viernes, 22 noviembre 2024 - 13:10

Proyecto dinosaurio. ¿Prohibir el lenguaje inclusivo?

Los debates sobre el lenguaje inclusivo vienen desde hace ya algunos años y sin duda seguirán, porque son parte de los profundos cambios políticos y culturales generados por la cuarta ola feminista y disidente, iniciada en 2015. Como es obvio, esto no sólo ocurre en la Argentina ni con el idioma castellano, sino también en otros países del mundo que hablan otras lenguas[1].

Como novedad, esta semana se presentó en el Congreso nacional, por mesa de entradas, un proyecto de ley para prohibir el uso del lenguaje inclusivo en los documentos y actos oficiales así como en los establecimientos educativos. Sus autoras son las abogadas Patricia Paternesi y Cynthia Ginni. Ya existía otro proyecto similar, presentado por Alberto Assef y otros diputados macristas[2].

¿Qué proponen? “Prohíbase el uso en documentos y actos oficiales y en establecimientos educativos del comúnmente denominado ‘lenguaje inclusivo’, en cualquiera de sus formas (‘x’, ‘e’, ‘@’, etc.), empleadas para reemplazar el uso del masculino cuando es utilizado en un sentido genérico, así́ como de cualquier otra forma diferente a la lengua oficial adoptada por la República Argentina”.

Según ellas, el lenguaje inclusivo busca “destruir la unidad lingüística de la Nación” y “debe desecharse en virtud de los valores democráticos y de la identidad cultural”, “impidiendo que las ideologías, políticas o de cualquier otra índole, contaminen mediante el lenguaje: a) la comunicación oficial… y b) la educación de niños y adolescentes… evitando que de este modo se coarte y/o restringa (sic) el derecho preferente que tienen todos los progenitores de educar a sus hijos según los valores y principios que estimen pertinentes”. ¡Horror! Estas “puristas” del lenguaje escriben restringa en vez de restrinja

Niegan la realidad, que es cambiante

  1. Unidad no es uniformidad: en nuestro país se habla castellano, encima con tonadas y giros muy distintos, y varias lenguas originarias y extranjeras.
  2. Entre los valores democráticos, uno elemental es precisamente respetar a quien piensa, habla o escribe diferente y no prohibir ni regimentar.
  3. Ese tramposo argumento del derecho de los progenitores a educar a sus hijos (nunca hijas) según sus valores es la base de la campaña reaccionaria Con mis hijos no te metas y de los subsidios públicos a la enseñanza religiosa y privada, que combatimos. Las autoras también critican la llamada ideología de género, al mejor estilo del Papa y las iglesias evangélicas antiderechos.

En sus fundamentos, entre otros puntos el proyecto dice: “El masculino inclusivo tiene un valor lingüístico por su carácter inclusivo desde los albores de la historia”. Con semejante inmovilismo hoy estaríamos hablando igual que hace más de 4.000 años, lo que por suerte no es así.

Las autoras parecen ignorar que el lenguaje es una construcción social y por lo tanto siempre en movimiento. Además, es obvio que en los albores de la historia los idiomas eran muy distintos de como los conocemos hoy. Con el desarrollo social el lenguaje se fue enriqueciendo y complejizando, en evolución constante.

Por otra parte, en inglés, por ejemplo, los sustantivos no tienen género, el artículo también es neutro e incluye singular y plural: the puede significar el, la, los o las. En cambio, en castellano se presupone que el plural masculino los alumnos incluye a las alumnas. Desde ya, esa diferencia lingüística no hace que quienes hablan inglés sean menos machistas que el resto. ¡El conflicto empieza cuando las alumnas quieren dejar de ser invisibilizadas!

No a la prohibición, libertad para hablar

Repudiamos por completo el proyecto de prohibir el lenguaje inclusivo, porque toda sociedad, grupo social o persona tiene el derecho democrático de hablar como mejor le parezca. En ese sentido, consideramos positivo que varias universidades acepten el uso del lenguaje inclusivo, que llegó para quedarse con la marea feminista como parte de la batalla contra las desigualdades de género.

Por supuesto, por sí mismo el cambio de lenguaje no le pone fin al patriarcado, al que hay que derrotar junto al capitalismo. Es más: hay referentes y funcionarixs políticxs que usan y abusan de la “e” en sus discursos, pero sus acciones poco y nada tienen de progreso real. Lo que sí es seguro es que prohibir atrasa. Es el caso del gobierno derechista de Francia, cuyo Ministerio de Educación ha prohibido días atrás el lenguaje inclusivo, y de la conservadora Real Academia Española, que lo desaconseja.

En la Argentina ya en la década del ’30, hace casi un siglo, el Ministerio de Educación bajaba directivas al sistema educativo buscando erradicar el uso del vos, tan argento, en lugar del castizo . Además acá acentuamos distinto el verbo: decimos vos hablás en vez de tú hablas. La misma censura aconsejaba la Academia de Letras en los años ’60. Y los argumentos eran similares a los de hoy: que se provoca confusión, que el lenguaje se degrada, se desnaturaliza y otras pavadas. Perdieron por goleada.

Vano intento el del prohibicionismo: la ola feminista y su impacto dialéctico en la dinámica social y en el habla cotidiana están más vivas que los dinosaurios, incluidos los de Susana.


[1]https://www.washingtonpost.com/world/2019/12/15/guide-how-gender-neutral-language-is-developing-around-world/

[2]Jorge Enríquez, Héctor Stefani, Francisco Sánchez, David Schlereth, Laura Carolina Castets, Alfredo Schiavoni, Gustavo Hein, Pablo Torello y Gerardo Cipolini

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