En los primeros días de este año, una nueva rebelión conmovió al mundo. Los trabajadores y el pueblo de Kazajistán se insurreccionaron. El detonante fue el aumento del gas. Décadas de necesidades sociales y la falta de libertades democráticas terminaron expresándose furiosamente. El gobierno tuvo que retroceder con el aumento y desató una brutal represión que continúa. Los trabajadores y la juventud que estuvieron en la primera línea necesitan la más amplia solidaridad internacional.
Por arriba hay ajuste de cuentas, por abajo persecución y cárcel. El imperialismo ruso cumple un rol protagónico en la región, mientras que las potencias occidentales callan o avalan la represión a causa de sus intereses económicos. Sin ambigüedades, nos ubicamos del lado de la rebelión del pueblo kazajo y en su defensa activa ante la represión. En una etapa en la que habrá nuevas rebeliones, es necesario sacar conclusiones sobre los desafíos que se le plantean a los elementos más avanzados de la clase obrera y a los socialistas revolucionarios.
La rebelión popular en Kazajistán dejó al descubierto las demandas de las grandes mayorías en torno a los derechos sociales y democráticos insatisfechos. Fue una protesta con movilizaciones, enfrentamientos con las fuerzas represivas, barricadas y quema de edificios oficiales. El pueblo se insurreccionó contra la explotación, el saqueo de los recursos naturales, la corrupción y el dominio de las empresas trasnacionales. El rechazo al aumento del 100% del gas licuado fue la mecha que inició la explosión. Como resultado, la protesta callejera hizo retroceder los aumentos, obligó a la renuncia de gran cantidad de autoridades y resquebrajó la institucionalidad vigente. No obstante, no logró derrotar la represión. Las motivaciones sociales fueron el principal motor de la protesta, pero no las únicas.
Las libertades democráticas, cercenadas
El actual presidente, Kasym Tokayev, fue puesto en el poder por Nursultan Nazarbayev, un rico ex burócrata estalinista que gobernó durante 30 años (1990-2019) y después se hizo designar «líder de la nación» con carácter vitalicio.
La movilización popular tuvo claridad sobre la ubicación del mando real, por eso exigió, por primera vez, «¡Viejo, andate!» y obligó a la burocracia a tener que apartarlo. Apuntó a la cúspide de la pirámide del régimen autoritario, de una institucionalidad tan dictatorial que hace tiempo prohibió los sindicatos independientes, los partidos políticos y eliminó derechos democráticos elementales.
Las excusas y respuestas de siempre
El gobierno respondió a la protesta con la declaración del estado de emergencia y una violentísima represión. Desde el inicio de las protestas murieron 164 personas, 12.000 fueron arrestadas, hay miles de heridos y se abrieron 300 investigaciones penales. Ciertamente, los datos exceden lo que se dio a conocer como información oficial.
Según el presidente Tokayev, «la ola de disturbios estalló bajo la apariencia de protestas espontáneas. Estaba claro que el principal objetivo era socavar el orden constitucional y tomar el poder. Estamos hablando de un intento de golpe de estado». La represión se justifica en agitar falsedades, como confabulaciones internas, externas y con acusaciones de «terroristas» a los manifestantes.
En Kazajistán actúan distintas ONG, corrientes nacionalistas y fundamentalistas islámicos, a los que el gobierno acusó duramente por lo ocurrido. Aunque no vienen jugando un rol decisivo, habrá que ver cómo actúan luego de la represión a la rebelión: si se postulan como oposición al gobierno y al régimen, a capitalizar el descontento, y si logran o no mayor respaldo de la población.
Por arriba, ajuste de cuentas…
Sofocada la rebelión, el presidente Tokayev busca recuperarse por dos vías. La primera, atacando a Nazarbayev, su mentor, al acusarlo de haber favorecido el surgimiento de una «casta de ricos» basada en el principio de conceder «todo para los amigos y leyes para los demás». Antes se había dado la detención del exjefe de los servicios secretos Karim Masímov, muy cercano a Nazabayev y de otros funcionarios del entorno. Los cínicos ajustes de cuentas en la élite son un reflejo de las grietas que la rebelión le causó al régimen autoritario. Tras desaparecer durante varios días, Nazarbayev volvió a presentarse en público para llamar a la unidad en torno a Tokayev y asegurar que no existen disputas en las alturas.
