Cuestionado desde su designación y solventado sobre la explotación laboral y la constante violación a los derechos humanos, Qatar será el primer país árabe en albergar la máxima cita del fútbol mundial
El Mundial, que comenzará el 21 de noviembre y terminará el 18 de diciembre, y que por primera vez se jugará en esta fecha inusual debido a las altas temperaturas de los meses julio y agosto en el país árabe, es cuestionado desde el minuto 0 de su designación. En el año 2010 la FIFA (Federación Internacional de Fútbol) al mando de Joseph Blatter anunció que este país, que nunca se había clasificado para un mundial antes, albergaría el campeonato en 2022.
Qatar es una monarquía absoluta que ha sido gobernada por la familia Al Thani desde mediados del siglo XIX. Desde 2013 el emir catarí es su hijo Tamim bin Hamad Al Thani, que accedió al cargo tras la abdicación de su padre. Qatar posee la tercera mayor reserva mundial de gas natural, lo que ha convertido al pequeño emirato en el país con mayor renta per cápita del planeta. La nación mantiene relaciones muy cercanas con diversos poderes occidentales y asiáticos, y en numerosas ocasiones ha actuado de puente entre los Estados musulmanes y el resto del mundo. Qatar tiene una población de más de dos millones de personas, lo curioso es que solo 250.000 son ciudadanos cataríes. La mayor parte de sus habitantes son extranjeros que trabajan y viven allí. En junio de 2017, Arabia Saudita, Baréin, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, entre otros estados musulmanes, cortaron las relaciones diplomáticas con el país e impusieron un bloqueo, acusándolo de apoyar y financiar el terrorismo, así como de manipular los asuntos internos de sus estados vecinos, como resultado de una escalada de tensiones desde hace tiempo con Arabia Saudita.
Su designación generó acusaciones de que miembros de la FIFA habían sido sobornados. Una investigación independiente comisionada por la Federación de Fútbol no encontró ninguna evidencia. Si bien esa causa se cerró aún sigue abierta una causa de corrupción iniciada por parte de autoridades francesas y en 2020 Estados Unidos acusó a tres funcionarios de la FIFA de recibir pagos. Durante todos estos años las autoridades de Qatar han negado todas estas acusaciones. Por su parte el actual presidente de la FIFA Gianni Infantino ha declarado en el sorteo de la competición que se hizo hace poco más de un mes que “será el mejor mundial de la historia”.
Explotación laboral y muerte para la puesta a punto
Para el comienzo del torneo, Qatar ha construido nuevos estadios, un aeropuerto, un sistema de metro y varias carreteras para recibir a turistas de todo el mundo. Para ello desde ese momento hasta hoy ha empleado a 1,7 millones de trabajadores extranjeros que representan el 90% de la mano de obra[1]. La mayoría de los migrantes procedentes de Bangladesh, India y Nepal que trabajan en la reforma del emblemático estadio Jalifa y el ajardinado de las instalaciones deportivas y zonas verdes circundantes, la denominada “Aspire Zone”.
El gobierno de Qatar fue criticado y acusado por el trato a los trabajadores migrantes ya que muchos no pueden cambiar de trabajo, se les prohíbe salir del país, sufren condiciones de hacinamiento y falta de seguridad e higiene, y suelen tener que esperar meses para cobrar sus salarios mientras la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas se preparan para obtener ganancias siderales. La empresa constructora Six Construct, que reforma el estadio Jalifa espera ganar más de 90 millones de dólares. Además, los trabajadores que llegan a trabajar a Qatar pagan en sus países de origen sumas que van desde 500 a 4.300 a empresas contratistas. Muchos llegan endeudados y con la promesa de cobrar 300 dólares por mes y terminan cobrando entre 190 y 220 y no pueden quejarse porque corren el riesgo de perder el trabajo.
Distintas organizaciones han alertado sobre la cifra de trabajadores muertos a causa de la explotación laboral. El diario The Guardian cifró en 6.500 el número de estas muertes, basándose principalmente en los datos proporcionados por los países de origen de los trabajadores[2]. Amnistía Internacional comprobó numerosos certificados de defunción de trabajadores migrantes que tenían entre 30 y 40 años. Todos se limitan a atribuir la causa de las muertes a “causas naturales” o “insuficiencia cardiaca” sin precisar nada más. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que 50 trabajadores murieron y más de 500 resultaron gravemente heridos solo en 2021, y otros 37.600 sufrieron lesiones leves o moderadas. El gobierno de Qatar respondió que los números están sobreestimados y reconocen tan solo 37 trabajadores muertos entre 2014 y 2020 vinculados a la construcción de los estadios.
Qatar: entre el atraso y la violación constante de los DDHH
Para empezar, debemos saber que una reciente ley limita la libertad de expresión. Si se da a conocer una información tendenciosa, falsa o contraria al gobierno el castigo es de cinco años de cárcel y una multa de hasta 25.000 dólares.
