lunes, 16 diciembre 2024 - 10:45

Opinión. La literatura y las ultraderechas en la actualidad

Es sabido que los gobiernos de ultraderecha que han triunfado en varios (e importantes) países basan sus planes de gobierno -básicamente- en los ataques a los derechos y las conquistas a los trabajadores. Sus planes de ajuste, la liquidación de todo lo público, la especulación financiera, la desregulación de diversos aspectos de la vida económica y social y las privatizaciones (sin contar el negocio agrotóxico, la megaminería y el extractivismo)  son los pilares de una guerra sistemática contra la clase trabajadora, los sectores populares y la decaída clase media. Y esto se repite en todos estos gobiernos con estilos, medidas y formas distintas pero congruentes sean ahora Milei o Meloni, antes Bolsonaro, y en estos días Trump, etc. Sus máximas aspiraciones y sueños son destruir todo lo público, el Estado (menos las FFAA y de seguridad pilar básico del Estado Burgués) y todo lo que recuerde o en lo que perviva el estado benefactor. Hacer desaparecer de una vez y para siempre todas las conquistas de la clase obrera logradas con más de un siglo de luchas es la panacea de estos personajes siniestros en el gobierno. Una ideología reaccionaria, decadente y sin sentido los sustenta. Todas estas medidas son consecuentes con la lógica de los ricos y las gigantescas corporaciones multinacionales -el 1% más rico del mundo-, y su ideología lo es con estas medidas. No obstante surge la pregunta ¿Por qué atacan también a la cultura y a la literatura? Una vez más la realidad superó la ficción y Ray Bradbury quedó hecho un poroto al lado de estos quemadores de libros, terraplanistas, negacionistas y abyectos liberfachos frente a quienes Fahrenheit 451 parece un juego de kindergarten. En esta nota intentaremos analizar sus motivaciones y las razones profundas de su aberrante y monstruoso paradigma.  

Una primera causa: el plan de ajuste

A poco de asumir Milei puso primera y arrancó velozmente en su ataque a todo lo público con la finalidad de liberar al Estado de sus roles sociales. El intento de legalizar el DNU de ajuste total y achicamiento masivo fracasó pero el gobierno igual avanzó hasta imponer su Ley Bases que amenaza y ataca las conquistas del movimiento obrero argentino y de amplios sectores populares y sociales. En ese devenir puso un importante mojón en una serie de “gastos” públicos que según su visión ultraliberal en lo económico son “innecesarios” y superfluos. La reducción del gasto público en materia de arte y cultura llevó a intentar liquidar el INCAA y otros organismos de arte y de expresiones culturales a las cuales tiene acceso cualquier ciudadano, sea por su contenido, sea por accesibilidad de precios. Esto fue y es considerado por LLA como un subsidio y, aunque lo justifique por la gran corrupción que hubo hasta hoy en estos organismos del estado, la supresión de estos no es la eliminación de un gasto sino de una inversión social cuya finalidad fue, es y será la elevación cultural del pueblo, tan bastardeada desde tiempos inmemoriales y acrecentada por la crisis y la insuficiencia del sistema educativo. 

En materia de literatura el gobierno avanzó con la quita de cualquier incentivo a la producción editorial y sobre todo de modo indirecto lo que produjo la disparada inflacionaria y la caída de los salarios -especialmente en la clase media- fue una depresión notable en las ventas de libros por parte de las grandes y pequeñas librerías. La manifestación pública más notoria de Milei contra la literatura fue la agresiva y confrontativa posición frente a la Feria del Libro en su 46° edición, quitándole todo apoyo y sustento económico y luego lanzando una especie de campaña contra sus promotores y protagonistas que no son ni más menos que los líderes de la industria editorial. Si bien es cierto que este evento y sus promotores nunca han hecho accesible los libros a las masas trabajadoras y populares (aunque fueran multitudinarias las concurrencias del público) la política de Milei no es en contra del carácter mercantilista de este evento sino justamente lo contrario, al considerarlo parte de los “gastos” simplemente pretende eliminarlo. La Feria se hizo y se hará porque el negocio editorial mueve millones en nuestro país -aunque está decayendo- pero el gobierno seguro no hará nada “alternativo” si realmente considerase -como lo hizo- que este evento estaba emparentado con la “casta” y la “corrupción” de los anteriores gobiernos. Tan mercantilista es la postura del gobierno que pretende que solo el mercado sea el regulador y promotor de la cultura del libro. 