Por abajo, persecución
La segunda vía de recuperación es el uso de sofisticados métodos estalinistas de difamación y provocación. Los dictadores de los países post soviéticos están intentando convencer a la comunidad internacional de que la protesta popular en Kazajstán es un acto de agresión terrorista por parte de algunas fuerzas externas hostiles. Oficialmente, Tokayev declaró que unos 20.000 terroristas extranjeros atacaron Kazajstán, pero no pudo explicar cómo llegaron al país dichos militantes armados ni cómo desaparecieron sin dejar ni un solo rastro.
Las represiones masivas se están intensificando. Los agentes de seguridad irrumpen en las casas de los activistas democráticos, los golpean y los sacan con rumbo desconocido. Se dieron la tarea de tratar de «limpiar» a toda persona que, por su cargo civil, por ser activistas de la protesta o sindicales, son considerados por el gobierno como una amenaza.
El imperialismo ruso, protagonista central
Frente al miedo a los alcances de la protesta, el régimen autoritario pidió el auxilio de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), integrada por Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que rápidamente enviaron tropas para intentar restablecer el control que el gobierno kazajo había perdido por completo. El pedido de ayuda sincronizó con los temores crecientes de Vladimir Putin, que advirtió que no tolerará «las revoluciones de colores» en el espacio que dominaba la ex URSS. Y agregó que las tropas rusas no permitirán que se desestabilice a sus socios ni interna ni externamente.
Luego de la represión, con su saldo de violencia y muerte, Putin y sus aliados kazajos anunciaron el inicio paulatino del retiro de las tropas de la OTSC en un plazo no mayor de 10 días. Debemos denunciar y exigir el fin de la presencia militar extranjera y de la injerencia política rusa.
El imperialismo ruso ve con temor creciente el ascenso de las masas de esta región y el deterioro de los gobiernos que le custodian las fronteras frente a una OTAN cada vez más a la ofensiva. Esto complica los planes expansionistas de Putin y lo obligó, en el último tiempo, a invadir una parte del territorio ucraniano y a desplazar gran cantidad de tropas a la frontera amenazando con una guerra total si Ucrania es incorporada a la OTAN. El año pasado tuvo que salir en apoyo del dictador Alexander Lukashenko en Bielorrusia, que por semanas fue acosado por la movilización popular más masiva en décadas. Y ahora sostiene a Tokayev y Nazarbayev en Kazajistán, esta vez poniendo en acción a la OTSC e interviniendo militarmente como hacía mucho no ocurría. Entretanto, crece el descontento social dentro de su propio territorio.
Un cruce de intereses
Kazajistán está en el tablero de los movimientos geo-estratégicos de varias potencias. Es el país más grande de Asia Central, con las mayores reservas de uranio del mundo y algunas de las principales de petróleo y gas. Está cruzado por distintos intereses entre el Este Europeo y Asia. El país fue una de las 15 repúblicas que formaban parte de la URSS y por su ubicación geográfica tiene vasos comunicantes con Turquía y los procesos asiáticos. Otra consecuencia, un tanto sorpresiva, fue que la inestabilidad provocó una caída del precio de las criptomonedas, ya que Kazajistán es el segundo país del mundo en producirlas, después de Estados Unidos. Los cortes de electricidad e internet impidieron que se siguieran produciendo esas monedas digitales.
Los que avalaron la represión
Pese al horror de lo ocurrido en Kazajstán, hay estalinistas nuevos o reciclados y reformistas de todo pelaje que, vergonzosamente, se niegan a condenar la represión. Falsean la realidad de lo que ha pasado. Defienden abiertamente las intervenciones imperialistas rusas y chinas por considerarlas progresivas respecto de los imperialismos europeo y yanqui. Estos sectores se vienen ubicando del lado de la contrarrevolución contra los trabajadores y los pueblos que se rebelan, avalando la injerencia de los imperialistas supuestamente «menos malos».
A la vez, hay un relativo y repudiable silencio de los llamados «países democráticos». La razón es evidente. Los intereses del capital transnacional se cruzaron en Kazajstán. EE.UU., China, Rusia, Gran Bretaña, Alemania y los Países Bajos están sumamente interesados en preservar las super-ganancias de sus empresas, que con todo descaro han estado robando al pueblo kazajo durante tres décadas.
