miércoles, 18 diciembre 2024 - 19:25

Pandemia. Sin solución a la vista

Pasó más de un año del inicio de la más grave pandemia que azotara al mundo contemporáneo, llegaron las vacunas, pero la solución sigue estando lejos. La responsabilidad está a la vista: la conducción sanitaria de los gobiernos capitalistas y las vacunas como negocio de las multinacionales.

La pandemia fue el detonante y factor agravante de una crisis económica y social sin precedentes en el sistema capitalista mundial. La contagiosidad y virulencia de la Covid-19 dejó sobradas evidencias de las falencias de los sistemas de salud que se vieron colapsados aún en los países más ricos y poderosos del mundo. Las esperanzas puestas en que las vacunas acabaran rápidamente con los contagios y permitieran la recuperación de la economía mundo hoy son puestas en dudas, mientras segundas y terceras olas de contagios van de la mano de nuevas cepas del virus. La escasa producción de vacunas por parte de los seis grandes laboratorios (gráfico 1) han puesto sobre el tapete la necesidad de anular las patentes como única manera de lograr una inmunización masiva de la población mundial, como forma de controlarla.

La pandemia por Covid-19 lleva más de un año y por su contagiosidad, velocidad de propagación y virulencia se convirtió rápidamente en una de las peores en la historia de la humanidad. Influyeron en esto la globalización de la economía y la rapidez de las comunicaciones entre los distintos continentes. Precisamente esto fue lo que hizo que la crisis y parálisis económica mundial potenciada por el coronavirus se desarrollara también de manera supersónica.

La enfermedad puso en evidencia todas las falencias y miserias del sistema capitalista en cuanto a la protección de la salud como bien común. Desde el desmantelamiento de laboratorios que estudiaban el virus por no ser rentables, la salud pública teniendo que soportar la carga del total de enfermos porque los efectores privados se lavaban las manos, hasta la comprobación de la carencia de camas en unidades de cuidado intensivo en países como Italia y España, achicadas en las últimas décadas por falta de presupuesto. Lo mismo podríamos decir en cuanto al personal de salud que enfrentó al virus con escasez numérica y falta de elementos de protección personal. Así los enfermos y muertos de la primera oleada europea se multiplicaron más allá de lo esperado. Cuando los casos llegaron a nuestro país, a pesar de estar mejor informados y del uso del recurso de la cuarentena, los errores cometidos por el gobierno llevaron a que hoy superemos los 2 millones de infectados y los 50 mil muertos, con una alta tasa de infección diaria que supera los 5 y 6 mil casos.

La actual situación en el mundo

Actualmente la pandemia sigue evidenciando la anarquía del sistema capitalista. Impelidos por la necesidad de recomponer sus negocios y ganancias, las grandes corporaciones promovieron en el mundo la apertura prematura y descontrolada de negocios y transportes lo que llevó a segundas y terceras olas en países como los europeos que habían logrado un buen control de la primera oleada. En otros como EEUU y Brasil el rol criminal de sus gobiernos que desde el principio se negaron a ningún tipo de aislamiento, llevó a millones de muertes evitables.

La esperanza puesta en las vacunas y que con éstas rápidamente se pudiera controlar la pandemia, es cada vez más relativizada por especialistas y hace que las expectativas de recuperación o normalización de la economía se alejen y, ya se hable de 2022 como el año en que se podría alcanzar ese objetivo. La culpa nuevamente es del Sistema, en primer lugar, porque los países más poderosos del mundo empezando por EEUU y la UE se apresuraron a comprar y acaparar dosis de vacunas 4 y 5 veces superiores a sus poblaciones, creyendo que así solucionarían el problema. Pero la escasa escala de producción de los 6 grandes fabricantes actuales (Pfizer, Astra – Zeneca, Moderna, Sinopharm, Gamaleya y Sinovac) no alcanza a cubrir las necesidades de inmunización requeridas por los gobiernos. En otros casos son las trabas burocráticas y errores de logística, como en Europa, que no consigue ritmos de vacunación aceptables y quedan lejos de países como Chile que ya vacunó más del 20% de su población. Mientras que los 10 países más ricos de la tierra han comprado una enorme cantidad de vacunas, a los países más pobres las dosis no les llegan o lo hacen de manera mucho menor, por no hablar de Africa que recién se espera que le lleguen las vacunas en 2023, lo cual convertiría al segundo continente más poblado del mundo en un reservorio del virus y laboratorio natural de mutaciones por los próximos años, pudiendo hacer estériles todos los intentos de inmunizar a las poblaciones de los países ricos con las vacunas actuales.

Pero el virus también hace de las suyas y de las muchas mutaciones que va teniendo en su repique, entre distintos contagios, tres son particularmente peligrosas. Son las llamadas mutaciones de Sudáfrica, Manaos y Reino Unido las cuales podrían escapar a la inmunización provista por las vacunas actuales, ser más contagiosas e inducir a una enfermedad más grave que la original. Y si queremos complicar más aún el panorama, digamos que los expertos están alertando que la vacunación sola, si no es acompañada de medidas de distanciamiento y protección puede también inducir a mutaciones llamadas “superpotentes” dado que desde el vamos eludirían el control inmune de las personas, tal como estaría observándose en Brasil, donde se combina la vacunación con la política criminal e irresponsable de Bolsonaro de promover el contacto entre la gente para motorizar la economía.

Anular las patentes para controlar la pandemia

Desde el principio dijimos que la anulación de las patentes de propiedad de las vacunas era la única manera de lograr una producción a gran escala mundial para poder inmunizar a más de 6 mil millones de personas de manera rápida. Así lo consideraron varios gobiernos como el de Costa Rica primero, Sudáfrica e India después y últimamente, también van en el mismo sentido las declaraciones de Alemania ante la Unión Europea. Sobran las razones para ello, desde la simple matemática que nos indica que multiplicando los laboratorios productores obviamente se multiplicarían las dosis fabricadas, hasta los humanitarios que no debieran dejar lugar a dudas de que la salud de la población del planeta es más importante que las ganancias de unas pocas corporaciones. La propia OMC en 1994 dejó en claro que ante situaciones extraordinarias se pueden anular las patentes y la pandemia es, la más extraordinaria de las situaciones que le ha tocado vivir a la humanidad en más de 100 años.

Han pasado meses desde la aprobación de las vacunas y salvo Israel que ha logrado vacunar casi al 70% de su población (por supuesto marginando a los palestinos), el resto de los países del mundo está muy por detrás con el propio EEUU rondando el 20%, Reino Unido el 29% y la UE 6,8%. Otra paradoja de este capitalismo, mostrando una vez más que siempre es salvaje, es que países superproductores como China e India (el mayor productor de vacunas a nivel mundial) no llegan al 3% de su población vacunada al igual que Rusia productora de la Sputnik. (Gráfico 2.)

Como dijimos antes, si no escalamos la producción de vacunas para llegar rápido a todo el mundo por igual, sin distinción entre países pobres y ricos el panorama posible es el de vacunación lenta, seguida de rebrotes frecuentes con cepas cada vez más resistentes a las vacunas, generando la necesidad de nuevas vacunas y así un círculo vicioso del cual nos cueste años salir. La defensa irracional de las ganancias de las corporaciones farmacéuticas que llevan adelante los países ricos va contra toda lógica sanitaria y conspira contra la resolución de la pandemia que ellos dicen querer controlar.

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