Navegar hacia Gaza no es solo desafiar un bloqueo impuesto por un Estado genocida, es un acto de resistencia contra una de las formas más sofisticadas y brutales del colonialismo contemporáneo. Cada embarcación que partió, parte o partirá rumbo a Gaza lleva consigo mucho más que alimentos o medicamentos: lleva la denuncia de una realidad que muchos prefieren ignorar.
Sin embargo, los intentos de ridiculizar las flotillas son muchos. El ministro de Relaciones Exteriores de Israel llegó a llamar al Madleen “selfie yacht”, mientras que sectores autodenominados progresistas o incluso de izquierda afirman que este tipo de acción “no sirve para nada”.
Esas críticas, sin embargo, revelan más sobre el conformismo y el cinismo de quienes las pronuncian que sobre la relevancia de esas misiones. La Flotilla Sumud Global, al igual que todas las anteriores, tiene una importancia que trasciende el envío de ayuda humanitaria. Su papel es romper el silencio, exponer contradicciones y confrontar la complicidad de gobiernos y organismos internacionales que, ante la violencia israelí, eligen la neutralidad y, por lo tanto, el lado del opresor.
Más que una misión humanitaria, acciones como la flotilla son una convocatoria política y moral.
Antecedentes
La Flotilla Sumud Global no es el primer intento de romper el bloqueo ilegal impuesto por Israel a Gaza ni será el último. Desde el inicio del cerco, diversas embarcaciones e iniciativas internacionalistas buscaron abrir un corredor humanitario y, al mismo tiempo, desafiar la narrativa dominante que naturaliza el sufrimiento palestino.
En 2010, la Flotilla de la Libertad se convirtió en símbolo mundial de resistencia tras el ataque israelí al barco Mavi Marmara, que resultó en nueve muertos y decenas de heridos. Incluso frente a la violencia, el impacto político fue enorme: el mundo vio, en tiempo real, la brutalidad con la que Israel reaccionaba ante una acción pacífica.
En 2016, la Flotilla de Mujeres, compuesta por activistas de distintos países, evidenció no solo el bloqueo, sino también el papel de las mujeres en la resistencia, tanto palestinas como internacionales, en contextos de guerra y ocupación.
Y, más recientemente, el Madleen, interceptado en la madrugada del 8 al 9 de junio de 2025, dio continuidad a esa tradición de valentía civil.
Pero Gaza no es el único punto de confluencia de esas luchas. La historia está llena de gestos semejantes, como las Brigadas Internacionalistas durante la Guerra Civil Española, formadas por voluntarios de decenas de países que lucharon contra el fascismo, y la Brigada Simón Bolívar impulsada por nuestra corriente en la Revolución Nicaragüense, expresión de la solidaridad latinoamericana frente a la opresión.
Son momentos en los que sectores de la población mundial comprenden que hay causas que trascienden fronteras y nacionalidades, y que defender a un pueblo sitiado es defender a toda la humanidad.
¿Cumplió su papel la Flotilla?
A primera vista, puede parecer que la Flotilla Sumud fracasó en su propósito por no haber conseguido entregar directamente la ayuda humanitaria a la población palestina. Pero esa es una lectura superficial, porque el objetivo de una flotilla nunca se limita al aspecto logístico. El verdadero impacto está en la dimensión simbólica, política y comunicacional del gesto y esfuerzo humano por visibilizar lo que realmente acontece.
Al ser interceptada, la flotilla rompió el cerco de la información, que es parte esencial para el mantenimiento del cerco militar. El bloqueo israelí es físico, pero también narrativo, y los grandes medios internacionales insisten en encuadrar a Palestina bajo el prisma de la “guerra entre dos lados”, omitiendo deliberadamente la asimetría entre un Estado armado hasta los dientes y un pueblo sitiado y hambriento. Esa operación discursiva, heredera del imperialismo, del racismo y del orientalismo, fabrica el consenso de la indiferencia.
En ese contexto, cada velero rumbo a Gaza se transforma en un faro que ilumina lo que se intenta esconder. Al ponerle rostro internacional a la resistencia, con tripulantes incluso de países imperialistas, la Flotilla Sumud sacudió la narrativa dominante y confrontó la indiferencia y complicidad de la mayoría absoluta de los gobiernos del mundo.
Las imágenes y los testimonios de los activistas y las campañas de apoyo internacional que siguieron obligaron a los medios y a la opinión pública a mirar nuevamente hacia Gaza. En tiempos de saturación informativa y anestesia colectiva, generar empatía real es, en sí mismo, una forma de victoria.
Asimismo, como dijo la tripulante argentina Cele Fierro, compañera militante del MST y la LIS, esa misión demostró que se puede hacer y mucho frente a un genocidio, que “hay que ponerle el cuerpo a las ideas”.

Visibilizar un genocidio en tiempos de redes sociales
Vivimos el primer genocidio de la historia transmitido en tiempo real, con imágenes que llegan a las pantallas de millones de personas todos los días. Cada video, cada testimonio directo desde Gaza expone la destrucción sistemática de todo un pueblo, con la connivencia activa o silenciosa de las potencias globales.
Y, aun así, la indiferencia persiste, esa apatía frente a la barbarie que revela que la simple exposición de imágenes no es suficiente. Se necesita contexto, denuncia y movilización, exactamente lo que iniciativas como la Flotilla Sumud proporcionan. También hace cada vez más evidente la hipocresía de líderes autoproclamados progresistas, que callan o relativizan los crímenes de Israel en nombre de intereses económicos o alianzas políticas.
Muchos, al estudiar el Holocausto, se preguntaron cómo algo tan monstruoso pudo suceder ante los ojos del mundo. La respuesta, lamentablemente, está frente a nosotros. Se repite en cada hora que pasa sin que Israel sea responsabilizado por sus crímenes, en cada gesto de normalización del apartheid y en cada intento de criminalizar a quienes se levantan en solidaridad con el pueblo palestino.
La flotilla, por lo tanto, es mucho más que una embarcación. Es un espejo en el que el mundo se ve: cómplice o solidario, barbarie o socialismo.
Marcela Gottschald