La discriminación a las mujeres es una constante. Existen en el país trabas legales para el divorcio, y aquella que lo hacen son perjudicadas económicamente. Las menores de 25 años necesitan permiso de sus tutores para actividades como viajar al extranjero, firmar un contrato, o incluso salir de casa.
Además, en el país la homosexualidad es considerada ilegal y la pena por incitar a la “sodomía o disipación” o a “acciones inmorales” es de siete años de prisión. En una entrevista, el presidente del comité organizador del Mundial, Nasser Al Khater, aseguró que el país daba la bienvenida a las personas homosexuales, pero les recomendó que no mostrarán su afecto en público si acudían al torneo. Además, la organización del torneo también ha avisado que retirarán las banderas arcoíris de los estadios con la justificación de que esto se haría “para proteger” a quien la muestra. Por su parte Hassan Al Thawadi, secretario general del Comité de Organización y Legado, responsable de gestionar los proyectos del mundial aseguró que todo el mundo será bienvenido y que la seguridad de los asistentes estará garantizada: “Somos un país relativamente conservador, lo que significa que las muestras de afecto en público no forman parte de nuestra cultura. Pero la hospitalidad y la acogida de personas de diferentes partes del mundo en nuestro país forman parte de nuestra cultura”.
No siempre el show debe continuar
Federaciones que forman parte de FIFA como las de Alemania, Noruega, Dinamarca, Bélgica o Suecia han mostrado públicamente su preocupación sobre la violación de los derechos humanos en el país anfitrión. El técnico de la selección inglesa, Gareth Southgate, dijo que sería “muy vergonzoso” que algunos fans no pudieran acudir a la Copa del Mundo por el miedo a cómo podrían llegar a ser tratados. El jefe ejecutivo de la federación danesa, Joakob Jensen, anticipó que su selección no tendrá los logos de sus patrocinadores comerciales en las camisetas sino “mensajes que promoverán los derechos humanos”.
Durante las eliminatorias europeas las distintas selecciones mencionadas mostraron remeras exigiendo derechos humanos en señal de protesta de lo que suceda en Qatar. Sin embargo, hasta ahora ninguna selección se ha negado a jugar el mundial.
Varias asociaciones de simpatizantes de fútbol y organizaciones defensoras de derechos humanos lanzaron en Alemania una acción conjunta de denuncia y boicot del Mundial de Fútbol de Qatar 2022. Por su parte también algunos jugadores y ex jugadores se pronunciaron. Tony Kross, actual jugador del Real Madrid, cuestionó la explotación laboral “trabajan inmigrantes sin descanso a 50 grados, con alimentación insuficiente y sin agua potables“. Eric Cantona, gloria del Manchester United y de la selección Francesa fue un poco más allá al decir: “No veré la Copa del Mundo, han muerto personas construyendo estadios. Es horrible”.
Pero la lucha contra la violación de los DDHH también se da en otros países en la antesala de la competición, en los últimos días la PIT CNT, central obrera de Uruguay, le pidió a la Federación Uruguaya de Fútbol que su selección no vaya a entrenar en territorio israelí para Quatar 2022. El Estado genocida de Israel asesinó a 2 jugadores del club Al Khader en estos dos meses como lo hace con cientos de civiles en territorio palestino cada día, por este y otros motivos hicieron esta solicitud la cual apoyamos.
El capitalismo utiliza el deporte más popular para maximizar sus ganancias y para ello impone condiciones de súper explotación y de violación de los DDHH que deben repudiarse en Qatar y en todo el mundo. La vida de los trabajadores y el respeto a los derechos humanos está por encima de cualquier espectáculo deportivo, por lo cual este mundial debió ser cuestionado de arranque y no realizado en este país. Sin embargo, el negocio sigue adelante. En nuestro país, como siempre, la AFA mira para otro lado y hace parte del negocio sin siquiera levantar la voz ni emitir queja alguna. Un silencio cómplice que avergüenza, como tantas otras veces, cuando debería exigirse el cambio de sede del mundial. Millones de trabajadores y jóvenes quieren disfrutar del mundial, de Messi, de la Scaloneta y su buen momento, algo muy lógico. La pasión por nuestro deporte popular es gigante y entendible. Y a la vez la misma no elimina la necesidad de denunciar a fondo este mundial, de visibilizar las atrocidades del régimen de Quatar y de llamar la atención de todas las formas que podamos, frente a semejante combinación de muerte, represión y negocios millonarios de unos pocos.
[1] https://www.amnesty.org/es/latest/campaigns/2016/03/qatar-world-cup-of-shame/
[2] https://www.google.com/amp/s/www.bbc.com/mundo/noticias-60956441.amp