Pronto llegaremos a medio año de gobierno de Javier Milei y podríamos decir que su proyecto navega en medio de notorias crisis. No lo decimos en modo fatalista ni preanunciando un final para mañana. Ni tampoco hablar de crisis recurrentes de sus planes políticos significa que su ajuste no avance cuando es evidente que ataca cada día a la clase trabajadora, a las y los jubilados, a los que menos tienen y también a la clase media.
Hablar de una crisis que se profundiza y de incertidumbre sobre el alcance de sus planes tampoco implica creer que cambiará de rumbo frente a los problemas. Ni que él mismo detenga su impronta represiva en función de un cambio de régimen hacia uno más autoritario. Todo eso existe y sigue adelante. De hecho, los allanamientos a comedores populares y referentes sociales son una muestra clara de la intencionalidad del gobierno de criminalizar a los que menos tienen, atacar a la izquierda e intentar desviar la atención quitando de foco el aumento de la pobreza creciente de la cual es responsable directo.
Si hablamos de un país y un gobierno más en crisis que hace unos meses, es porque en el marco de su proyecto y de la continuidad y aplicación de su ajuste y plan represivo, surge evidente que trastabilla. Aunque parezcan procesos y situaciones diferentes, la realidad es que hay un mismo contexto económico, político y social que determina a la vez un fuerte ascenso, el naufragio del Pacto de Mayo, la ofensiva contra los movimientos sociales y las causas abiertas contra dirigentes de izquierda solo por ser parte de una movilización. Es un mismo país y una misma situación dialéctica, compleja y contradictoria, de la cual a su vez tenemos que comprender y tratar de percibir su perspectiva más probable.
Economía en el suelo y apertura para pocos
Llegar a fin de mes se ha convertido en una odisea superada no por muchos y cada vez por menos. La relación entre inflación y salarios es cada vez más distante. Aunque el gobierno intenta mostrar que la inflación está en baja, solo puede hacerlo en comparación a lo muy alta que estaba los meses anteriores. Pero hasta medios oficialistas reconocen que, aun así, los aumentos siguen siendo considerables y golpean el poder adquisitivo de millones dando como resultado concreto un aumento indudable del malestar social.
En ese contexto económico-social se evidencia que el gobierno y sus voceros mediáticos argumentan que esa baja inflacionaria es el anticipo de una recuperación y estabilización económica. A eso apuestan en una combinación de corte abrupto del gasto social del Estado afectando la vida de millones, con un intento de hacer ley la mayor apertura económica al servicio de grandes corporaciones internacionales, más extendida y profunda que otras realizadas en nuestro país y en países vecinos. El RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) es la arquitectura legal más colonialista y funesta, casi un país convertido en paraíso fiscal, tanto que ha logrado que hasta sectores importantes del empresariado local, por intereses propios, se opongan a su implementación tal cual está redactada en la Ley Bases.
Por lo pronto el gobierno aspira a que el descontento social no crezca, la inflación baje unos puntos más, la ley sea votada e ingresen luego dólares frescos, todo lo cual le permita ganar tiempo al servicio de afianzar y no perder su base social y lograr que de las tensiones actuales se pase a meses de mayor normalidad económica. Desde ya que esto suceda es tan solo una posibilidad, no tan clara ni menos aún segura. Si tuviera éxito el gobierno en la macabra combinación de ajuste, represión, apertura económica y baja de la conflictividad social ingresaríamos a situaciones más que complejas para la mayoría de la población, mientras el imperialismo y el círculo rojo más concentrado sostienen a Milei para que avance en cambios estructurales a favor de los capitalistas y en un régimen político represivo que lo sostenga realmente.
¿Podrán hacerlo? Hay muchas más dudas que certezas al respecto. Entramos en un contexto recesivo de la economía con caída abrupta del consumo, despidos, desplome de la actividad industrial y de la producción y aumento notorio de la pobreza. La inflación que vista en forma aislada bajó algunos puntos, lo hace sobre la base de ese desastre económico evidente y sentido cada vez más por millones de personas. Cuando vemos el peso que el gobierno le da a los operativos represivos, allanamientos y la cantidad de horas que sus medios afines le dedican al tema, se refleja una muestra del evidente rumbo que necesitan y de la urgencia por tapar la crisis económica y social que no se detiene.
