Compartimos a continuación la declaración de la Liga Internacional Socialista sobre las detenciones en Rusia ante las protestas calleras contra la guerra.
Hubo movilizaciones en 52 ciudades rusas y más de 1600 personas presas por el régimen de Vladimir Putin.
Ni bien se consumó la agresión imperialista rusa a Ucrania, comenzaron las movilizaciones de protesta en distintos países del mundo, entre ellos la propia Rusia. Las marchas empezaron en Siberia y se extendieron por 52 ciudades, hasta llegar a San Petersburgo y Moscú. Las protagonizaron jóvenes trabajadores, intelectuales, periodistas y activistas por los derechos humanos, con carteles improvisados contra la guerra. Amplios sectores de la población sienten rabia y vergüenza por la agresión a “los hermanos ucranianos”.
El malestar en las calles
Aunque las protestas son embrionarias, se trata de un hecho significativo. Salir a la calle para enfrentar las decisiones de un régimen autoritario, en plena cruzada expansionista, es una decisión valiente. Detener la agresión dependerá en gran medida de que haya una gran movilización internacional, poderosa en la propia Rusia, con la conformación de un gran movimiento por el retiro de las tropas invasoras del territorio ucraniano.
Balanza en duda
Por lo pronto no está muy claro cómo se inclina la balanza de apoyos y rechazos. Lo que está claro es que, en esta ocasión, la agresión a Ucrania ha comenzado de manera distinta a la del 2014, cuando Putin anexionó a Crimea. En aquel momento hubo una campaña propagandística centrada en demostrar apoyo popular. En esta oportunidad, no sucedió lo mismo con el reconocimiento de las “Repúblicas” de Donetsk y Luhansk y lo primero que se expresó fue el rechazo callejero.
No es casualidad que en las redes sociales se multipliquen los mensajes de artistas, cantantes, músicos y presentadores televisivos con sus fotos sobre fondo negro y el hashtag #nowar. Los mensajes son coincidentes: “Nadie necesita esta guerra”.
Represión, la respuesta habitual
El régimen autoritario de Putin respondió a las movilizaciones con la violencia institucional. La policía antidisturbios volvió a reprimir a los participantes y hubo más de 1600 detenciones reconocidas. Sólo en Moscú hubo casi 900 detenidos. También hubo detenciones en San Petersburgo. Al momento de escribir esta nota, hay camaradas simpatizantes de la LIS que continúan en prisión, a la espera de la decisión de las autoridades, que suelen inventar cargos administrativos y/o penales, bajo amenaza de largos períodos en prisión.
Basta de recortar libertades democráticas
En Bielorrusia y Kazajistán los socios de Putin usaron la más cruel de las violencias contra los manifestantes, provocaron muertos, heridos y arrestos masivos para liquidar las movilizaciones. Rusia también lo hace cuando la oposición está en la calle, cuando hay reclamos de trabajadores, feministas o ambientales. No es de extrañar que la represión se agudice. Es necesario exigir la libertad de todos los presos por expresarse contra la guerra, sin causas administrativas ni penales, al mismo tiempo de exigir el fin de los recortes a las libertades democráticas.
Internacionalismo y hermandad entre los trabajadores y los pueblos
En declaraciones y notas venimos denunciando tanto la agresión del imperialismo ruso, como la presencia del imperialismo occidental en el Este europeo, con sus ansias expansionistas expresadas con las armas de la OTAN y fuimos parte de las acciones realizadas en distintas ciudades del mundo. La Liga Internacional Socialista está activamente con nuestros camaradas de la Liga Socialista Ucraniana en el país agredido. Con los camaradas y activistas rusos que se plantan valientemente frente a Putin. Con los camaradas y amigos que en Bielorrusia resisten al dictador Alexandr Lukashenko. Y todas las secciones de la LIS, presente en cinco continentes, seguirán impulsando la solidaridad con el pueblo ucraniano con una campaña internacional. Hay que parar el derrame de sangre al servicio de las ambiciones imperialista, de la mano de la movilización y la hermandad de los trabajadores y los pueblos.
Rubén Tzanoff