Un video de dos minutos del CEO de OpenAI generó expectativas sobre la instalación de un data center en la Patagonia. Pero, el anuncio carece de detalles concretos, empresas reales y compromisos verificables: todo indica que es una operación mediática para reforzar la narrativa tecnológica del gobierno.
Promesa sin respaldo concreto
El CEO de OpenAI, Sam Altman, publicó un video breve —apenas dos minutos— para anunciar supuestamente un emprendimiento tecnológico de magnitud: un data center de 500 MW en la Patagonia argentina, en conjunto con una empresa llamada Sur Energy. Pero el texto del anuncio es vago, con poca claridad sobre plazos, financiamiento, socios reales o el inicio de las obras.
Sur Energy, la firma que aparece como socio en el proyecto, tiene una presencia casi inaccesible. Su página web es rudimentaria, construida con herramientas básicas, sin datos técnicos confiables ni historial público. Ese tipo de inexistencia digital genera dudas: ¿Cómo se pretende construir inversiones tecnológicas con semejante opacidad?
Tecnología como fachada mediática
Los datacenters requieren experiencia técnica, infraestructura energética confiable, garantías operativas, inversión masiva y condiciones ambientales controladas. Pero ninguno de esos elementos aparece con claridad en el anuncio. El proyecto, pese a su dimensión, está sin respaldo de empresas con trayectoria verificada ni compromisos públicos firmes.
Además, las señales de alerta también provienen del ámbito científico donde se cuestiona que la visión de “IA en manos de los argentinos” no se contemple con participación local, transferencia de conocimiento, exigencia de empleo calificado ni cláusulas de soberanía tecnológica. Si el proyecto se construye como infraestructura extranjera que apenas opera en el país, muy pocos intereses nacionales quedarán representados.
Impactos sociales y ambientales ignorados
Un dato poco considerado en el anuncio oficial: un datacenter de 500 MW implicaría un alto consumo de agua para refrigeración, demanda energética significativa y presión sobre redes ya tensionadas. En un país donde los apagones energéticos son habituales y las sequías afectan cuencas, estos costos ambientales no pueden ser secundarios.
Por otra parte, el empleo permanente asociado a un data center es muy reducido en comparación con la magnitud del proyecto. La mano de obra intensiva ocurre en construcción —fase temporal—, pero una vez en operación el centro emplea poca gente especializada. Así, se vende “creación tecnológica” mientras el beneficio social real puede terminar siendo ínfimo.
La estrategia política detrás del anuncio
Ese anuncio tecnológico entra como parte de una estrategia simbólica: proyectar modernidad, atraer inversiones, mostrar que Argentina “avanza hacia el futuro”, mientras las limitaciones del presente (inflación, deuda, crisis social) permanecen ocultas. El efecto buscado es más discursivo que estructural.
Es decir, se anuncia una promesa técnicamente imponente para rodearse de legitimidad futurista, sin comprometerse con los elementos difíciles (financiamiento, transparencia, control social, beneficios locales).
Prometer un data center de 500 MW con una empresa sin historial, un video breve y sin contrato público visible no es innovación, es propaganda. La verdadera apuesta que merece este país no está en fantasías tecnológicas vacías, sino en soberanía científica, políticas públicas reales y control democrático sobre la dirección del desarrollo.
No necesitamos promesas mediáticas, al contrario, se precisa inversión estatal transparente, empleo genuino, transferencia tecnológica local y que la ciencia no sea un espectáculo, sino una herramienta al servicio del pueblo.