El 25 de enero de 1997 asesinaban en la ciudad de Pinamar al fotoperiodista José Luis Cabezas. Y el país fue a las calles a gritar que la Memoria estaba intacta y que sus asesinos, los materiales y los ideológicos no se la iban a llevar de arriba. Tampoco los que quisieran emularlos en el futuro. Un año antes, Cabezas había sacado en la misma ciudad la foto por la que lo condenaron a muerte. La que muestra a Alfredo Yabrán uno de los “empresarios” más enigmáticos, poderosos y turbios, caminando con su esposa en una playa de Pinamar. La foto de la que el “cartero” se enorgullecía de que no existiera.
La forma en que fue torturado y asesinado, los oscuros intereses del principal sospechado, los autores materiales del hecho, todo tenía la fuerza simbólica de los grupos de tareas de la Triple A y la dictadura. La foto por su parte le puso rostro a uno de los capitalistas emergentes del neoliberalismo menemista. De ascenso meteórico, tan oscuro como los negocios que dirigía. Desde el propio poder del Estado había surgido una denuncia pública que lo acusaba de mafioso. El ministro estrella de la década del 90, Domingo Felipe Cavallo, lo había señalado con ese calificativo, luego de haber creado las condiciones con la desregulación completa de los correos privados para que esas mafias aparecieran y se consolidaran.
Dueño de uno de los 2 monopolios de los correos privados surgidos con fuerza luego del desguace del correo estatal, una de las empresas estatales destruidas por Menem. La empresa OCA, hoy controlada por el camionero Hugo Moyano y sus socios, competía entonces por el control absoluto del transporte de toda la correspondencia bancaria y el transporte de caudales. La otra empresa que disputaba con la manejada por Yabrán, era el correo Andreani. Un año después del asesinato del reportero gráfico y días antes de hacerse efectivo su apresamiento por orden de los jueces que llevaban la causa por el crimen, el empresario de correos se suicidada en una situación nunca esclarecida.
El crimen
José Luis Cabezas fue secuestrado la noche anterior a la salida de una fiesta también en Pinamar por el también empresario de correo privado Oscar Andreani. Por un comando mixto entre civiles y policías, dirigidos y comandados a la distancia por un ex militar de la época de la dictadura Gregorio Ríos, jefe de la custodia de Yabrán.
La banda mixta que secuestra, tortura y asesina a Cabezas la encabezaba en el terreno el policía de la policía bonaerense destacado en Mar de Ajó, Gustavo Prellezo, que organizó con el grupo conocido por Los Horneros, porque eran una banda de la localidad de Los Hornos en la zona de la ciudad de La Plata además de otros policías de la provincia de Buenos Aires como, Sergio Cammaratta, de Valeria del Mar; y Aníbal Luna, de Pinamar; mientras que Alberto “La Liebre” Gómez, comisario de esa última localidad balnearia, liberó la zona. La justicia probó que las órdenes las daba Ríos el custodio del empresario.
En el desarrollo de la causa se fue probando al mismo tiempo las conexiones de Yabrán en el crimen lo que derivó en su pedido de captura. Yabrán que tenía estrechas relaciones con el gobierno de Menem. Un régimen llegado de grandes crímenes como el recordado estallido provocado de la Fábrica Militar de Río Tercero, atentado de terrorismo de estado para ocultar la venta ilegal de armas para la guerra de Yugoslavia vía Ecuador. El esfuerzo por ocultar la práctica de todo un sector del empresariado cómplice y beneficiario de las privatizaciones y el desguace de del capital social acumulado por décadas, no pudo ocultar la relación del cartero con Menem y la sombra de su suicidio cubrió de sospecha su gestión apenas un año antes de que el PJ perdiera las elecciones generales a manos de la Alianza de De la Rúa, y la crisis política que luego abriría paso al Argentinazo.
La reacción de las masas impidió la impunidad
La movilización popular que reaccionó con furia, en la que tuvo un papel importante AGRA, la organización de los reporteros gráficos, en un momento en que comenzaba a tomar velocidad la decadencia del menemato, empujo con decisión a la justicia a avanzar en la causa e impidió que la impunidad fuera completa.
El caso tenía todos los condimentos mafiosos y los métodos de la dictadura o de las bandas fascistas mezcladas con la policía bonaerense. Y estaba a punto de desnudar la esencia de los empresarios emergentes durante el saqueo más grande del país. Las prácticas de Yabrán eran apenas la punta del iceberg de una práctica extendida entre los dueños del país que gracias al menemismo y a Cavallo se quedaron con las “joyas de la abuela”. Esta descarada frase acuñada por José Luis Manzano ex ministro del interior de Menem y actual dueño de la responsable de los cortes de electricidad EDENOR, simboliza como ninguna otra al menemismo. Para quedarse con esas joyas, estaban dispuestos a todo, hasta asesinar a la propia abuela. Con su foto Cabezas le ponía rostro a uno de los actores y jefes de esas mafias. Los mafiosos borrachos de impunidad lo asesinaron creyendo que iban a quedar sin castigo, pero el asesinato del reportero golpeó en la memoria colectiva en la que está anclado el nunca más y decenas de miles salieron a las calles en las principales ciudades a gritar, a advertirle a esos dueños del país que no iban a permitir que zafaran de ese crimen. Esos actores anónimos que no eran tenidos en cuenta, y no eran esperados, no se olvidaron de Cabezas. Nosotros tampoco.