La segunda causa: El silenciamiento de los disidentes

Los gobiernos autoritarios -sean del signo que fueren- siempre han atentado contra la libertad de expresión. Nada más paradójico que el gobierno de Milei que bajo el nombre de La Libertad Avanza cercena uno de los derechos más elementales de la sociedad y de cualquier democracia -incluso de esta democracia burguesa sólo formal e institucional-: la libertad de opinar

En una nota del periódico digital El Salto se expresa, con un titular brillante, una idea madre que pinta de cuerpo entero las intenciones políticas de este presidente liberfacho: LA LIBERTAD AVANZA PROHIBIENDO. No teníamos registros de semejante aberración antidemocrática, reaccionaria y autoritaria desde los tiempos de la dictadura militar. NADIE se animó a tanto en términos de censura desde los tiempos de Miguel Tato, el tristemente célebre censor del Proceso (a quien Charly García le dedicó el tema “Las aventuras del señor tijeras”). La censura empezó con Carlos Pirovano prohibiendo la película sobre Aerolíneas Argentinas del INCAA y siguió con el intento de censurar a los textos de la ESI pero al no poder hacerlo de modo directo lo hace a través de una fundación: la Fundación Natalio Morelli, cercana al gobierno de la Libertad Avanza. El ataque se realizó contra el ministro de educación bonaerense Sileoni pero en realidad es contra las escritoras de 4 libros que se utilizan como material bibliográfico en las escuelas de la PBA durante las clases de ESI. El artículo señala: […] desde la Fundación Natalio Morelli, cercana al gobierno de la Libertad Avanza, llevaron a cabo una denuncia a Sileoni por “corrupción de menores” y “abuso de autoridad”. Y en el centro de la denuncia, en el papel de victimarios, aparecen cuatro títulos consagrados en las letras latinoamericanas, como Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, Si no fuera tan niña. Memorias de la violencia, de Sol Fantín, Cometierra, de Dolores Reyes, y el maravilloso Las primas de Aurora Venturini, puestos en cuestión porque trabajan sobre temas “delicados”, como el aborto, el abuso sexual a menores y la crítica a instituciones religiosas.[…]. Estas escritoras son prestigiosas autoras premiadas en el mundo. Como señala la revista cooperativista Acción: […] Gabriela Cabezón Cámara ganó el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, un prestigioso reconocimiento que distingue la excelencia del trabajo literario de mujeres en idioma español de América Latina y el Caribe. Lo hizo por su novela Las niñas del naranjel (Random House, 2023) […]. El más sonado de los casos es el de Dolores Reyes autora de Cometierra alrededor de quien se generó una intensa polémica mediática fomentada por Victoria Villarruel y todos los fachos amigos de ella, nostálgicos de la dictadura militar. Dolores Reyes denuncia en esta novela los femicidios y sobre todo el rol del estado a través de la policía y su vínculo con las redes de trata. Dice la autora: […] en Argentina y en Latinoamérica nadie se sorprendería, dado que el 30% de los feminicidios son con armas de Estado, dado que siempre la Policía y demás fuerzas de seguridad están implicadas en las redes de trata, dado que se maltrata a las familias cuando se les dicen “vuelva en una semanas, seguro que se fue con el novio”, cuando todos sabemos que cuando falta una chica esas horas y esos primeros días son de una importancia fundamental para recuperarla.” […]. 

En cualquier caso las opiniones son “peligrosas”. Las denuncias pueden movilizar. Abrir la conciencia de las personas dormidas o engañadas es una arma que el gobierno y sus militantes liberfachos quieren bloquear. La censura es funcional también al modo represivo y de la misma manera que la Bullrich pretende silenciar las calles con su protocolo anti-piquetes, el gobierno también pretende silenciar todo espacio de debate de temas que son de actualidad social y de derechos humanos, educación sexual, feminismo, comunidad LGBTQ+, trata de mujeres, de niñxs, etc. Por esta vía también habilita la censura de la denuncia de la pobreza creciente, de la miseria y la explotación cada vez más grande de los trabajadores, las protestas contra la reforma laboral, las privatizaciones, el achicamiento del estado, el abandono de la salud y la educación, etc. 

Censura es represión. Y este ajuste no pasa sin represión. 


La tercera causa: el nuevo paradigma cultural. La construcción del relato libertario. 

Milei llegó al poder tras una campaña electoral llena de engaños y calumnias. No obstante, estas fueron alentadas y administradas por los medios, levantando la figura del liberfacho quien supo canalizar toda la bronca y la decepción con el gobierno de Alberto Fernández y con el kirchnerismo. Sus banderas fueron terminar con la corrupción y la inflación como supuestos causantes de la pobreza del pueblo. La consigna central fue terminar con la casta. O sea con los políticos corruptos del kirchnerismo y el PJ, la UCR, el Pro y sobre todo liquidar a la izquierda a la que metió en la misma bolsa. Pero pronto se supo la falacia. La casta era el pueblo, los trabajadores, los jubilados, los estudiantes universitarios, la salud, la educación, el arte y la cultura. ¡La casta eran los escritores! 

