martes, 19 noviembre 2024 - 04:39

Problemático y febril. El ajuste en el Tango

Malena Joel, cantora de Contramarea

En el marco del Festival de Tango de Buenos Aires y el Mundial de Tango, surgieron diferentes espacios de organización (de músiques, bailarines, djs, productores). En un año durísimo para la cultura, el gobierno de Larreta, más que brindar subsidios o apoyo económico les pide a les trabajadores que trabajen gratis.

Mezcla rara de penúltimo linyera

Relacionar a nuestro país con el tango es una de las primeras cosas que un extranjero podría hacer. Pero, ¿cuánto conocemos les argentines realmente del tango?, ¿cuánto se escucha o se baila en los barrios?, ¿cómo llegaron los conventillos de Caminito a ser restaurantes en donde te cobran un asado en dólares y te hablan en inglés?

Nuestro tango, surgido a fines del 1800 y principios de 1900, nació de esa rara mezcla entre gauchos, negres e inmigrantes europeos que llegaron a nuestro puerto huyendo de guerras y miserias. Sin brillos ni glamour y con mucho hambre y barro, comenzaron a sonar esos acordes al compás del 2×4.

Muchos años le llevó al tango ser aceptado por las familias de clases altas, porque una danza que se bailaba abrazades, con la sensualidad de la influencia africana y letras muchas veces controversiales, causaba un especial rechazo. Ese mismo rechazo que hoy causan muchas letras de rap o de cumbia villera en los barrios privados. No fue hasta que unos osados músicos argentinos llevaron el tango a París, donde las clases altas de allí tuvieron una escucha distinta, y la burguesía de acá encontró la posibilidad de hacer un negocio con esa música.

A partir de ahí, hubo un proceso de un mal llamado “adecentamiento”. ¿Cómo hacer que esa música anárquica y marginal sea la nueva cara de una ciudad que no dejaba de mirar a Europa para construirse? Y así, mientras el tango se fue desarrollando, se consolidó su sonido, se profesionalizó con músiques, poetas y compositores de muchísimo nivel y también se vio sometido a sufrir una serie de cambios para cumplir caprichos burgueses. Nada de parejas de baile del mismo género; se baila hombre con mujer y el rol conductor es el del hombre (como en todos los aspectos de la vida). La música derechita, nada de cortes ni cosas que recuerden a la música negra y por favor, ni se les ocurra criticar ni a la iglesia ni al capitalismo en las letras. Mujeres y disidencias fueron silenciadas e invisibilizadas por mucho tiempo también. Por mucho que intentó el poder que estos términos se cumplan, no faltaron quienes se empeñaron en presentar sus críticas. El comunista Osvaldo Pugliese con su orquesta cooperativa, tangos de Discépolo como “Cambalache” o “Tormenta”, o las denuncias a la trata de personas con “Atenti pebeta” y “De mi barrio” son algunos ejemplos de artistas que rompieron con las normas.

Sin embargo, luego de los años ’40 y la época de oro del tango, llegaron en los ’60 el auge del rock y el folklore. La burguesía encontró algo nuevo con que divertirse, las industrias culturales vieron un nuevo negocio enfocado hacia el norte y el tango empezó a sonar a historia, no por viejo sino porque fue olvidado por los gobiernos, los mercados artísticos y los medios de comunicación.

“[…]Sucede que la forma como se opera la influencia europea en las clases altas y en las clases populares es polarmente opuesta: mientras aquellas toman, ya en la abundancia, lo superfluo, estas toman, en la miseria, lo imprescindible. En las clases altas, esa gravitación cambia con cada golpe de moda, resbala y cae vencida, cada vez, tras el berretín transitorio. En las clases inferiores, por imperio del desamparo, se arranca de esa influencia lo desesperadamente necesario para incorporarlo sustancialmente a sus medios de vida y a sus medios expresión. Las primeras alteran sucesivamente los medios de expresión de sus usufructuarios, las segundas se incorporan a los medios de expresión de sus desposeidos poseedores.[…]” (Horacio Ferrer, “El tango, su historia y evolución”)

¿Música popular o entretenimiento para turistas?

Las décadas siguientes fueron y son un momento de lucha para quienes trabajamos en este género. De buscar nuevos espacios remando contra la corriente, por mantener vivo no sólo un género musical sino también nuestra cultura popular.

Es en este marco que nace el Festival de Tango de Buenos Aires en el año 1998, entonces  denominado como “Fiesta Popular de Tango”. Se realizaba en las fechas cercanas al 11 de diciembre, día en el cuál se conmemoran los nacimientos de Carlos Gardel y de Julio De Caro. El hecho de que fuera en verano permitía que se pudieran realizar muchos eventos en la calle o al aire libre y de esa manera había mayor llegada al público. La intención de esta fiesta era difundir el tango, que tan postergado estaba por los medios de comunicación.

