El entrenador argentino Ramón Díaz generó polémica al afirmar que “el fútbol es para hombres, no para chicas” durante una conferencia en Brasil. Luego pidió disculpas, pero sus palabras reabrieron una discusión de fondo: ¿por qué, en pleno 2025, el fútbol todavía sostiene estructuras y discursos que excluyen y desestiman a las mujeres en su participación tanto como deportistas y espectadoras, su formación y su palabra?
La frase de Ramón Díaz no es un hecho aislado: expone una cultura futbolera que sigue relegando a las mujeres, tanto en la cancha como en el periodismo, el arbitraje y la dirigencia. Los avances son reales, pero la desigualdad también.
Un comentario que revela algo más profundo
El empate entre Inter de Porto Alegre y Bahía por el Brasileirao quedó rápidamente opacado por las declaraciones del técnico Ramón Díaz. Al intentar cuestionar el trabajo arbitral, deslizó una frase que recorrió medios y redes en segundos:“El fútbol es para hombres, no para chicas”.
La frase no fue un exabrupto aislado. No es la primera vez que Díaz recurre a descalificaciones de género. Y tampoco es el único. La reacción social y mediática fue inmediata, pero más allá del repudio, el episodio dejó expuesta una realidad estructural: el fútbol —como práctica deportiva y como identidad cultural— sigue siendo un territorio donde las mujeres deben justificar su lugar una y otra vez.
Desigualdad en la cancha
En Argentina, hasta hace muy poco, jugar al fútbol siendo mujer implicaba hacerlo sin contrato, sin obra social, sin salario, sin divisiones formativas completas, sin estructura de nutrición ni medicina deportiva, y, en muchos casos, con el peso de escuchar que “eso no es para vos”.
Recién en 2019 se firmaron los primeros contratos en la Primera División femenina. Pero la profesionalización fue parcial:
- Los clubes solo están obligados a firmar 8 contratos por plantel.
- El resto de las jugadoras sigue compitiendo en condiciones amateur.
- Los salarios mínimos no alcanzan para vivir del deporte.
- Los viajes, la infraestructura y los cuerpos técnicos siguen siendo desiguales.
Mientras tanto, la expectativa es la misma: competir internacionalmente contra ligas donde el fútbol femenino es realmente profesional.
Opinar y la voz femenina en el deporte
Lo que sucede en la cancha se replica frente a un micrófono.
A días del Día del periodista deportivo cabe resaltar lo que ser periodista deportiva mujer implica, en muchos casos, ser sometida a:
- cuestionamientos sobre la “validez” de la opinión,
- interrupciones constantes en debates,
- prejuicios respecto al conocimiento táctico o histórico,
- exposición a la violencia digital.
No es casual que, en transmisiones, debates o paneles, la palabra femenina sea interpelada o relativizada con más frecuencia. La desconfianza hacia la voz de una mujer hablando de fútbol no nace en la televisión: nace en una cultura donde la pelota fue presentada como propiedad simbólica masculina.
El arbitraje
Las árbitras y asistentes tampoco escapan a este sesgo. Sus decisiones, como las de cualquier árbitro en el fútbol, pueden ser discutidas, analizadas o cuestionadas: el error arbitral existe y forma parte del juego. Lo que cambia, y lo que es problemático, es el tono y el fundamento del cuestionamiento. Muchas veces, la crítica hacia una mujer árbitra no apunta a la jugada en sí, sino a su condición de mujer, como si eso la volviera incapaz, menos preparada o fuera de lugar. Es allí donde aparece el sesgo de género, que no se aplica con la misma dureza hacia los árbitros varones.
Las palabras de Díaz contra mujeres en el arbitraje no construyen ese escenario: lo reproducen.
Avances y desafíos
Decir esto no implica negar lo logrado. Hoy, las selecciones femeninas llenan estadios en Sudamérica. La cantidad de periodistas mujeres en medios deportivos creció. Cada vez más niñas eligen el fútbol como primer deporte. Ex jugadoras ocupan lugares de análisis, conducción y dirección técnica.
Lo que antes era excepción hoy tiene nombre, rostro y referencia. Y eso importa. Pero a pesar de los avances el problema sigue siendo estructural. Cada frase como la de Ramón Díaz no solo hiere individualmente. Refuerza una estructura que busca recordar quién pertenece y quién “invade”.
Pero esa frontera ya está rota. El fútbol ya es —porque siempre fue— un espacio donde las mujeres juegan, enseñan, arbitran, relatan, analizan y transforman. No están llegando, ya estaban.
Lo que falta es que el sistema deje de hacer como si no. Porque el fútbol no es “para hombres”. El fútbol es para quienes lo juegan, lo sueñan y lo sienten. Y eso, lamentablemente para algunos, no tiene género.