Milei atacó temprano al movimiento de escritores y escritoras de Argentina. Además de lo señalado en el primer punto, el gobierno y sus acólitos comenzaron a señalar a los autores literarios, dramaturgos, guionistas, filósofos e intelectuales diversos como los responsables del relato y la narrativa de la “casta” y por lo tanto hay que terminarlos con ella. Nada más lejano a la realidad. Ni los escritores y escritoras son culpables de la corrupción política y de las estrategias o medidas de los gobiernos anteriores -sean o no adscriptos a sus partidos políticos- ni de la pobreza, la miseria y otras desgracias sociales que se acumularon en Argentina durantes décadas -y que este gobierno profundizó de modo dramático- como pretendió establecer en una polémica pública con la cantante Lali Esposito. 


Este palabrerío burdo y sin aparente sentido cumple una función esencial: ocultar la verdadera concepción que sobre el arte y la cultura tiene el gobierno. El arte -y por ende la literatura- es subversivo. Por eso hay que liquidarlo. 

Para eso monta este relato y narrativa emparentado con el negacionismo de la dictadura, del cambio climático y el calentamiento global, con los partidarios anti-derechos, con el rechazo al feminismo, a la disidencia sexual, a los derechos de las infancias. Por supuesto este relato cuenta con el apoyo de los poderosos, los ricos y multimillonarios de nuestro país que lo dejan correr, los medios que lo reproducen y en algunos casos alientan y un sector de la población que ha comprado empaquetado este discurso, en algunos casos como repudio a lo anterior y en otros como una ideología impregnada en la cabeza de quienes no tienen los pantalones largos para ser abiertamente fachos pero que son complacientes con las barbaridades culturales que pretende implantar el gobierno. Desde el dicho “con mis hijos no” pasando por “hay muchas falsas denuncias de violencia de género” siguiendo por el terraplanismo, la postura anti-vacunas, la reivindicación del rol de la Iglesia, la xenofobia, etc., hasta un abierto y oscuro pietismo que recuerda las épocas ancestrales y horrorosas de la inquisición en la América colonial. 

Un relato siniestro donde se mezcla -como diría Discépolo- “la biblia y el calefón” para un plan siniestro contra el pueblo. Los escritores y escritoras son los terroristas que hay que combatir. 

¿Quemar los libros? El regreso al medioevo. 

Las distopías han cumplido en el siglo XX y ahora en el XXI un rol muy importante para denunciar y alertar los peligros de muchas tendencias y fenómenos sociales, culturales o políticos desde 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley pasando por Fahrenheit 451 de Ray Bradbury hasta Los juegos del hambre de Suzanne Collins y Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro. Sin embargo basta con mirar alrededor, recorrer las redes sociales y los medios de comunicación masiva para ver que en el panorama mundial muchas, pero muchas, de las predicciones de los autores de fantasía, ciencia ficción y distopía se están cumpliendo ya. La década del 20 de este siglo arrancó como una época muy distópica. Mirar el panorama de las ultraderechas, las tendencias fascistas y fascistoides de algunos gobiernos y paises y las guerras y rebeliones que suceden en el planeta, el genocio palestino por parte de Israel, el ecocidio y el cambio climático, el terraplanismo y la negación de la ciencia, el negacionismo en todas sus formas, son muestra suficiente para componer una nueva novela global universal que sin duda superará todas las conocidas y merecería más de un premio nobel. 

Pero lo más aterrorizante de esta realidad del capitalismo mundial en plena decadencia, en este aproximamiento a la barbarie, es justamente la batalla cultural, la guerra mundial a la cultura y el arte que todos estos ultraderechistas llevan adelante porque su triunfo significa no solo -y terriblemente- el acallamiento de las voces opositoras y las denuncias, sino sobre todo un turbio regreso al oscurantismo más nefasto de la edad media. Un retroceso de dos mil años. El mundo está amenazado. Quienes peleamos por construir la revolución y la organización mundial que la lleve adelante, somos optimistas y pensamos que la humanidad no retrocederá dos milenios. Confiamos en la “astucia de la Historia” que mencionaba Hegel. Pensamos que el capitalismo mundial se puede derrotar y que puede amanecer una nueva era mundial. Pero como decía Nahuel Moreno: Yo no creo que sea inevitable el triunfo del socialismo. Entonces lo indispensable es luchar, luchar con rabia para triunfar, eso es indispensable, porque podemos triunfar. No hay ningún Dios que haya fijado que no podemos hacerlo.

Solo el socialismo nos puede salvar del ocaso cultural al que nos sumerge este capitalismo decadente. 

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