A mediados del mes de mayo del 2021 se hizo público en la prensa una espeluznante denuncia de 43 mujeres, ex operarias del Opus Dei. Las mujeres trabajaron años sin sueldo, sin aportes jubilatorios y fueron sometidas siendo menores de edad a malos tratos, a privación de libertades y manipuladas para dar su vida “en nombre de Dios”.
Siete de las 43 trabajaron en la Ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, donde esta institución católica ultraconservadora tuvo su primera sede.
A las pocas horas, se sumó la voz denunciante de la rosarina Flavia Dezzuto, actual decana de de filosofia y humanidades de la universidad la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y ex integrante del Opus, o de “La Obra”, tal como se denomina también a esta institución que en latín significa “Obra de Dios”.
Si leíste la novela “El cuento de la criada”, vas a encontrar similitudes en los relatos. Por momentos pareciera ser la ciudad de Goliat, sin embargo, no es ficción, se trata de la vida real contada por 43 valientes mujeres.
Las criadas del Opus Dei
Los relatos de las mujeres denunciantes son escalofriantes. Una de las voces pertenece a Claudia Carrero, de 55 años, ex numeraria que trabajó en la residencia litoral ubicada en Ayacucho y 9 de julio en la ciudad de Rosario. Es importante saber que dicha residencia fue la primera en llegar al país el 24 de junio de 1950, de la mano del obispo rosarino Antonio Caggiano, bajo la supervisión del fundador del Opus en España, Josemaría Escrivá de Balaguer.
En un artículo del diario La Capital Claudia expresó: “Pertenecí al Opus desde 1984 hasta 2002 y en ese lapso comprometí mi castidad, obediencia y pobreza a Dios. Nunca recibí dinero efectivo en mano como sueldo. Llegué a Rosario en 1999, trabajé en varios lugares. Me bancarizaron en 2001, o sea, cobraba mi salario y lo entregaba completo a la directora de mi residencia y como todas las demás tengo muy pocos aportes hechos en la Ansés”[i]
Lo que relata Claudia es común denominador en las cuarenta y tres. Así como lo dio a conocer a los medios el representante legal de las mujeres, Sebastian Sal: veinte de ellas no registran ningún aporte jubilatorio y de las otras veintitrés, la mayoría tiene pocos aportes, con jornadas laborales de hasta 15 horas, con muy pocos días de descanso y traslados repentinos a otras ciudades o a otros países como Italia o Kazajistán.
No hay nada de azaroso en la trama organizada por esta institución a la hora de la elección de las operarias. La mayoría de las mujeres denunciantes, que hoy tienen entre cuarenta y sesenta años de edad, pertenecían a familias muy pobres y del interior del país, mientras que otras eran de nacionalidad paraguaya. Un modus operandi similar al de las redes de trata, los encargados de conseguir mano de obra engañan a mujeres pobres, manipulándolas con ofertas de un futuro mejor, prometiendo educación, trabajo y prosperidad. De esta manera, luego eran obligadas a donar su mínima remuneración a la misma institución.
Paula Bistagnino, periodista argentina que se dedicó a investigar a fondo a esta organización dijo en una nota para el Diario La Capital[ii]: “En las décadas de los 70, 80, 90 –y hoy me permito la duda de hasta qué punto no–, eran captadas entre los 14 y 15 años, y les decían que no les dijeran nada a sus familias”.
El abuso de poder, en una organización verticalista y autoritaria como la Iglesia es endémico y recae principalmente sobre las mujeres, niños y adolescentes. En este mismo sentido, el abogado señaló a la prensa[iii]: “Captaban las voluntades de jovencitas y no las dejaban salir a la calle solas, no podían mirar por las ventanas, si iban a un médico o psicólogo debían ir acompañadas de una numeraria, no tenían libre acceso a los medios de información, y no las dejaban manejar plata: todo lo que supuestamente necesitaban se los proveía la Obra”.
Esta ultraconservadora organización católica tiene jerarquías claras y las mujeres denunciantes pertenecían al rango más bajo de la estructura de la organización católica, el de las ‘numerarias auxiliares’, compuesto exclusivamente por mujeres.
Las iglesias bajo “el nombre de Dios”, ejercen todo tipo de violencia hacia las mujeres, física, psicológica, simbólica, económica, argumentando una supuesta “masculinidad sagrada” como fundamento de la inferioridad de las mujeres y de su dominio.
Lo que más conmociona del caso es también es la violencia física que los sacerdotes del Opus Dei ejercían sobre las mujeres, la privación de la libertad y el uso de medios de mortificación corporal tales como el cilicio (cadenas con hierro con puntas que se colocaban en las piernas) y la disciplina (autogolpes con sogas). Si, leíste bien, digno del medioevo. Una práctica perversa que responde a una institución reaccionaria que siente un profundo odio hacia las mujeres sobre todo si esa mujer es pobre. El encubrimiento institucional de la violencia y los abusos sexuales es intrínseco a la propia naturaleza de la iglesia.
Influencia clerical en el Estado
En la actualidad, a más de siete décadas de la primera casa en Rosario en Argentina el Opus Dei maneja 17 asociaciones civiles y sobre todo gestiona además en diferentes provincias del país veinticuatro colegios de nivel primerio y secundario privados. Para estos medievales constructores de discursos de odio y antiderechos, la educación es clave, por eso se empeñan en sostener sus centros educativos, financiados por el mismo Estado, es decir, por nosotras y nosotros.
Por otra parte, un dato central es que los miembros del Opus Dei gozan de laicidad jurídica, lo cual les permite ejercer todo tipo de cargos en la sociedad civil: son fiscales, directores de empresa como Perez Companc, periodistas, escribanos, políticos como Gustavo Béliz (actúal secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, pieza clave del gabinete de Alberto Fernandez), médicos como el ginecólogo Rafael Pineda, quien fue por años Jefe de Servicio del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) en Rosario.
