No queremos mártires. Necesitamos trabajar en condiciones que el Estado debe garantizar.
Cuando afirmamos que la docencia sostiene a la escuela pública a costa de su salud tanto física como emocional y mental, no exageramos. En estos días nos enteramos que falleció la compañera Susana Olarte, activista y luchadora, delegada de Suteba y parte de la agrupación Tribuna Docente, muy querida por su entorno. Se había aplicado la primera dosis de la vacuna, estaba aislada. Ninguno de estos recaudos pudo salvarla.
Desde los fanáticos que insisten en la apertura de las escuelas en medio de la aceleración de contagios, hasta las tibias medidas del gobierno, pasando por la arremetida mediática que afirma que con una dosis ya estamos en condiciones y que en el trabajo docente no hay riesgos, se ha construido un ideario que nada tiene que ver con la realidad que las y los docentes del país estamos atravesando.
En condiciones de precariedad, arrancando por los salarios de miseria que venimos arrastrando; con una paritaria 2021 inconsulta, insuficiente; con cargos faltantes que no salen a los actos públicos y programas de precarización sin estabilidad; con diferenciación de sueldos y otras deficiencias contractuales. Casi la mitad de las y los docentes sin la primera dosis de vacunación, falta de dispositivos y conectividad ( habría que ver qué servicio de internet se paga con los 700 pesos que se “logró” en el acuerdo paritario); maestros, profesores, preceptores, directivos y personal auxiliar que arriesgan su salud día a día por el solo hecho de responder más a una presión del establishment empresarial y financiero que a la preocupación por la calidad de la enseñanza en nuestro país.
La escuela pública se ha venido transformando en la guardería necesaria para los capitalistas tanto como el espacio de resguardo de las y los adolescentes. Pero en especial, se transformó en la institución supeditada a la contención social, encargada de entregar alimentos, orientación y algunas coberturas emergentes a las familias de los barrios más castigados. Para las y los docentes de estas escuelas, la juntada de ropa, calzados, útiles para acercar a la comunidad educativa es ya una normalidad. A pesar de entender y defender que en la escuela la tarea del colectivo debería ser de carácter científico, crítico y artístico, se nos torna imposible mirar para otro lado ante la necesidad de nuestros pibes. Por eso no dejamos de dar pelea organizándonos por otro modelo de educación sin abandonar los aspectos emergentes. Y mientras tanto, el gobierno se corre de sus enérgicos discursos del año pasado, quedando para el recuerdo el impuesto a las grandes fortunas, la sanción a Vicentín, el “enojo” ante el endeudamiento tomado por el macrismo pero que dólar a dólar se sigue pagando con el hambre, la salud y claro, la educación del pueblo.
Tal es el compromiso de la mayoría de la docencia, que el día lunes una compañera orientadora social de la escuela primaria N°9, al ver en los informes que un alumno de cuarto grado no se conectaba, realizó visitó su domicilio, descubriendo en el momento de acercarse a la puerta el inicio de un ataque femicida. La mamá del menor intentaba zafarse del hombre que alcanzó a lastimarla con un cuchillo. La docente hizo inmediatamente el llamado al 911. Esta intervención le salvó la vida a la mujer, que si bien tuvo que ser asistida en el Hospital Iriarte, está fuera de peligro.
Es evidente que en este segundo caso se intersecta también la insuficiencia de las políticas de género. Con tener ministerios o secretarías no alcanza. Se impone una agenda de exigencia en primer lugar de presupuesto y un debate de cara a la comunidad con participación de las organizaciones feministas y de mujeres en lucha para ver cómo se aplica ese presupuesto. El confinamiento, la feminización de la pobreza y la reducida ayuda económica profundizan la violencia de género.
Una compañera que despedimos, otra que arriesga su vida para salvar a una mamá, una mujer bajo la epidemia de la violencia sin asistencia como tantas otras mujeres de los barrios.
El gobierno que se auto denomina feminista, preocupado por el derecho de las mujeres y por la calidad educativa, tiene que concretar en los hechos su orientación. Pero algo no coincide entre los discursos y las decisiones que lleva adelante. Mientras seguimos peleando por vacunas para todas y todos, salarios de emergencia, conectividad y dispositivos y más cargos; el Frente de Todos paga sistemáticamente la deuda fraudulenta, le perdona a los ricos a los bancos y sigue sosteniendo el subsidio millonario a la educación privada.