrotrae las conquistas sociales a eras pasadas. Entonces contratos basura, monotributistas sin vacaciones, sin asistencia ante enfermedad, etc. son la norma, anticonstitucional, inclusive.

Sumado a carencias en el equipamiento e infraestructura, falta de tiempo para examinar adecuadamente a los pacientes, desvalorización del trabajo profesional, más presiones y potenciales situaciones de violencia por parte de la población en general hacen que la tarea asistencial provoque desgaste e insatisfacción en el desempeño profesional. Nos encontramos entonces con profesionales trabajando en jornadas laborales prolongadas, pluriempleo, con lugares físicos no siempre adecuados, con remuneraciones insuficientes, que deben enfrentar nuevas patologías sociales, tales como violencia familiar y comunitaria, desocupación, pobreza, y ambientales; o patologías que superan el nivel de complejidad y las tecnologías disponibles.

Trabajadores de salud no reconocidos como profesionales, y trabajadores no reconocidos ni siquiera como esenciales. En ocasiones se encuentran involucrados en presiones políticas no basadas en criterios sanitarios, con desprotección legal y laboral. Con relación a la remuneración económica existen honorarios bajos, a veces irrisorios, vergonzantes, decididos de manera unilateral por las obras sociales o las empresas de salud o el Estado, que no consideran la importante y noble labor que llevan a cabo las y los trabajadores de salud. La fuerza actual del mercado unida al alejamiento del Estado de su responsabilidad de custodio del bien común afecta profundamente el campo de acción de la medicina y sus principios éticos. Proteger la salud de niñas, niños y adolescentes, facilitando su acceso a una atención pediátrica en condiciones de equidad y calidad exige políticas públicas orientadas en este sentido, que jerarquicen la formación profesional y las condiciones en que se ejerce la profesión.

La pandemia ha cambiado muchos paradigmas: una situación única y sin precedentes, que nos expuso como sociedad, personal y colectivamente, a una inesperada incertidumbre. Es innegable además su impacto económico general. Las enfermedades siempre han formado parte de la historia de la humanidad, en ocasiones de manera protagónica. Así, diferentes pandemias han transformado las sociedades en las que aparecieron e influyeron decisivamente en el curso de la historia.

Asistimos inicialmente a la incredulidad de la población seguido de la aparición de un aumento repentino de enfermos y de muertos, viendo a las autoridades gestionando una multiplicidad de acciones, entre ellas la instrumentación de un aislamiento obligatorio, el cierre de ciudades y la cancelación de actividades no esenciales con un fuerte impacto en nuestra vida cotidiana. Desde el punto de vista médico esta pandemia fue sin duda el mayor desafío que hemos enfrentado hasta ahora en nuestra vida profesional.

La pregunta es  qué enseñanza nos ha dejado. Los llamados “héroes” hemos trabajado sin cesar en la vocación, cuando fuimos aplaudidos, fuimos los últimos vacunados, fuimos el sector poblacional con más mortalidad. Todos tenemos amigos, colegas y familiares fallecidos en pandemia, por COVID. Lejos de ser compensados, como los veteranos de una guerra perdida, haciendo un paralelismo con Malvinas, somos ninguneados, tratan de in-visibilizarnos. El daño económico, el daño psicológico que han causado en nuestras familias es motivo de olvido, tal vez sea motivo de vergüenza para quienes en un momento nos utilizaron como slogan. Pues bien, no somos héroes, no somos sostenedores de una campaña. Somos trabajadores explotados hasta el hartazgo y hasta la muerte, en algunos casos.

Un punto trascendental son los trabajadores en hospitales pediátricos. Las infancias son vulneradas permanentemente.  Los niños, sobre todo los de menor edad, presentan determinadas características que dificultan el control de las infecciones y que pueden facilitar el contagio. En la pospandemia inmediata, sin haber definido aún el daño previo, urgen actitudes proactivas en vez de reactivas, que permitan la preparación y una mayor operatividad de los servicios pediátricos hospitalarios en escenarios de crisis. Las lecciones aprendidas de la epidemia deben servir para establecer una serie de recomendaciones actualizables basadas en el conocimiento científico existente y las normas de buena práctica. La pediatría interna hospitalaria, por su visión integral de la asistencia del niño hospitalizado tiene un papel principal en el nuevo modelo de hospital que surgirá de los cambios latentes que esta crisis ha catalizado. La guía para el manejo ético en brotes epidémicos editada en 2016 por la Organización Mundial de la Saludestableció las obligaciones de los gobiernos para responder a la epidemia. Los países tienen obligaciones no solo con sus ciudadanos; sino también con la comunidad internacional. ¿Qué esperar, entonces, cuando se incumplen las primeras?

La gestión exitosa de todos estos problemas exige una serie de medidas preparativas que afectan a toda la organización hospitalaria. El número de profesionales sanitarios infectados durante esta crisis sanitaria ha mostrado las posibles deficiencias en la preparación de la epidemia y ha reivindicado la importancia de las medidas de protección. La previsión de situaciones similares durante los próximos años obliga a desarrollar medidas que garanticen una atención segura para pacientes y personal sanitario.

Más allá de los alcances de la pandemia, el sistema sanitario hace agua por falta de conocimiento y diagnóstico adecuado de enfermedades prevalentes por parte de los efectores naturales: Secretaría de Salud, Gabinete, etc. El cierre continuo de centros de atención primaria, hace que la demanda sanitaria no sólo no sea contenida; sino que no sea atendida. Tal vez entonces mueran en su hogar personas por causas no determinadas, sin poder acceder al sistema, en muchas ocasiones, inexistente, o lleguen a un centro hospitalario demasiado tarde.

Sin diagnóstico no hay plan de acción. Las plataformas de los distintos postulados como ejecutores de salud no contemplan ni de lejos la acuciante realidad. La precarización de la salud es sólo la puerta al desastre sanitario. Si no se toman cartas en el asunto, si no se mejoran las condiciones salariales y se deja de subejecutar el presupuesto asignado a Salud, nuevas epidemias sucederán al COVID, y será el destino irrefrenable de la población, sobre todo de los grupos más vulnerables y vulnerados, dejar de existir.

En esta instancia resulta imprescindible un plan de acción que contemple 10 puntos esenciales:

  1. Reconocimiento al personal de Salud en la forma de salarios dignos y recompuestos, acorde a la labor desempeñada.
  2. Finalización inmediata de todo tipo de precarización laboral, con ingreso permanente a planta y dentro de carrera de todos los efectores de salud.
  3. Aprobación de presupuestos transparentes y completamente ejecutables para el sector sanitario.
  4. Atención prioritaria de enfermedades prevalentes en poblaciones vulnerables.
  5. Red sanitaria unificada, con especial atención a detección precoz de enfermedades, sobre todo en infancias.
  6. Capacitación permanente en el pregrado, grado y posgrado.
  7. Difusión activa a la comunidad, en forma de campañas, de acciones preventivas en salud.
  8. Reconocimiento de la labor realizada en pandemia, no honorífico; sino en forma de estipendio, ya que el daño psicológico en efectores de salud fue mayor que en otros ámbitos.
  9. Planificación integral en base a demanda poblacional y prevalencia de enfermedades.
  10. Estímulo de actividades preventivas y que promocionen la salud en todos los ámbitos.

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