El 26 de julio producto de la bajante histórica del Río Paraná, el gobierno nacional declaró, por el plazo de 180 días, el “Estado de Emergencia Hídrica”. La medida implementada por parte del Ejecutivo se espera que tenga su réplica en las provincias afectadas: Formosa, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires. Sin embargo, esta política que ocupará a la Jefatura de Gabinete y a los ministerios de Desarrollo Productivo y de Trabajo y Transporte, no promueve ninguna salida de fondo con respecto al motivo central que nos trajo hasta esta situación: el modelo económico, social y productivo, un modelo explotador, saqueador y contaminante.
Que hoy presenciemos una bajante de esta magnitud, aún superior a la sucedida en 1944, no se debe a una simple sequía ni tampoco a una bajante extraordinaria producida por algún fenómeno natural. Más bien, estamos presenciando la ruptura del ciclo hidrológico de nuestro río, con motivos más que claros. Es la deforestación indiscriminada y el cambio de uso de suelo al servicio del modelo de monocultivo de semillas transgénicas. Las represas indiscriminadas en llanura y la especulación inmobiliaria, es este combo extractivo lo que ocasiona la catástrofe que presenciamos por estos días.
Las consecuencias de lo dicho están a la vista. Se sintetiza en las fotografías de distintos lugares que se entrelazan con el Río Paraná, con un caudal de agua casi impensado. Que en su trasfondo también manifiesta la posibilidad de perturbar el suministro de agua corriente en distintas ciudades de las provincias afectadas, como días atrás expresaron los medios de Paraná y hoy lo hacen los medios de la provincia de Santa Fe.
Como prioridades el gobierno muestra, hasta en este nuevo decreto, la necesidad de “priorizar la actividad productiva”. Estamos en tiempos de crisis social, económica y ambiental. Los gobiernos tienen que dar respuestas integrales. Estamos en un punto cúlmine donde debemos repensar qué tipo de modelo productivo mantener. Acá podemos decir que, a través del Río Paraná, se manifiesta la naturaleza como un campo de batalla. Mantener una estructura económica que perpetúe una matriz exportadora de materias primas (commodities), bajo el imperativo de pagar una deuda externa ilegal, nos lleva al camino de catástrofes como las que estamos vivenciando. Es mantener la naturaleza y nuestro río cautivos del 1% que decide sobre todos nosotros.
Lo que ocurre hoy día, en fin, es la síntesis de múltiples determinaciones de un sistema que está dejando a la vista su vitalidad. Arrasar con el agua, una prioridad para la bio-habitabilidad de nuestros territorios demuestra la cara más decadente del capitalismo, pero también su imposibilidad de responder a las necesidades de los pueblos.
En tiempos de campañas electorales, estos temas se tienen que volver de discusión central. Claro, no sólo para quienes decidimos postularnos sino para el conjunto de quienes habitamos las provincias afectadas. Sólo las decisiones y debates colectivos, de forma democrática, son las que pueden posibilitar un cambio de fondo. Nuestra invitación para (R)Evolucionar la política, también comprende poner nuestro río por encima de las ganancias de unos pocos. Nuestra invitación a (R)Evolucionar la política, también se cimenta en transformar la política hacia el ecosocialismo. Es hora de discutir en el Congreso y en todos lados este modelo productivo que no va más y el reemplazo por otro sin deforestaciones, quemas, transgénicos, ni agrotóxicos. Un modelo que contemple una reforma agraria integral agroecológica donde seamos los pueblos quienes decidamos qué y cómo producir. Un modelo donde lo inmobiliario esté atado al derecho a la ciudad y la ruralidad y no a las ganancias capitalistas. Un modelo que contemple la energía como un derecho y desarrolle energías sustentables y al servicio de las mayorías sociales. Un modelo que respete el Río Paraná y no lo vea como una mercancía más. El capitalismo no va más, construyamos ecosocialismo para dar vuelta todo.