sábado, 14 septiembre 2024 - 15:50

¿Pelear por dentro del peronismo?. Cuando se amaga por izquierda y se pega por derecha

Este artículo fue publicado originalmente en la edición mensual de Alternativa Socialista, editada el 10 de agosto.

La metamorfosis serial del peronismo, a través de los casi 80 años de existencia, es parte de la historia. Su aggiornamiento hacia la derecha ya es difícil de disimular y es producto de su crisis histórica y estructural. Sin embargo, hay sectores que insisten en la utopía de cambiarlo desde adentro, reciclando esa vieja receta. Por ello, conviene repasar algunos de los capítulos que terminaron en estrepitosos fracasos. Y que vuelvan a colocar un debate: en lugar de barnizar lo viejo, hay que hacer algo nuevo. Porque aquellas tres banderas históricas solo pueden concretarse en el marco de un programa anticapitalista y socialista y una alternativa de izquierda que se proponga salir del molde capitalista.

Sin duda, muchos votantes e incluso militantes peronistas son crudamente críticos del último gobierno de los Fernández y del rol negativo de esa dirigencia partidaria y la burocracia sindical y su responsabilidad en la degradación social convertida en caldo de cultivo para el surgimiento de Milei.

Pero ante la bronca y el replanteo de muchos de buscar una salida diferente, viejas y nuevas voces reflotan argumentos para parar el drenaje. La responsabilidad no sería del agotado proyecto peronista, sino de un puñado de “traidores” que relanzan la idea de «pelearla desde adentro». Ayer fueron varios de los dirigentes kirchneristas; hoy por ejemplo es Grabois. Es importante echar mano a la experiencia histórica para ver cómo cambian los personajes; pero no los argumentos. Se generan ilusiones de un camino diferente, pero se termina tropezando con la misma piedra. Es importante abrir este debate y reflexionar colectivamente, apelando a una Historia que devino en tragedia. En la pelea por adentro, round tras round, amagaron con la izquierda, pero siempre terminaron pegando con la derecha.

Argumentos que se repiten

Desde los orígenes del peronismo con J. W. Cook hasta Grabois, salvando las distancias y los contextos muy diferentes, la esencia de los argumentos no ha cambiado. El más remanido justifica que hay que estar en el peronismo porque lo apoyan los trabajadores y el pueblo. En el primer peronismo, el de los tiempos de posguerra, se lograron arrancar concesiones con la lucha que generaron una masiva base social peronista. Se decía que el pueblo era peronista. Pero la historia demostró que el pueblo no “es y será” peronista. En la medida que las épocas de vacas flacas sobrevinieron, la crisis del capitalismo impidió cada vez más hacer concesiones y los peronismos se aggiornaron y comenzaron a aplicar ajustes. Sin embargo, hay diversidad de ideas, que además cambian según la coyuntura política. Y es mayor en estos tiempos de mayor crisis de representatividad de los partidos tradicionales y sus coaliciones. No hay fidelidad que justifique que haya que estar en el peronismo.

Pese a ello, siempre se nos ha dicho que la única salida es dar la pelea desde adentro porque se trata de un movimiento con diversas alas y diferentes políticas. Y que la disputa desde adentro va a lograr “cambiar la correlación de fuerzas interna” en favor de supuestas alas más progresistas para radicalizar el peronismo.

Sin embargo, la historia ha demostrado que esta “pelea” no dio sus frutos. Pese a arrastrar a sectores enteros del movimiento obrero, de lo mejor del activismo, de franjas juveniles muy luchadoras, siempre sus dirigentes terminaron subordinándolos a los sectores más reaccionarios del peronismo. Con movimiento, frente o coalición, siempre hegemonizó el PJ, la burocracia sindical y las alas más de derecha. Nunca hubo dos políticas en pugna. Siempre primó la oficial y los sectores de izquierda terminaron subordinados.

Hoy, los sectores que defienden seguir adentro, como Grabois, bajan sus objetivos programáticos y argumentan que el peronismo “es el único que puede frenar a la derecha”.

Sin embargo, sobra evidencia en la historia, incluso en la oficial, para echar por tierra estas falsas conciencias. Nunca una “batalla interna” pudo cambiar algo decisivo del peronismo. Se cambió un ministro, una medida, un discurso. Pero no lo esencial de un frente capitalista que hace rato está atado al FMI y las corporaciones. Un frente comandado por las alas más reaccionarias que terminan hegemonizando y marcando el rumbo. Una historia que se repite. Y, lamentablemente, en modo tragedia, porque se paga en mayor miseria para las masas.