Es decir, esta institución arcaica medieval y centro de tortura para miles de mujeres e infancias, cuenta con aval de las instituciones del Estado, inclusive de los partidos tradicionales y de los gobiernos de turno.
Sobre dicha cuestión Flavia Dezzutto, expresó[iv]: “El Opus Dei es una institución de la iglesia católica nefasta en muchos sentidos: es responsable de la reducción a servidumbre de muchísimas personas, y tramó sobre esto una telaraña de ocultamientos y mentiras. Buena parte de la jerarquía católica está al tanto de esto desde hace mucho. Ya resulta inocultable”.
Sin dudas, su rol oscurantista hacia los derechos de género, la Iglesia y sus socios le suman su intromisión en otros ámbitos. El ejemplo más reciente es en la lucha por el aborto legal, donde escuchamos en el Congreso cientos de exposiciones, entre ellas una de las más burdas fue la del Dr. Albino, miembro del Opus Dei, director de Conin (Corporación para la Nutrición Infantil) y asesor de cambiemos. En su discurso dijo barbaridades anticientíficas, llamó “matar niños” al derecho al aborto y rechazó irresponsablemente el uso del preservativo, al que comparó con la porcelana.
Este dinosaurio Albino embolsa más de $ 120 millones por los convenios que tienen entre su fundación y los ministerios de Desarrollo Social, de Educación y varios ministerios provinciales. Un escándalo total.
Por justicia y un Estado laico
A seis años del histórico Ni Una Menos que colmó las calles en el año 2015, la cuarta ola feminista y disidente hoy sigue dispuesta a ir por todo. Una lucha pendiente es la total y definitiva separación de la Iglesia y el Estado.
Historias y relatos tan indignantes como los de estas mujeres en el seno de las instituciones oscurantistas de la curia no nos sorprenden, y echan leña al fuego naranja anticlerical que se viene encendiendo en el país y en el mundo. De hecho, las apostasías (tramite de “desafiliaciones” de la iglesia católica) han crecido de manera abrupta los últimos años. Ante esto, queremos compartir nuestras propuestas para lograr justicia y para emanciparnos de esa institución que promueve la explotación laboral, encubre pedófilos y es enemiga de los derechos de las mayorías.
El caso de las cuarenta y tres mujeres víctimas de la violencia oscurantista del Opus, no pueden quedar impunes. Ya es publica la respuesta de referentes de la Obra negando los relatos, aludiendo a mentiras y lavándose las manos.
El abogado de las denunciantes escribió una misiva al Papa donde le pide que reconozca los abusos cometidos y que pida disculpas y tome medidas correctivas para que no vuelvan a suceder.Por el prontuario de encubrimiento y de silencio cómplice de la Iglesia Católica, es dudoso que el mismísimo líder del Vaticano reconozca los abusos cometidos y sobre todo, no puede quedar en manos del mismo enemigo la responsabilidad de justicia. Es el Estado el que tiene que intervenir, haciendo que los responsables respondan ante la justicia para que haya Juicio, condena y cárcel común a quienes cometieron delitos contra las mujeres e infancias. Pero por su carácter clasista y patriarcal tampoco es garantía, por eso proponemos que se cree una comisión investigadora independiente integrada por sobrevivientes y familiares, para que incluso vayan a juicio todos los casos de abuso, que seguramente abundan en todo el país.
En el camino por divorciar de una vez por todas al matrimonio Iglesia y Estado, desde juntas y a la izquierda y el MST tenemos un programa de demandas concretas hasta conquistar una Argentina laica, feminista y socialista.
En primer lugar, se debe comenzar con la derogación de todos las normativas anti-democráticas y discriminatorias que sostiene la Iglesia Católica desde la dictadura militar.
- Hay que hacer una reforma del Código Civil y Comercial para dejar de considerar persona jurídica pública a la Iglesia
- Derogar de la Ley 24.483, que les reconoce personería jurídica civil a las congregaciones religiosas y seculares.
- Derogar del Decreto-ley 17.032 de concordato con el Vaticano, que le reconoce jurisdicción propia a la Iglesia. Además, las personas que realizan apostasía tienen derecho a ser eliminadas de todo registro eclesiástico.
En segundo lugar, hay que terminar con los privilegios económicos que sostienen dichas instituciones arcaicas. Hay que anular los millones de subsidios y remuneraciones de cualquier índole a instituciones religiosas, sus clérigos y a la educación religiosa. A su vez, realizar una revisión de los inmuebles públicos cedidos a estas instituciones. Hay que rescindir todos los contratos públicos con Albino y su fundación CONIN y destinar esos fondos a las prioridades sociales, incluida la ESI con perspectiva de género y disidencia.
Y como parte del programa anticlerical, para que en el Estado no tengan injerencia. Hay que eliminar la laicidad jurídica de los miembros del Opus Dei para que no ocupen ningún cargo público en el Estado.
Es necesario ir a fondo con estos planteos. La iglesia en todas sus variantes es enemiga jurada del progreso humano, del avance en materia de derechos y una aliada del sistema patriarcal.
Fer Gutierrez y Ro Bustamante
[i] https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/rosario-cuna-del-opus-dei-la-argentina-n2663761.html
[ii] https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/diez-anos-las-huellas-silenciosas-del-opus-n2663780.html
[iii] https://www.lacapital.com.ar/opus-dei-un-calvario-mano-obra-barata-rosarina-n2663040.html
[iv] https://www.lacapital.com.ar/opus-dei-un-calvario-mano-obra-barata-rosarina-n2663040.html