En paralelo a esto, se empieza a realizar en el mes de agosto la Competencia Mundial de Tango, un evento que moviliza a muchísimas personas en el mundo, que vienen a Buenos Aires a participar. Además, en el marco de estos dos eventos, durante el resto del año se realizaban todo tipo de conciertos, milongas y eventos tangueros que servían para promocionar tanto el festival como el mundial, dando empleo a muchas personas.

Pero durante la jefatura de gobierno de Telerman y más tarde la de Mauricio Macri comenzaron los recortes de presupuesto a estos eventos. El primer paso fue unificarlos en el mes de agosto. Ahora el Festival y el Mundial de Tango se realizan en el mismo momento. Así se perdió gran parte de su público popular y se centró en ser una atracción para turistas. Aquellos eventos que se realizaban durante el resto del año también se fueron dejando de hacer. Esta fiesta atrae más de 500.000 personas todos los años y cientos de competidores. Es el evento tanguero con mayor repercusión en el mundo, dejando muchísimas ganancias a empresas, por ejemplo las de turismo. Desde los últimos años no hace más que cerrar las puertas a los artistas populares y no refleja la escena actual de lo que es el tango en Buenos Aires.

En el año 2009, el tango fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. No es un dato menor si queremos hablar de la importancia que tiene a nivel cultural y cuáles deberían ser las políticas de Estado.

Cabe destacar, también, que esta actualidad coincide con una actividad tanguera muy en ascenso. Solistas, dúos, tríos, grupos nuevos, orquestas típicas, bailarines, se multiplican por la ciudad constantemente. Espacios que de a poco abren sus escenarios a esta música que respira vida a pesar de la desidia.

Está claro que esta música popular es parte de nuestra fiesta ciudadana y no depende del gusto de quienes la miran con ojos de alcancía. Es momento de exigir políticas mínimas que sostengan nuestra vida laboral, ante la incertidumbre de una cuarentena que se alarga.

Qué falta de respeto, que atropello a la razón

La cultura que no es sinónimo de negocio es perseguida, desfinanciada y sus trabajadores precarizades. Durante todo este verano, el conflicto de les bailarines en Caminito vació los bares. Mientras venden sus platos en dólares por la tradición del Tango, los dueños de los locales obligan a les bailarines a trabajar a la gorra, sin los mínimos derechos laborales. Para profundizar este escenario, la pandemia y el ASPO hicieron de este un año durísimo para todos los sectores de la cultura. Mucho más para quienes trabajan de manera autogestiva e independiente. El trabajo de les artistas está en un momento muy delicado y no se nos ha dado la ayuda suficiente como para poder bancar la crisis. Les trabajadores de la cultura estamos en emergencia, mientras los gobiernos no han hecho más que pretender que les artistas y trabajadores de la cultura trabajen gratis.

Tras 12 años de desmantelamiento del festival, como explicábamos antes, este año la situación llegó a un punto límite. Un festival virtual improvisado y reducido, con ofertas laborales ad honorem y un grupo arbitrario de invitades. Casi un chiste, tomando en cuenta la repercusión que tiene este festival, hoy símbolo del abandono y de la falta de políticas públicas hacia el sector. Este año se visibilizó la gran precariedad laboral que sufrimos les musiques, donde nuestra normalidad es vivir al día, sin ninguna seguridad laboral. Debido a esto, se organizaron variados espacios en donde se vienen organizando distintas campañas y reclamos en relación al festival, y  a la situación que vivimos quienes nos dedicamos a esto.

Queremos que los conciertos vía streaming no sean realizados sólo por espacios privados, porque de esa manera quedan afuera miles de artistas. El gobierno tiene que invertir en un circuito de música por streaming que sea transmitido en las plataformas del Estado. Pedimos también un impuesto a las OTT (plataformas over-the-top como Netflix, Spotify,etc) quienes reportan miserables regalías a les artistas y en esta pandemia son ganadoras de grandes fortunas. Se hace urgente una compensación económica de $30 mil mensuales y la exención del monotributo. Vamos también por el cupo femenino y LGBTI en los eventos tangueros y por un tango con perspectiva de género.

Las asambleas realizadas las últimas semanas, las reuniones de distintos colectivos del tango con más de 7.000 seguidores en vivo y un gran festival de tango solidario con la participación de más de 200 artistas, demuestran que hay muchas fuerzas para pelear y que debemos seguir por este camino de organización. Para que el tango vuelva a estar en boca de todes, y para que quienes trabajamos en la cultura seamos realmente reconocides como lo merecemos.

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