Cooke: precursor de la izquierda peronista

Habiendo surgido como dirigente de las propias filas del primer peronismo, el del 45, John William Cooke fue un personaje díscolo y radicalizado. No solo fue combatido por los sectores más reaccionarios del peronismo, sino que se enfrentó al propio Perón. Al decir de Feinman que encarnaba el “peronismo que Perón no quiso”. Y se transformó en prócer, teórico e ideólogo de las camadas posteriores de lo que se dio en llamar la izquierda peronista.

Cook fue un emergente de la época de oro del peronismo, cuando otros movimientos nacionalistas burgueses gobernaron en varios en países atrasados. Lo hizo a caballo de la bonanza de posguerra, con la Argentina como país acreedor, en tiempos de recambio de la hegemonía imperialista que le dio cierto aire a la Argentina y con una clase obrera pujante en desarrollo dispuesta a disputar el excedente de ese Estado de Bienestar. Tuvo esa base material para desarrollar “su peronismo”, al que definía como revolucionario y un fenómeno político imposible de superar. Su tesis era radicalizar al peronismo, desarrollando la lucha de clases como un movimiento de liberación nacional de izquierda, para sustituir al capitalismo por formas sociales superiores. Un hereje para la época, aún con todos los ingredientes (plata, movimiento obrero, sindicatos, adhesión popular), no pudo lograrlo; su tesis nunca se plasmó. Porque el peronismo en esencia nunca impulsó la lucha sino la colaboración de clases; y la hegemonía nunca la tuvo el sector radicalizado, sino el más reaccionario. Para Cook el peronismo era un horizonte insuperable, opinaba que romper con él era hacerlo con las masas y por lo tanto había que limitarse a radicalizarlo. Nunca se planteó la construcción de un partido de clase, incluso para la tarea de acaudillar a los demás sectores populares explotados. Por eso, el peronismo terminó cediendo a las presiones del imperialismo y entregándose sin pelea al golpe de la Libertadora. Por eso, mientras Cook reivindicó a la resistencia peronista junto a la clase obrera, Perón y la cúpula del partido negociaron y bajaron las banderas. El límite de confiar en Perón lo transformó en su delegado personal, al servicio de un proyecto muy diferente al radizalizado que había proclamado.

Ramos: votar a Perón desde la izquierda

El caso de Abelardo Ramos muestra otra variante de la “pelea desde adentro”. Una corriente de izquierda que capituló tempranamente al proyecto peronista se disolvió en su seno y acompañó su curso a la derecha. Curiosamente, Ramos militó en los albores del trotskismo criollo e hizo una primera correcta interpretación de la importancia de las tareas de liberación nacional en los países atrasados y semicoloniales como la Argentina, pero no así del carácter de la burguesía nacional, a la cual le asignaba un papel transformador y no de socia menor de la penetración del capital imperialista. Por eso la corriente que fundó, la Izquierda Nacional, en la que militaron conocidas figuras como Dickman, Spilimbergo y Laclau, capituló precozmente al peronismo. Ya desde el primer gobierno de Perón, Ramos preconizó la subordinación de la clase obrera al liderazgo de Perón y de los sindicatos al Estado. En 1973, presentó listas legislativas propias del Frente de Izquierda Popular, llevando la fórmula presidencial Juan Perón-Isabel Perón, con el célebre lema “vote a Perón desde la izquierda”. Cosechó casi 900.000 votos que aportó al triunfo de la coalición pejotista (FREJULI). Quienes votaron “por izquierda” terminaron lamentablemente aportando objetivamente a un proyecto que dio origen a la Triple A, al Rodrigazo y fue antesala de la dictadura militar. El derrotero de Ramos siguió el sentido de las agujas del reloj: disolvió su partido en el PJ y terminó como embajador del gobierno de Menem. El mentor del nacionalismo popular y el socialismo criollo terminó de socio marginal del neoliberalismo que entregó el país.