El bloque imperialista de la Unión Europea hace propaganda a favor de las potencias occidentales con el cinismo típico de una agresiva política exterior, que busca extender su influencia política, económica y militar por el Este, bajo el paraguas de la OTAN. El imperialismo estadounidense criticó la injerencia rusa, en base a apoyar la represión por las fuerzas kazajas. El secretario de Estado yanqui, Antony Blinken fue muy claro al afirmar que las autoridades y el gobierno de Kazajistán tienen capacidad para enfrentar adecuadamente las protestas, mientras se mantiene la ley y el orden.
Solidaridad con el pueblo trabajador kazajo
La Liga Internacional Socialista publicó una declaración expresando las propuestas políticas frente a la rebelión. Ante la continuidad de la represión y la persecución, la Liga Internacional Socialista repudia la presencia de las tropas rusas, de la OTSC y la injerencia política de sus gobiernos, para reprimir la rebelión en Kazajistán. Expresamos nuestra solidaridad con el pueblo trabajador. Reclamamos el fin incondicional de la represión en todas sus formas y manifestaciones. ¡Nada de arrestos, torturas y asesinatos! ¡Exigimos la liberación inmediata de todos los presos políticos, activistas sindicales y políticos, periodistas independientes y manifestantes! ¡Exigimos el restablecimiento de la actividad sindical y política sobre la base de los derechos y libertades democráticas! ¡Que una comisión internacional independiente investigue los crímenes cometidos por el Estado kazajo, que deben ser castigados!
En Kiev, Londres, Barcelona y otras ciudades se realizaron acciones de repudio, en ejemplos que es preciso replicar. Necesitamos multiplicar los pronunciamientos y acciones de organismos de derechos humanos, organizaciones sindicales y políticas. La difusión en las redes sociales de lo sucedido y las acciones que se logran a las embajadas o consulados de Kazajistán y Rusia son una importante muestra de apoyo para el pueblo kazajo. La solidaridad internacionalista debe seguir. A la vez, hace falta sacar conclusiones instrumentales para encarar los desafíos estratégicos que se vienen.
Una etapa de nuevas rebeliones
Grandes movilizaciones populares como las de Bielorrusia y Kazajistán han sufrido violentas represiones, muertes y encarcelamientos por parte del gobierno y el régimen. Inclusive se paralizaron las acciones masivas. Lo lograron en base a la represión y no a la satisfacción de las necesidades sociales y democráticas más básicas, que se seguirán agravando a la medida que la crisis económica, cruzada por la continuidad de la pandemia, obliga a nuevos y peores ajustes.
Las contradicciones se seguirán profundizando, así como el descontento por las condiciones de vida y la falta de libertades democráticas. Con un capitalismo en su etapa de decadencia, estos gobiernos y regímenes no pueden ofrecer respuestas progresivas a las necesidades del pueblo trabajador. Más allá de las distintas coyunturas que atraviese la lucha, más favorables o difíciles, es preciso solidarizarse con el pueblo que se rebeló ya que la última palabra de lo que sucederá en el futuro la tendrá siempre la lucha de clases.
Conclusiones del pasado para transformar el futuro
Los heroicos reclamos en Bielorrusia y Kazajistán tienen un límite: la ausencia de direcciones revolucionarias consecuentes. Es la gran debilidad a superar en todos los procesos de lucha. Para poder triunfar y evitar que el descontento con los gobiernos de la región alimente otras alternativas reaccionarias, fundamentalistas o pro-norteamericanas hay que ayudar a la vanguardia de la clase obrera y la juventud a organizar sus propias organizaciones de lucha y empezar a construir partidos socialistas revolucionarios.
Para avanzar en una salida estratégica, los futuros embates tienen el desafío de avanzar más allá de las semi-insurrecciones que se reiteran una y otra vez. Para triunfar hace falta que las marchas masivas y la huelga general se doten de organismos de decisión democrática e independiente, con la autodefensa organizada y la clase obrera acaudillando al pueblo. Y, sobre todo, con una dirección revolucionaria, socialista e internacionalista en el puesto de mando. Totalmente alejada del autoritarismo, la corrupción y las traiciones de los burócratas estalinistas que ensuciaron las banderas del socialismo. Construir organizaciones que se planteen el gobierno de los trabajadores y el socialismo, sin explotación ni opresión, es la tarea cotidiana que encaramos desde la Liga Internacional Socialista y todos los partidos y grupos que la integramos.