De un momento a otro
En este país del ultraderechista Milei, de Bullrich, los dos Caputo y Sturzenegger, en última instancia la realidad se vuelve al final inocultable. Como mínimo hablamos de la realidad de la relación gobierno-sociedad que viene mostrando cambios innegables. Cambios que no se dan a favor del gobierno, se expresan en una tendencia desfavorable que mueve el piso del proyecto oficial.
Pasó casi medio año desde la asunción de Milei y hay fortalezas que han quedado muy lejos y tal vez no regresen. Su ofensiva inicial, su apoyo sólido desde todo el gran empresariado, su mayoría y apoyo social marcado frente a cada discurso anticasta, todo eso está hoy en baja. ¿Desapareció? Para nada, sigue ahí, el gobierno mantiene apoyos dentro y fuera del país. Solo que en la población se marca un desgaste, una merma de la ilusión. Cuando los grandes medios alentaban la idea de apoyar, esperar, dar tiempo, no poner palos en la rueda, encontraban un público más comprensivo meses atrás. Cuando el dinero no alcanza mes a mes, la compresión, la paciencia y la esperanza se van disipando. Se corre el velo de los discursos y los tuits masivos y se percibe insoportable la realidad económica. Las fuerzas del cielo no garantizan la comida cada día ni el pago de impuestos y remedios. Y entonces se aceleran las fuerzas de la calle, las que construyen un nuevo momento en el país, muy distinto a ese comienzo de gestión de Milei, perdido en el recuerdo de sus más cercanos allegados.
Desde que el gobierno asumió identificamos diferentes momentos. Ya habíamos analizado en anteriores trabajos el quiebre que evidenció el paro general de fines de enero, como el comienzo de un ascenso más sostenido, el ingreso de la clase trabajadora en escena, como un antes y un después que llamó la atención del gobierno, a tal punto que no por casualidad semanas después hizo derrumbar su reaccionaria y ambiciosa Ley Ómnibus. Desde entonces hasta mediados de abril el gobierno fue andando entre avances y golpes, entre algunos pasos adelante en su ajuste perverso y caídas políticas que lo frenaban.
Pero el contexto de crisis económica profunda que marcábamos fue metiendo al país en un momento nuevo, más crítico y con señales más profundas. A la clase trabajadora, motor central de todo ascenso social, se le sumó un movimiento de jóvenes, sectores medios y familias populares en defensa de la universidad pública. Tan potente e histórico en su caudal de movilización que golpeó por primera vez a parte de la base social de Milei que salió a la calle no en defensa del líder libertario y sí en defensa de su futuro y su educación.
Esas jornadas alentaron el malestar social, oxigenaron las luchas en curso, animaron a quienes creían que no se podía derrotar al gobierno, les quitaron argumentos a direcciones burocráticas siempre proclives a buscar excusas para no luchar. Y le hicieron imposible a la dirección de la CGT levantar el paro del 9 de mayo. Muy por el contrario, ese paro que llegó a regañadientes, aislado y tardío se convirtió en el paro nacional más contundente de las últimas décadas, como bien lo reconocieron incluso medios de comunicación masivos de los grandes capitalistas. El poder de la clase obrera se hizo sentir acompañado por un apoyo social de otros sectores sociales que de una u otra forma se sumaron como parte de ese paro.
Sin Pacto de Mayo ¿Con qué Ley Bases?
Entrando a la segunda mitad de mayo, no deberíamos olvidar dos ejemplos prácticos. El primero es que Milei dijo al inicio de su mandato que antes de fines de enero quería la Ley Ómnibus votada. Y el segundo es que hace dos meses dijo que el 25 de Mayo firmarían el pacto ya con todas las leyes votadas. La primera afirmación nunca sucedió. La segunda se encamina a tener la misma suerte.
Al día de hoy, aunque en un país tan dinámico todo puede cambiar a velocidad, en principio se está cayendo el acto oficial de Pacto de Mayo. El propio Milei declaró este martes que tal vez sea en junio o en julio, cuando se pueda. Es decir, una constatación de que hoy no puede, aunque quiera.
Y la Ley Bases, de por sí mucho más reducida en su integralidad que la Ley Ómnibus, tampoco se encuentra con certezas para su votación. Pasó de la media sanción en diputados a un empantanamiento que, al momento de escribir este artículo, ni siquiera tiene fecha de dictamen en comisiones para ir al Senado. Por más que dicha ley ataca derechos sociales y obreros, privatiza empresas, concede blanqueos de capitales y reafirma un horizonte de liberalización de la economía al servicio de una minoría parasitaria de capitalistas, igualmente ingresó en un punto de crisis incluso con representantes políticos de sectores patronales.