Montoneros y la JP: el cerco de Perón

El ascenso obrero abierto con el Cordobazo, que barrió las dictaduras de Onganía hasta Lanusse, cuajó políticamente en el tercer gobierno de Perón, bueno, luego de un breve interinato con barniz progresista de Héctor Cámpora. Fue lo que Horowicz llamó el pasaje del segundo al tercer peronismo. El de las dos cabezas, el de la Patria Socialista versus la Patria Peronista. El de la izquierda peleando desde adentro contra la derecha peronista, la de Ezeiza, la de los Montoneros, la Juventud Peronista (JP) en barrios y universidades. La de la martirizada Juventud Trabajadora Peronista (JTP) con grandes luchadores, parte de la camada que peleó junto al clasismo, a las agrupaciones del PST y heroicos activistas que significaron una de las mayores tragedias de la pelea desde adentro. Perón no volvió del exilio para encabezar el proceso revolucionario, como había propagandizado Cook, y como anunció Cámpora cuando ganó las elecciones en nombre del General. No vino para el Socialismo Nacional, sino como instrumento de la burguesía para poner una barrera al ascenso y a la radicalización a izquierda del movimiento obrero y la juventud… Tal vez fue la más trágica de las experiencias de disputa al interior. No hubo dos políticas. Una vez más triunfó la derecha. La JP, pese a estar echada de la Plaza por el propio Perón, que tenía a López Rega a su lado, fabricó el argumento que “Perón estaba cercado” y que los gorilas estaban copando el “gobierno popular”. La enorme camada de luchadores que los siguió y que era materia prima para un recambio clasista en el movimiento obrero, terminó prisionera no solo de la aventura guerrillerista, aislándose del pueblo trabajador, sino apoyando al gobierno de las bandas fascistas de la Triple A y la burocracia, que liquidaron una franja valiosa de esa vanguardia surgida en el proceso post Cordobazo. Perón supo utilizar esa nueva ala izquierda del peronismo entusiasmada con que el General iba a conducir a la “patria socialista”. La experiencia terminó en frustración, con el gobierno de Isabel que le abrió las puertas a la dictadura militar.

Kirchnerismo: de la transversalidad al viejo PJ

El kirchnerismo, al decir de Horowicz, nunca llegó a ser un “quinto peronismo”. Ciertamente, se trató de un emergente del proceso revolucionario abierto con el Argentinazo de 2001. Ese torrente de energía movilizadora y ruptura histórica, que tumbó el bipartidismo, produjo un giro a izquierda y puso en emergencia a la burguesía, que tuvo que ir a buscar al dirigente patagónico para domar los demonios desatados y volver a la normalidad capitalista al país. Para ello Néstor Kirchner debió tomar varias de las banderas del Argentinazo, entre ellas la de la crisis de representación y la necesidad de algo nuevo en el terreno político. Cuestionó los símbolos pejotistas y enarboló las banderas de la transversalidad, un nuevo movimiento histórico. Otra vez sonaron Cook, Laclau, el progresismo que venía a traer aire fresco. Pero apenas se agotó el viento de cola de la economía internacional y hubo que responder con medidas anticapitalistas, los Kirchner optaron por el ajuste y para ello enterraron la transversalidad, volvieron con armas y bagajes al viejo PJ y terminaron fabricando una coalición con buena parte de la vieja guardia política. El doble discurso nuevamente: quienes se encolumnaron detrás de la ilusión progresista terminaron como un país hundido. Primero le abrieron la puerta al macrismo y luego, en su versión más bizarra de la coalición, con Alberto Fernández (de origen liberal) a la cabeza, se la sirvieron en bandeja al liberfacho que hoy vino a arrasar con todo vestigio de Estado de Bienestar.

Lo demás es historia reciente. Se repite el canto de sirena de la pelea desde adentro, en una nueva versión reciclada. Grabois, un dirigente social que ha estado en las calles y es referente del Frente Patria Grande, ha sido un agudo crítico del gobierno de Alberto Fernández y ahora acérrimo opositor a Milei. Pero, lamentablemente, como antes Cook, Ramos, la JP, vuelve a llamar a la pelea desde adentro. No solo para cambiar la correlación de fuerzas, sino porque sería la única manera de enfrentar a la ultraderecha de Milei.

Lamentablemente, no ha sacado conclusiones de esta historia que conoce perfectamente. No llama a romper y hacer una nueva alternativa desde la izquierda, no llama a la unidad en las calles para derrotar ahora a Milei. Insiste en esperar a las próximas elecciones y su propuesta lleva a tropezar con la misma piedra. Unión por la Patria o, como se llame la nueva coalición, cual arca de Noé, contiene no solo a las franjas jóvenes que quieren cambiar sino a las alimañas de todo pelaje del viejo PJ, que son los que hegemonizan el rumbo y preanuncian una nueva frustración. Lamentablemente, otros sectores de la izquierda tradicional, como el PC o el PCR, con la teoría del enemigo principal, siguen el mismo camino, diluidos en la coalición peronista, con la opción por el supuesto mal menor como programa, como aconseja Cristina F. Kirchner: “No hay una solución perfecta, no es que se elija entre lo mejor y lo peor. Cuando se está en el gobierno, normalmente, por lo menos en la República Argentina, siempre hay que elegir entre lo menos malo”.

