Siempre digo que no tenía por destino social ser cineasta. Tuve algo de suerte: pude estudiar en la universidad pública, y luego acceder a fondos del INCAA para desarrollar mis ideas. En todas las instituciones públicas por las que he transitado aprendí a apropiarme con responsabilidad de ese recurso valioso que tenía a disposición. Aprendí a defenderlo mientras aprendía a hablar y escribir porque crecí en los 90´, cuando todo lo común, eso que “tenemos en común”, estaba en peligro de remate. Ahora soy madre de dos hijos, además de cineasta y puedo percibir esa desmesura con la que se llevan puesta cualquier iniciativa honesta de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país con facilidad.
El mecanismo comienza instalando el discurso de que todos somos ladrones, todos vivimos de limosnas que no merecemos, somos vagos, somos truchos, somos monstruos. Así como han hecho con las poblaciones que vivían en nuestro territorio ancestralmente, deshumanizándolos para someterlos. Nuevamente esa misma estrategia racista, capitalista y patriarcal, pero aggiornada al nuevo contexto.
Sin embargo, estoy rodeada de gente honesta. No conozco a nadie que le robe al Estado, no conozco a ningún trabajador de la cultura que no haga su trabajo con entusiasmo y responsabilidad.
Me recuerdo hace algunos años llorando muy triste, convencida de que lo que quise siempre es hacer algo honesto. Hacer mis películas tenía ese fin. Creí siempre en la valerosa honestidad. Y eso también fue por crecer en los 90´. A mí me educaron los docentes de la carpa blanca, que pasaron hambre para denunciar que las niñeces pasaban hambre.
Algo de la política que vino después nos fue sacando lo valiente. Como si los recursos políticos, populares y colectivos se hubiesen quedado relegados a la viralización virtual y a cierto conformismo.
Otro mecanismo de dominación aprobado por la historia es ahogar a los pueblos a la ignorancia y a la prohibición de decidir qué construcciones de pensamientos desarrollar, qué investigaciones realizar o qué universo simbólico crear. Dejarnos sin desarrollo del conocimiento es la segunda gran y definitiva estrategia. Por eso van contra la comunidad de la Cultura, para someternos a todos y utilizarnos como meros consumidores.
Todas las expresiones artísticas necesitan recursos económicos, necesitan tiempo para profesionalizar a las personas, necesitan continuidad y planificación. Hace varios años que solo nos dedicamos a sostener lo poco que va quedando.
Todos nuestros recursos agonizan ahora. El mal ya está hecho. Me pregunto cuánto tiempo necesitaremos para poner en funcionamiento un sistema virtuoso en dónde las artes y la comunicación puedan tejerse por y para la población. Me da miedo porque los pueblos que vivían a orillas del ferrocarril siguen siendo un fantasma. Me llena de miedo ser en pocos años una mujer que solo rememora tiempos en los que podía ir al teatro independiente, ver una película argentina, leer la novela de una joven promesa de provincia. Me da miedo también que queden enterrados nuestros objetivos de igualdad de oportunidades en accesibilidad, de género, que queden enterradas las preguntas incómodas, la experiencia de la conquista social. Me gobierna el miedo hasta que me acerco a la muchedumbre y canto a los gritos las consignas acordadas. Cuando nos dedicamos a la organización se aplaca el miedo, se fortalece la confianza porque somos muchos los desesperados, somos muchas las personas convencidas de que la honestidad es el lazo invisible con el que nos unimos y nos reconocemos.
La comunidad cultural de todo el país se encendió el pasado 10 de diciembre. Me da esperanzas justamente porque otra vez los cuerpos se están encontrando. En el encuentro surge la epopeya vital que todo pueblo necesita para reconocerse.
Este levantamiento del área de cultura no solo es resistencia, es un ejercicio dramático (en términos narrativos), es una puesta en acción para la construcción de un mañana posible. Es un mañana en el que podremos crear en función de esta experiencia de lucha compartida. Estamos intentando frenar el horror, pero, sobre todo, estamos intentado construir un mañana mejor. Estamos gestando en la historia las historias que contaremos mañana.
May Bottero* – Directora y productora de Cine- Integrante de “Unidxs por la Cultura”
* Entre sus producciones destacan “El Castillo”, “El espanto” y “Memoria fotográfica”. Además, dirigió “Una casa lejos” y “La lluvia es también no verte”.