Se vienen manifestando problemas por arriba, a razón de que este proyecto de ley incorporó un RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones) con un sinfín de favores a las grandes corporaciones extranjeras que se animen a invertir en el país. Tendrán ganancias extraordinarias y facilidades para hacer lo que quieran y no pagarán por nada instaurando un régimen de inversiones de coloniaje. También se demora el debate del paquete fiscal por diferencias en torno al tema pago de ganancias que sufrirán miles de trabajadores. Pero en el fondo si la ley está en crisis y demorada se debe al contexto de deterioro político del gobierno, esa realidad de menos apoyo social y más cuestionamientos ingresa por los poros del Parlamento. El Senado no merece ninguna confianza ni sus integrantes tampoco, pero las dudas y debates internos reflejan la crisis en curso. No significa esto que al final no pueda una ajustada mayoría votar a favor de la ley del gobierno. Eso sí puede suceder, aunque aparece en el horizonte político la variante más probable de que la ley tenga que modificarse y entonces volver a diputados. Es decir, que aunque en alguna de las próximas semanas se suceda una votación general a favor, ya todo el contexto es complejo y crítico.
Por lo pronto una tarea concreta es organizarnos en cada lugar de trabajo, estudio y barrio popular para movilizar a Congreso el día que finalmente se trate ley en el Senado. Haciendo votar esa convocatoria en todo lugar donde se pueda y exigiéndole a la CGT y demás centrales y sindicatos que paren y movilicen masivamente ese día. Y coordinando desde la izquierda y todos los sectores en lucha una fuerte presencia política y social. Avanzando en la lucha todo lo que se pueda ese día para intentar derrotarla, sin perder de vista igualmente que la pelea es mucho más larga y que no termina en la votación de una ley. Es una disputa de clase que hace parte de una lucha de fondo contra todo el plan de Milei, que tendrá avances y retrocesos en el marco de un pronóstico abierto, de un país polarizado y de un ascenso obrero y popular que cada vez se hace sentir más fuerte y va poniendo cada vez más incómodo al gobierno y a todo su proyecto. Que si bien sigue avanzando con su ajuste al mismo tiempo sufre el hecho evidente de no poder avanzar tal cual quisiera. Son los límites que un proyecto de ultraderecha tiene por la fuerte oposición social que genera y que nadie puede obviar. Milei tampoco.
El Frente de Izquierda y sus tareas
La crisis de años y el fracaso de los viejos partidos, en particular del peronismo en el poder, auspiciaron la emergencia de fuerzas de ultraderecha que al llegar al gobierno rápidamente se enfrentan con fuerte resistencia de la clase trabajadora y la juventud, nuevas experiencias en la calle y en su desarrollo dan margen para un espacio político abierto y un posible salto de la izquierda. No caben dudas que existe un desafío y una oportunidad para la izquierda.
Esa oportunidad se expresa por abajo, en gremios y facultades, en colegios y barrios populares, en el movimiento en defensa de la cultura y en las asambleas barriales allí donde las mismas se mantienen activas. Con el peso social y político que la izquierda tiene impulsamos la convocatoria a un gran Encuentro de luchadores como lugar de intercambio, organización y coordinación de miles frente a las tareas que se vienen.
Y el Frente de Izquierda como tal enfrenta un gran desafío. La realidad pasada de fracaso del PJ en el gobierno abre un mayor espacio político. El Frente de Izquierda es una conquista unitaria que paralelamente tiene problemas a corregir en forma urgente, si queremos avanzar. Las perspectivas abiertas nos colocan en la tarea de luchar contra el gobierno en las calles con la más amplia unidad sin sectarismo, exigiendo a la CGT una huelga general y un plan de lucha hasta derrotarlo.
El gobierno se debilita y a la vez el peronismo vive una de sus peores crisis. Es hora que desde la izquierda anticapitalista y socialista nos juguemos a ser opción de poder. Para avanzar en ese objetivo estamos proponiendo que el Frente de Izquierda convoque a un Gran Congreso Abierto, que bien puede ser un fuerte hecho político con miles de militantes y simpatizantes colmando Plaza de Mayo o un gran estadio. Abramos canales de participación, debate y protagonismo colectivo entre quienes estamos luchando en la calle. Organicemos políticamente a miles de trabajadores y jóvenes. No podemos intentar menos que eso. Te invitamos desde el MST en el FIT Unidad a intentar este camino.