Combatir o complacer al capital

El problema de fondo no radica en tal o cual dirigente o el ala más visible del espectro peronista. Sino en su proyecto, de carácter burgués, que tuvo aire durante el primer y segundo peronismo, reflejando los tiempos del Estado de Bienestar, cuando había cierto margen de maniobra para dar algunas concesiones sin romper con los moldes del capitalismo. Las medidas “nacionalistas” del 45 no tuvieron el objetivo de romper con el sistema.

Las tres banderas peronistas: soberanía política, independencia económica y justicia social y el lema de “combatir al capital”, han sido completamente abandonadas por el propio peronismo, aunque sirvieron de lema para quienes llamaron a pelear desde adentro.
Porque en tiempos de vacas flacas, donde no se puede generar bienestar para las masas sin tomar medidas de fondo, se ven los límites de este proyecto. No hay ninguna posibilidad de aumentar la participación de los trabajadores y sectores populares en la renta nacional sin afectar seriamente los intereses capitalistas.

Los gobiernos de los K reflotaron ilusiones en un capitalismo “humanizado” al contar los precios más altos de las materias primas en el mercado mundial que se dio en décadas. Pero salvo algunas concesiones asistenciales y mejoras momentáneas en el consumo, no cambió el nivel de vida de los trabajadores; al contrario, aumentó enormemente la desigualdad social. No se utilizó la enorme masa de capitales ingresados para industrializar al país. Las empresas de servicios siguieron siendo privadas y hasta las “nacionalizaciones” fueron simbólicas, como la compra del 51% de las acciones de la sociedad anónima YPF. Asimismo, se caracterizaron por ser pagadores seriales de la deuda. Y el nivel de vida se vino abajo apenas se agotó el viento de cola.

Sin dudas, las banderas que proclamaba el primer gobierno peronista están pendientes y a nadie le es difícil imaginar que se puedan concretar de la mano de los dinosaurios del PJ o los carcamanes de la burocracia sindical. Para lograr la independencia económica hay que romper con el FMI. No habrá soberanía política si continúa la injerencia colonizadora de los imperialismos que pugnan por la hegemonía mundial. Tampoco justicia social sin empoderar a los trabajadores tocando los intereses de las patronales monopólicas, es decir combatiendo al capital.

Es la razón de fondo por la que este proyecto está agotado y hay que construir algo nuevo para concretar esas banderas, un proyecto anticapitalista y socialista de la mano de una fuerte y amplia alternativa de izquierda.

Es la hora de otro proyecto, desde la izquierda

El PJ es una estructura política dominada por los sectores del capital, obediente ante el FMI, que fue girando cada vez más a la derecha y de progresista ya no conserva ni siquiera el discurso. No existe ninguna posibilidad de transformarlo «desde adentro», porque es un aparato burocrático consolidado, que no escucha a las bases populares porque directamente defiende intereses de clase opuestos. Ninguna “batalla interna” puede cambiar algo decisivo de la coalición peronista. Se podrá cambiar tal o cual referente y lograr un discurso más o menos combativo, no lo esencial de un frente capitalista que hace rato está atado al FMI y las corporaciones.

Tampoco se ha demostrado útil para frenar a la derecha. No lo fue con Macri ni menos con Milei. Porque asumir y aplicar la agenda económica y política de la derecha no la frena, la fortalece. El PC, PCR, Grabois y los sectores que se reivindican de izquierda o realmente progresistas que aún siguen en la Unión por la Patria tendrían que reflexionar para no volver a sumar militancia a los que están en la vereda de enfrente del pueblo trabajador. Queremos debatir con ellos pero también con toda la militancia de base que desea cambios estructurales en serio y construir juntos una nueva alternativa.

Llamamos a los trabajadores, a los luchadores barriales y sociales, desencantados con el curso que tomaron las opciones peronistas, a quienes están pensando cuál es la mejor manera de enfrentar y derrotar a la derecha y a Milei, a debatir estas conclusiones y a que iniciemos un camino juntos. Es necesario cortar amarras y comenzar un nuevo camino.

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